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El hombre que perdió el romanticismo por un infarto cerebral

16 febrero, 2014 21:11

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Para nuestro cerebro no es lo mismo el deseo sexual y el amor. Ambas cosas son producidas por regiones del cerebro independientes, y tener una de ellas no implica sentir la otra automáticamente para la misma persona. Esto se ha demostrado recientemente gracias a un caso clínico, el descubrimiento de un paciente que había perdido el romanticismo después de un infarto cerebral.

En Medciencia hemos hablado en varias ocasiones de casos clínicos y siempre comentamos la importancia que tienen para la investigación neurológica. Podemos saber que función tiene una determinada región cerebral comprobando que le sucede a un paciente si le falla. Así, hemos visto casos de pacientes que olvidaron cómo leer pero no escribir, o pacientes que tienen un amante imaginario. En este caso, el paciente del estudio es un hombre heterosexual argentino de 48 años, que sufrió un infarto cerebral dejando dañada únicamente una región llamada ínsula anterior. El daño es tan pequeño y centralizado que no tiene ningún síntoma más y todas las exploraciones neurológicas que se le realizaron eran normales.

Con todas las pruebas correctas, el paciente siguió llevando una vida normal hasta que contactó con él la neurocientífica Stephanie Cacioppo, de la Universidad de Chicago. La doctora Stephanie ha dedicado su vida a investigar el origen neurológico del amor y fue la primera persona en intuir una separación funcional entre lujuria y amor a base de estudios de resonancia magnética funcional. Usando un gran número de voluntarios pudo comprobar que las regiones del cerebro que se activaban eran diferentes si veían a una persona como objeto de deseo o como objetivo romántico. Entre las regiones cerebrales específicas para el amor estaba la ínsula anterior, y Stephanie contactaba con diferentes hospitales esperando encontrar a un paciente con únicamente esta región dañada. Así acabó conociendo al paciente de su reciente estudio.

Según Stephanie, el paciente debía haber perdido su capacidad para tomar decisiones románticas y de enamorarse. Para comprobarlo, hizo un experimento con su paciente. Le señaló una pantalla en la que pasaban fotografías de diferentes mujeres. Para cada mujer de la pantalla, el paciente debía decidir si le atraía sexualmente, románticamente, o le era indiferente. Curiosamente, el porcentaje de respuestas románticas era similar a los de los voluntarios sanos. Sin embargo, comprobaron que el paciente tardaba mucho más en tomar la decisión de atracción romántica, cosa que no pasaba en la otra opción. Parece que aunque el paciente tuviera intacta la capacidad para sentirse atraído sexualmente, tardaba mucho más en reconocer la atracción romántica.

Este trabajo es el primero en él hay una prueba tangible sobre la separación de la atracción sexual y el amor. Según la teoría de Stephanie, la atracción sexual se induce por señales visuales (aunque se produzcan de manera inconsciente) basadas en el aspecto físico; en cambio, en el amor se busca una pareja a largo plazo y requiere un procesamiento más abstracto, teniendo en cuenta personalidad e intereses; que es lo que el paciente del estudio debe tener afectado. La lujuria busca cuerpos, pero el amor busca personas.

Fuente | Universidad de Chicago