Después de una larga temporada de exámenes y un tiempo de vacaciones, he decidido volver a escribir. Esta vez el tema es una de las enfermedades neurodegenerativas más prevalentes del último siglo, el Alzheimer.

El Alzheimer es un tipo de demencia, es decir, una enfermedad que consiste en la perdida de función cerebral. Se produce de forma gradual y va empeorando con el tiempo, afectando a la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Para su diagnostico se examina el deterioro de memoria, lenguaje, capacidad de decisión y discernimiento y la personalidad.

Para hablar de la causa tocaremos ámbitos como la genética (antecedentes familiares) y otros factores. El hecho de tener un pariente cercano (hermano/a, padre o madre con la enfermedad) y poseer cierto tipo de genes son factores que aumentan la probabilidad de padecer la enfermedad, de igual forma que a medida que envejecemos, el riesgo de desarrollar Alzheimer es mayor, aunque no es lo normal.

Por otra parte tenemos otros factores como la hipertensión arterial, haber sufrido un golpe o traumatismo en el cráneo, o ser mujer, que también aumentan el riesgo de padecer Alzheimer.

Además, podemos hablar de dos tipos de Alzheimer, el de aparición temprana (apareciendo antes de los 60 años, menos común y hereditario) y el de aparición tardía (después de los 60 años, más común y también puede ser hereditario, pero no esta tan claro como el primer tipo).

La causa real no se conoce por completo, pero se cree que se compone de factores genéticos y ambientales. Su diagnóstico se hace a partir de los síntomas y después de descartar otro tipo de demencias, pues la única forma de saber con certeza que una persona sufrió Alzheimer es al examinar una muestra de tejido cerebral tras su muerte. En esta muestra encontramos componentes celulares como “nudos neurofibrilares”, “placas neuríticas” y “placas seniles”.

Cuando las células nerviosas o neuronas se destruyen, disminuye la cantidad de neurotransmisores (sustancias químicas que hacen la función de mensajeros entre una neurona y otra), dando como resultado la desconexión entre áreas del cerebro que normalmente trabajan juntas.

Como síntomas básicos de la demencia podemos destacar el olvido, dificultad para realizar más de una tarea a la vez, dificultad para resolver problemas o tardar más tiempo de lo normal para llevar a cabo actividades mentales más complicadas. En cuanto a los síntomas más tempranos del Alzheimer podemos hablar de problemas del lenguaje, perder objetos, perderse en rutas familiares, cambios de personalidad y perdida de habilidades sociales, perder interés en cosas que le gustaban o dificultad para realizar tareas que exigen pensar un poco, pero que solían ser fáciles anteriormente.

Si la enfermedad ya es severa las personas ya no pueden entender el lenguaje o reconocer a los miembros de la familia. A parte también pueden sufrir síntomas como incontinencia urinaria o problemas para tragar.

Vía: MedlinePlus