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Tecnología

Los asteroides han sido nuestros guardianes protegiendo la vida de la Tierra

Un nuevo descubrimiento refuerza la teoría de la panspermia gracias a la protección de los asteroides con sus campos magnéticos.

22 enero, 2015 16:03

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La teoría de la panspermia dice que la vida no se originó el la Tierra, sino que llegó desde el Universo. Un nuevo descubrimiento refuerza esta teoría.

Una de las principales razones por la que podemos vivir en la Tierra es su campo magnético, que nos protege de la mortal radiación en el espacio, no sólo la provocada por nuestro sol sino también proveniente de otras partes del Universo.

Este es uno de los obstáculos para admitir la teoría de la panspermia, por la que uno o varios meteoritos con células vivas impactaron contra la Tierra. Las condiciones cada vez mejores para la vida de nuestro planeta favorecieron la multiplicación y finalmente la evolución de esas especies hasta el ecosistema que conocemos hoy.

Asteroides que transportan vida

panspermia

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El problema es que esas células hubieran tenido muy difícil sobrevivir a viajes largos en un asteroide; aunque se sabe que hay especies de bacterias muy resistentes a las condiciones de vacío del espacio la radiación siempre es el enemigo de todo lo vivo. Un nuevo estudio ahora revela que los campos magnéticos duraderos no eran exclusivos de los planetas como la Tierra, sino que también estaban presentes en asteroides y meteoritos, al menos durante millones o decenas de millones de años.

El estudio analizó los núcleos magnéticos de meteoritos que acabaron en nuestro planeta y analizaron sus “huellas” magnéticas con rayos X; un modelo matemático ejecutado en ordenadores sirvió para extrapolar esos datos y saber cómo eran cuando vagaban por el espacio.

Hasta ahora se creía que estos cuerpos celestes solo emitían campos magnéticos cientos de miles de años después de su creación, muy poco tiempo para transportar vida por todo el espacio; en cambio ahora se sabe que estos campos magnéticos durarían decenas de millones de años, suficiente para proteger a las células en el viaje de la misma manera que el campo de la Tierra nos protege ahora mismo.