Sam Altman, fundador y CEO de OpenAI, durante una conferencia en Tokio

Sam Altman, fundador y CEO de OpenAI, durante una conferencia en Tokio Reuters Omicrono

Tecnología

La enorme ambición de poder de Sam Altman, el 'mesías' de la IA gracias a ChatGPT: "OpenAI funciona como una secta"

Karen Hao acaba de publicar un libro sobre OpenAI en él señala a Altman como uno de los responsables de los "movimientos cuasireligiosos en torno a la IA".

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“Los emprendedores de más éxito no se dedican a crear empresas. Su misión es crear algo más parecido a una religión y, en un momento dado, resulta que crear una empresa es la forma más fácil de hacerlo”.

Esta cita, atribuida a Sam Altman en 2013, cuando ya era uno de los empresarios tecnológicos más prometedores de Silicon Valley pero todavía estaba lejos de lanzar ChatGPT al frente de OpenAI, explica de la forma más directa y cruda su visión mesiánica de sus intereses como empresario.

También es la frase elegida por la periodista Karen Hao para iniciar El imperio de la IA. Sam Altman y su carrera por dominar el mundo, el polémico libro que acaba de publicar Ediciones Península en España.

Lo hace justo en el momento en el que OpenAI se enfrenta a la hora de la verdad, acosada por los avances de Google con Gemini 3 y ‘quemando’ dinero a un ritmo inusitado. Un demoledor titular del Financial Times lo resume así: OpenAI necesita recaudar al menos 207.000 millones de dólares para 2030 para poder seguir perdiendo dinero, según estimaciones de HSBC.

Además de una meticulosa descripción de los engranajes y las luchas de poder dentro de OpenAI, este trabajo de investigación de altos vuelos es un retrato nada complaciente de las contradicciones de Altman y de la empresa que fundó junto a directivos como Elon Musk y de la que es el actual CEO y líder supremo.

Por un lado es “un narrador increíblemente bueno que entiende lo que la gente quiere y cómo motivarla”, según Hao, pero también ha sido denunciado reiteradamente por algunos de los directivos de sus empresas por su “uso personalista del poder y su falta de honradez compulsiva”. En conversación con EL ESPAÑOL - Omicrono, Hao llega a describir el ambiente que ha creado en la compañía como algo similar "a una secta".

La periodista, con el ojo clínico de un forense, es responsable de la vía más profunda y exhaustiva de conocer cómo Altman ha conseguido que la compañía haya pasado en menos de una década de ser una organización sin ánimo de lucro que aspiraba a desarrollar una IA beneficiosa para toda la humanidad a conseguir la mayor valoración de la historia, más de 500.000 millones de dólares.

Logo de ChatGPT en la pantalla de un teléfono móvil.

Logo de ChatGPT en la pantalla de un teléfono móvil. Reuters

Hoy en día esta hermética empresa, que puede ser noticia por un nuevo modelo de generación de vídeos casi indistinguibles de los creados por humanos o por cómo ChatGPT puede inducir al suicidio a algunos de sus usuarios, se ha convertido en el fino alambre que sostiene la inmensa burbuja de la IA.

La forja de un líder

Karen Hao no habla de oídas y es una voz autorizada en la materia. En 2019, fue la primera periodista en obtener un amplio acceso a OpenAI. Durante tres días acudió a sus oficinas, pudo entrevistar a sus empleados y observar de primera mano cómo se estaba fraguando el advenimiento de la IA generativa, que tanto y tan rápidamente está cambiando el mundo.

Hao trabajó como ingeniera de aplicaciones en una startup de Silicon Valley y ha escrito reportajes sobre Facebook o Google para la prestigiosa MIT Technology Review, pero lo que más le sorprendió no fue precisamente esa velocidad ni esa manera de exprimir a los trabajadores, habituales en el sector.

“Lo que me resultaba desconocido es el grado en que se han desarrollado movimientos cuasireligiosos en torno a la IA”, explica Hao desde Hong Kong, donde trabaja actualmente y en su día ejerció de corresponsal de The Wall Street Journal.

Sam Altman generado por Sora 3

Sam Altman generado por Sora 3 OpenAI El Androide Libre

En ese sentido, Hao descubrió “lo más aterrador de la evolución de la cultura de la industria tecnológica: cuando elevas la misión de una empresa a un nivel casi místico es muy difícil conseguir que esas personas [los directivos] acepten que su fe podría estar equivocada”.

Al frente de este culto pagano, dividido entre Doomers y Boomers (los catastrofistas y los utópicos) y apoyado en los mimbres filosóficos de la doctrina liberal del 'altruismo eficaz', se sitúa Sam Altman, con su aspecto de no haber roto un plato en su vida. Por lo que cuenta Hao, esa apocada e inofensiva imagen pública esconde una ambición sin límites, que ha acabado devorando todo a su alrededor, como un agujero negro tan atrayente como peligroso.

Retratado como “carismático, un líder nato” por sus familiares y amigos, el joven Altman pudo haber sido escritor o banquero de inversiones, pero se decantó por estudiar ciencias informáticas en la Universidad de Stanford. Desde el inicio de su carrera, se interesó por la inteligencia artificial y eso se manifestó en todos sus proyectos empresariales desde entonces.

Todo empezó con Loopt, un servicio de redes sociales y mapas para teléfonos móviles fundado en 2005 por Altman que permitía a los usuarios compartir su ubicación y ver la de sus amigos. La empresa se vendió en 2013 por 43 millones de dólares, lo mismo que los inversores habían puesto sobre la mesa para financiarlo. Pero Altman lo vendió como un éxito y consiguió convertirse en el joven emprendedor al frente de Y Combinator, la incubadora más importante del sector.

"Es capaz de usar historias para pintar visiones del futuro de las que la gente quiere formar parte. Y lo que lo hace tan efectivo en esto es que realmente entiende la psicología humana. Entiende lo que la gente quiere y cómo motivarlos", asegura Hao.

Esta capacidad es lo que lo convierte en un recaudador de fondos sin igual. "Es capaz de persuadir a los inversores para que le den montones y montones de dinero y conseguir que la gente más brillante del sector contribuya con su tiempo y talento a cualquier misión que esté tratando de lograr". Pero también, como han denunciado muchos de sus extrabajadores y exdirectivos de sus empresas, es un mentiroso compulsivo que retuerce la realidad a su conveniencia.

La gran traición

Esa actitud, que le llevó a esconder el lanzamiento de ChatGPT a la mayor parte de la empresa, es lo que justificó el intento de destitución del 17 de noviembre de 2023 con el que empieza el libro. El complejo galimatías organizativo de OpenAI sufrió ese día un terremoto del que todavía no se ha recuperado.

“La salida del señor Altman se produce tras un profundo proceso de deliberación por parte del consejo de administración, el cual ha llegado a la conclusión de que no siempre ha sido sincero en sus comunicaciones con el consejo, obstaculizando su capacidad para el ejercicio de sus responsabilidades. El consejo ya no confía en su capacidad para continuar al frente de OpenAI”, señaló el comunicado de prensa.

En 5 intensos días, en los que nadie de la compañía pegó ojo, Altman consiguió darle la vuelta a la situación y acabó siendo readmitido por las presiones de los trabajadores, pero sobre todo de inversores como Microsoft y los directivos fieles a su facción.

Desde entonces, los directivos relacionados con esa fallida noche de los cuchillos largos han ido saliendo de la empresa, empezando por Ilya Sutskever, el verdadero cerebro detrás de los modelos de OpenAI, y Mira Murati, la CTO de la empresa. Y de un plumazo quedaron atrás “los ideales de transparencia y democracia, de sacrificio y colaboración” que estaban en el germen de OpenAI.

Portada del libro 'El imperio de la IA'

Portada del libro 'El imperio de la IA' Ediciones Península Omicrono

Completado su regreso y fortalecida su posición, Altman ha ido construyendo la compañía a su imagen y semejanza. "La empresa es un gran reflejo de su personalidad. Altman descubrió cómo diseñarla para dominar el desarrollo de la IA de una manera en que sus habilidades se alinearan con la ruta crítica de ese enfoque".

Y es que, a diferencia de algunos de sus competidores como Dario Amodei, que formó parte de OpenAI y ahora desafía su liderazgo en el sector como fundador y CEO de Anthropic, no es un científico. "Por eso no construyó un laboratorio basado en la creación de avances fundamentales, sino en su capacidad para obtener más y más dinero y construir superordenadores cada vez más grandes. Eso está perfectamente alineado con su conjunto de habilidades como recaudador de fondos".

Por el camino, tanto OpenAI como otras empresas dedicadas a la IA generativa también están dejando un rastro invisible que Hao quería investigar. Su objetivo era denunciar el impacto de los centros de datos que consumen enormes cantidades de energía y agua y dar voz a los miles de trabajadores que han entrenado a la IA, con salarios miserables en países como Kenia.

"El mito de que no hay mano de obra humana involucrada en estas tecnologías es perpetuado por las propias empresas, porque eso hace que sus modelos de IA parezcan casi mágicos", denuncia la periodista. "Compañías como OpenAI alimentan estos mitos para que parezca que la IA se está volviendo más inteligente por sí misma, en lugar de tener enormes ejércitos de personas enseñando a los modelos exactamente qué decir y qué no decir".

Pero, recalca Hao, no todo está perdido. "Muchos de los trabajadores con los que hablé para escribir el libro ahora están dando sus propias charlas por todo el mundo para hablar sobre las condiciones bajo las cuales trabajaron y por qué su trabajo fue esencial, y ahora también están hablando con los responsables políticos de todo el mundo para elevar su visibilidad". El futuro puede ser distinto, pero se necesita "ampliar la cantidad de atención que este tipo de prácticas está empezando a recibir".

¿Del boom al crash?

La historia de Altman y OpenAI es la de un fulgurante éxito. Pero la caída puede ser igual de súbita y puede estar mucho más cerca de lo que cualquiera podría pensar. El propio Sutskever, que ha fundado Safe Superintelligence, su propia compañía más fiel a los ideales originales de OpenAI, acaba de echar un jarro de agua fría a los que piensan que la AGI está a la vuelta de la esquina.

"Escalar [aumentar la computación] ya no tiene sentido, hay que volver a la investigación", ha dicho en un podcast, situando la llegada de esa deseada superinteligencia en un arco de entre 5 y 20 años y alargando de nuevo ese inalcanzable santo grial que puede salvar o condenar a la humanidad.

"OpenAI no tiene sentido como negocio", subraya Hao. "Pierde cantidades extraordinarias de dinero, pero da la casualidad de que Altman también es alguien extraordinariamente convincente para hacer que los inversores ignoren el hecho de que no tiene un negocio viable".

De izquierda a derecha: Jakub Pachocki, Greg Brockman, Ilya Sutskever, Sam Altman y Mira Murati, líderes de OpenAI

De izquierda a derecha: Jakub Pachocki, Greg Brockman, Ilya Sutskever, Sam Altman y Mira Murati, líderes de OpenAI Ilya Sutskever en Twitter Omicrono

En la búsqueda de la llamada AGI, Sam Altman y algunos de los directivos de OpenAI están convencidos de que “están construyendo algo parecido a un Dios o un demonio. Así que no solo están tratando de catalogar la información del mundo, sino que creen que están marcando el comienzo de la siguiente etapa de la civilización”.

Dicho esto, la periodista aclara que el problema en torno a esta fiebre del oro de la IA no cambiaría sustituyendo simplemente a Altman. "En última instancia, lo que ha sucedido es que ha creado este sistema de poder donde un pequeño grupo de personas en la cima puede afectar la vida de miles de millones de personas en todo el mundo con unas simples decisiones. Es como cuando murió la Reina Isabel y Carlos la reemplazó... La monarquía sigue ahí".