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Seis maneras de inspirar a tus alumnos en clase

26 enero, 2016 20:24

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Prácticamente la totalidad de personas que están leyendo ahora mismo este artículo han utilizado o visto utilizar una máquina de escribir. Seguramente también hayan utilizado un teléfono fijo o una cabina que funciona con monedas. ¡Qué cambio gigantesco en comparación con los smartphones, las tablets y los ordenadores de hoy en día! ¿Verdad? ¿Y qué ha pasado con las escuelas? A no ser que hayas ido a un colegio muy vanguardista, lo más probable es que la escuela de tu abuelo y la tuya se parezcan mucho. El problema es que la realidad de tu abuelo y la tuya propia no se parecen en nada. Vivimos en un mundo interconectado en constante cambio y el modelo escolar no se ha adaptado a la misma velocidad. Y no es porque lo diga yo, lo dicen los propios alumnos.

En mi día a día me encuentro con dos tipos de estudiantes: el que pasa de todo y el que va saturado. Ambos, tanto por desánimo y frustración o por un exceso de información y carga de trabajo que no puede asimilar suelen hacer la misma pregunta: ¿de qué me sirve estudiar esto? Mi respuesta suele pasar por explicarles que su cerebro es muy plástico en esta etapa y que por lo tanto toda la estimulación, memorización, ejecución de tareas y resolución de ejercicios complejos que tienen que llevar a cabo tiene el propósito de potenciar el desarrollo de su capacidad mental, además de también proveerles de la cultura general mínima que todo ciudadano necesita para alcanzar cierta calidad de vida. En lo que no profundizo mucho es en que hay maneras y maneras de conseguir este objetivo, pero algo de mi mensaje les dice que empatizo con sus sentimientos.

Patrick Cook-Deegan, emprendedor e innovador del sistema educativo americano, ha estudiado los modelos de más de 100 institutos de todo tipo y cree que la solución a este problema tan actual pasa por desarrollar la pasión y el propósito de los alumnos. El modelo de escuela que está desarrollando contiene los siguientes ingredientes que te aconsejo tengas en cuenta si tienes contacto con niñ@s y no tan niñ@s a diario.

1. Dar prioridad a la motivación intrínseca

Un sistema basado en notas y la competencia por ser el mejor de la clase (para los que lo intentan) que este modelo genera no deja de transmitir el mensaje de que tu trabajo y lo que hagas en la vida está siendo evaluado. Tienes que ser mejor que el resto y destacar para conseguir “tus objetivos”. Y lo pongo entre comillas porque muchas veces no son objetivos propios. Las metas de cada individuo tienen que estar alineadas con sus intereses, con lo que les apasiona hacer, con pasárselo bien invirtiendo horas en ello. No porque les den un posiivo o les compren algo sus padres si traen todo aprobado.

Estudios sobre motivación intrínseca y extrínseca demuestran que para las tareas simples y mecanizadas la motivación extrínseca (dinero o recompensas de varios tipos) es eficaz como elemento motivador. Sin embargo, en las tareas complejas donde es necesario el uso de la lógica y la creatividad, el refuerzo extrínseco entorpece el desarrollo de dicha tarea.

2. Promover la colaboración

Si en lugar de hacer competir a nuestros alumnos por la mejor nota o el punto extra les diésemos la posibilidad de cooperar y desarrollar habilidades de trabajo en equipo, los estaríamos preparando para un entorno más parecido al actual. Si les dejamos trabajar en equipo, permitiéndoles aconsejarse entre ellos y solucionar problemas juntos, pueden aprovechar los beneficios de la mentalidad de cooperación y crecimiento que surge de ese estilo de aprendizaje.

3. Mentores en lugar de profesores

Me encanta la palabra mentor. He tenido muchos a lo largo de mi vida y cada uno de ellos es recordado por una serie de características que me ayudaron a ser quien soy hoy en día. Sin embargo, su perfil es muy parecido. Suelen ser personas que me enseñaron algo de valor, motivándome siempre a dar lo mejor de mí pero sin dejar de sentirme bien cuando compartía ese tiempo de aprendizaje con ellos. ¿Tienes o has tenido algún mentor en tu vida? ¿Cómo te sentías cuando estabas con él o ella?

Las personas normalmente recuerdan a sus mentores como personas interesantes con un papel importante en algún momento de su vida. Raro es mencionar a alguien que nos hacía repetir cosas de memoria o escribir en el cuaderno 20 veces. Tampoco es común sentirse en sintonía con alguien que nos ha humillado o tratado con desprecio. Es más, si le preguntas a un profesor/a el motivo por el cual eligió enseñar seguramente tenga algo que ver con desarrollar una relación con sus alumnos y la posibilidad de ayudarles.

Sin embargo, los objetivos curriculares actuales no permiten al profesorado la posibilidad de profundizar en la relación con sus alumnos debido a la exclusiva importancia que se le da al contenido académico. Hay poco espacio para que la profesora o el profesor puedan ejercer como modelo de conducta social.

4. Contacto con el mundo exterior

Puede que en el aspecto en que menos difieran las escuelas de hace 50 años con las de ahora sea la infraestructura. Es cierto que los niñ@s hacen excursiones o algún que otro viaje pero suelen ser actividades muy puntuales.

Sacarles del aula con regularidad para trabajar en algo relacionado con su comunidad o entorno próximo puede ser totalmente transformador. Los niñ@s necesitan explorar su realidad y encontrar propósito en las condiciones reales de vida, no sólo en lo que pasa dentro de clase.

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5. Aprender de los errores

Premiar el perfeccionismo y castigar el error es el método perfecto para eliminar la creatividad y la innovación. Durante mi tiempo en la Universidad de California quise aprovechar aquellas clases a las que no tenía acceso dentro del sistema español. Muchos de mis compañeros, por el contrario, elegían clases como yoga o natación, no por su utilidad o como método de ampliación de su rango de actividades, sino porque era fácil sacar buenas notas. Una sola “B” (equivalente a un “notable”) podía significar la diferencia entre estudiar la carrera que querían o tener que conformarse con otra cosa en una unviersidad menos prestigiosa.

Pero de los errores se aprende, solemos decir. Es difícil pensar en figuras de renombre que hayan acertado siempre a la primera y que no tengan una colección de fracasos a sus espaldas. Me canso de repetir ejemplos como los de Steve Jobs, Elon Musk, incluso el mismísimo Thomas Edison.

El 90% de las empresas innovadoras que se crean a diario están destinadas al fracaso. La clave está en fracasar barato, para que duela menos volver a intentarlo. Tenemos que darles la oportunidad a nuestros alumnos de fracasar sin las consecuencias de perder grandes cantidades de dinero como sucede con algunas empresas. De esta manera, cuando salgan al mundo laboral y acumulen sus primeros fracasos, seguirán avanzando hasta dar con la clave para que su trabajo aporte valor a la sociedad.

6. Empezar con un “por qué”

Las niñ@s son muy curiosos y suelen interesarse por aquello que les rodea, pero llega un momento de sus vidas en el que dejan de preguntarnos, ya sea porque se nos acabó la paciencia o porque dejamos de tener en cuenta lo que les interesa de verdad. Muchos de ellos trabajan duro y se esfuerzan por cumplir con las exigencias de la escuela pero tampoco tienen muy claro el por qué. Sin una razón de peso por la cual estudiar cada día, un alumno puede verse sumergido en un espiral carente de significado que le preocupa y le genera estrés si no pasan al siguiente curso.

Un adulto que trabaje duro y sea exitoso en su profesión no necesita que nadie le recuerde que tiene que levantarse pronto o que tiene que terminar ese informe que dejó a medias. El que trabaja duro sabe por qué lo hace. Tenemos que ayudar a los estudiantes a encontrar la razón por la cual hacen lo que hacen, a obtener una visión del mundo que les incite a esforzarse en su día a día.

Cuando una actividad es motivadora por sí misma, la persona disfruta del fluir de la misma aunque pasen horas y horas. El trabajo que genera satisfacción y te sumerge en una sensación de propósito no sólo es gratificante para uno sino que el resultado que genera tiene una repercusión más grande en el entorno del trabajador.

Las próximas generaciones encontrarán la cura para el cáncer y desarrollarán modelos sostenibles de negocio impulsados por los valores de una enseñanza de calidad, sin importar los positivos o negativos que les hayamos puesto en clase.

Fuente: GGSC

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