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La soledad en la tercera edad

18 febrero, 2014 20:58

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El aislamiento social es un problema grave y habitual en la vejez. Muchos ancianos sienten falta de compañía, afecto y apoyo, que se agrava por la carencia de relaciones sociales de calidad. Esto aumenta el retroceso mental e inmunitario durante esta fase de la vida, a pesar de haber mantenido una vida social normal durante las etapas vitales anteriores.

El sentimiento de soledad extrema puede aumentar en un 14% las probabilidades de muerte prematura de las personas mayores, según una investigación realizada por John Cacioppo, profesor de psicología en la Universidad de Chicago y uno de los principales expertos sobre la soledad en Estados Unidos. El trabajo ha mostrado que el impacto de la soledad en la muerte prematura es casi tan fuerte como el impacto de una situación socioeconómica precaria, la cual aumenta las posibilidades de morir antes en un 19%. El mismo autor asegura que, como indicó un metaanálisis de 2010, la soledad tiene el doble de impacto sobre la muerte prematura que la obesidad.

Estos datos corroboran otros estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que indican que las personas viudas presentan menores índices de salud física y mental que el resto de la población de la misma edad. Además, son las mujeres son las que muestran una mayor incidencia, dada su mayor esperanza de vida.

Sensación subjetiva de soledad

Los investigadores han examinado el papel de las relaciones sociales satisfactorias de las personas mayores en el desarrollo de su capacidad de resistencia, de recuperarse después de las adversidades y de crecer a partir de las tensiones de la vida. Los resultados mostraron grandes diferencias en los índices de deterioro de salud física y mental con la edad.

Las consecuencias para la salud son fatales: sentirse aislado de los demás puede interrumpir el sueño, aumentar la presión arterial, incrementar el aumento matutino del cortisol (hormona del estrés), alterar la expresión génica de las células inmunitarias, aumentar los niveles de depresión y reducir el estado de bienestar subjetivo general.

En su trabajo, Cacioppo no habla tanto de la soledad como aislamiento físico en sí, sino más bien de la sensación subjetiva de aislamiento. Es esto lo más perturbador. De hecho, las personas mayores que viven solas no tienen por qué sentirse solas si permanecen socialmente comprometidas y disfrutan de la compañía de quienes les rodean. Algunos aspectos del envejecimiento, como la ceguera y la pérdida de la audición, sin embargo, ponen a las personas en un riesgo especial para de aislamiento y soledad.

En base a los resultados, Cacioppo indica que las personas mayores podrían evitar las consecuencias de la soledad mediante el contacto con antiguos compañeros de trabajo, participando en tradiciones familiares y compartiendo buenos momentos con la familia y amigos. Estos momentos regalan a los adultos mayores la oportunidad de conectar con otras personas por las cuales se preocupan y viceversa.

Soledad, a ratos

Aunque algunas personas aseguran ser felices estando solas, la mayoría de los individuos se desarrollan a partir de situaciones sociales en las que se presta apoyo mutuo y se desarrolla una relación fuerte. Y es una cuestión evolutiva. A lo largo de los años el propio desarrollo humano ha llevado a las personas a trabajar juntas para sobrevivir. Como consecuencia, la mayoría de las personas disfrutan de la compañía frente a la soledad.

La investigación realizada por Cacioppo y sus colegas ha identificado tres dimensiones fundamentales en las relaciones sanas:

  • Conexión íntima: tener a alguien en tu vida que te reafirma quién crees que eres.
  • Conectividad relacional: proviene de tener contactos mutuamente gratificantes.
  • Conectividad colectiva: de la sensación de formar parte de un grupo colectivo más allá de la existencia individual.

Soledad en la infancia

La soledad en la infancia también tiene efectos devastadores. Sufrir aislamiento social durante los primeros años de vida puede provocar ciertos trastornos mentales, como deterioro cognitivo, al alcanzar la adultez y la tercera edad. Los problemas cognitivos y de comportamiento en la edad adulta producidos por la incomunicación en edades tempranas podrían deberse a una disminución de la producción de la mielina del sistema nervioso, según un estudio en ratones de la Harvard Medical School en Boston (Estados Unidos), publicado en la revista ‘Science’ a finales del 2012.

A pesar de que en el momento de la publicación del estudio esta teoría ya era conocida, hasta el momento ningún trabajo había constatado cómo surgen por primera vez estas complicaciones.

Fuente | Sciencedaily, Consumer.es

Imagen | Iraya { Sin+}