Donald Trump junto a Pete Hegseth, secretario de Defensa de Estados Unidos.

Donald Trump junto a Pete Hegseth, secretario de Defensa de Estados Unidos. Reuters

Observatorio de la Defensa

El Pentágono cambia su paradigma (centrado en grandes plataformas) y acelera su apuesta por los drones

Publicada

Las claves

El Pentágono está cambiando su enfoque militar, priorizando el uso de drones sobre grandes plataformas como cazas y destructores.

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) lidera los nuevos programas de drones militares, alineándose con las prioridades de defensa de Donald Trump.

Estados Unidos busca competir con China en tecnología de drones, con planes para adquirir 30,000 drones en los próximos meses.

Una empresa relacionada con Donald Trump Jr. ha obtenido un contrato significativo para fabricar motores de drones, generando controversia.

El Pentágono redefine su estrategia y acelera su apuesta por los drones para adaptarse a la nueva era de la guerra tecnológica. El cambio busca transformar la forma en que Estados Unidos desarrolla y emplea su poder militar: de depender sólo de grandes y costosas plataformas, como cazas o destructores, a incorporar enjambres de sistemas no tripulados capaces de saturar las defensas enemigas.

En ese contexto, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) ha asumido un papel clave en los nuevos programas de drones militares, consolidando su influencia en una de las prioridades de defensa marcadas por el presidente Donald Trump en una orden ejecutiva emitida en junio.

Con esta apuesta, el Pentágono busca corregir su desventaja frente a China en la adquisición y desarrollo de sistemas no tripulados y redefinir su modelo de adquisiciones.

Según Reuters, el DOGE ha solicitado información técnica a todas las ramas de las Fuerzas Armadas —Ejército, Marina, Infantería de Marina, Fuerza Aérea y la Unidad de Innovación de Defensa— para recopilar datos sobre peso, carga útil y otros parámetros esenciales. Con toda esa información se espera que el equipo del DOGE presente un informe ante un comité ejecutivo del Secretario de Defensa esta semana.

Entre los objetivos inmediatos del mismo figurarían la adquisición de al menos 30 000 drones en los próximos meses, con la intención de ampliar la producción posteriormente. El plan supondría una victoria para las empresas estadounidenses del sector que buscan posicionarse como proveedoras de sistemas económicos para el Pentágono.

Este nuevo impulso marca un cambio de paradigma en la industria de defensa: las compañías ya no pueden permitirse tardar años en desarrollar tecnologías que corren el riesgo de quedar obsoletas antes de llegar al frente.

Mientras China fabrica decenas de millones de pequeños drones al año, empresas como Red Cat, Skydio y PDW emergen como las principales candidatas para abastecer al Ejército estadounidense, según la citada agencia, con modelos que van desde unos pocos miles hasta varios cientos de miles de dólares.

Aunque otros grandes como Lockheed Martin, Northrop Grumman y General Atomics en el sector militar y de defensa, también compiten por hacerse con parte de estos suculentos contratos.

Competir con China

En 2023, los responsables de Defensa lanzaron la iniciativa Replicator, cuyo propósito era transformar la manera en que el Pentágono adquiere y utiliza tecnología, pasando de grandes plataformas costosas (como cazas o destructores) a enjambres de sistemas pequeños, distribuidos y conectados mediante inteligencia artificial, que puedan saturar y confundir las defensas del enemigo.

Es una respuesta directa a los avances de China en drones, inteligencia artificial y producción militar masiva. Sin embargo, el Departamento de Defensa aún no ha ofrecido una actualización sobre el estado del programa.

La guerra de Ucrania ha marcado un punto de inflexión en la guerra con drones, evidenciando que Estados Unidos —a pesar de su poderoso complejo militar-industrial— se ha quedado rezagado. La mayoría de sus tropas carecen de formación en el manejo de sistemas no tripulados, y aunque el país domina la fabricación de armamento pesado —aviones de combate, tanques o misiles de precisión—, no está preparado para producir con rapidez sistemas más pequeños y económicos.

Para revertir esa situación, el secretario de Guerra de EEUU, Pete Hegseth, distribuyó en julio un memorando elaborado junto a Owen West, responsable del equipo de drones de DOGE, dirigido a los altos mandos militares. El documento instaba a acelerar la integración de estos sistemas en las Fuerzas Armadas.

Pese a ello, analistas y ejecutivos del sector reconocen que Estados Unidos sigue enfrentando importantes desafíos de fabricación, especialmente frente a China. Las restricciones que impiden utilizar componentes chinos por motivos de seguridad encarecen considerablemente la producción nacional.

Creado a instancias del multimillonario Elon Musk, el DOGE ha recortado miles de millones de dólares en programas gubernamentales —incluidos varios del propio Pentágono— desde el inicio del segundo mandato de Trump. Su incursión en el ámbito de los drones, aún reciente, tiene como objetivo reducir la dependencia de componentes extranjeros y reforzar la industria nacional, dado que gran parte de los drones estadounidenses aún incorporan piezas fabricadas en China.

Polémica con Donald Trump Jr.

Recientemente, ha surgido cierta polémica porque una empresa de motores de drones, Unusual Machines, en la que participa Donald Trump Jr. (hijo del presidente de EEUU), posee aproximadamente 331 580 acciones valoradas en unos 4 millones de dólares. Esta empresa ha sido seleccionada por el United States Army para fabricar 3.500 motores de drones y otros componentes, según informó el diario británico Financial Times.

Y además, se espera que el ejército estadounidense encargue “unas 20.000 piezas adicionales” el próximo año, según ha avanzado la propia compañía.

Más allá de la polémica porque una firma relativamente pequeña haya conseguido un contrato tan relevante, se abren preguntas sobre la cadena de suministro de defensa —y sobre la relación entre personas políticamente expuestas y adjudicaciones gubernamentales.

Este acuerdo, —en última instancia—, podría marcar el inicio de una etapa en la que firmas más pequeñas podrán conseguir contratos anteriormente reservados a gigantes del sector.