Misil Kinzhal integrado a bordo de un MiG-31
Los misiles Iskander-M y Kinzhal de Rusia se vuelven un dolor de cabeza para los sistemas antiaéreos de Ucrania
Estos proyectiles rusos han demostrado una mayor maniobrabilidad, evadiendo tanto la interceptación como la detección por parte de Ucrania.
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En el cada vez más complejo escenario de la guerra aérea sobre Ucrania, los misiles balísticos rusos Iskander-M y Kinzhal han impuesto un desafío técnico y operativo que ni los más avanzados sistemas de defensa occidentales parecen capaces de neutralizar por completo.
Los recientes comentarios del jefe de comunicaciones del Comando de la Fuerza Aérea ucraniana, Yuri Ignat, confirman la creciente dificultad que enfrenta Kiev para contrarrestar una amenaza que combina velocidad hipersónica, trayectorias impredecibles y una sofisticación tecnológica sin precedentes en el arsenal ruso.
"Se ha vuelto más difícil trabajar contra misiles que vuelan en una trayectoria cuasibalística, lo que significa que realizan oscilaciones al acercarse", ha advertido Ignat sobre la magnitud del problema, durante una entrevista en la televisión ucraniana.
Esta capacidad de alterar su curso en la fase terminal del vuelo reduce drásticamente las posibilidades de interceptación, incluso para sistemas de defensa avanzados como el Patriot estadounidense, diseñado principalmente para trayectorias balísticas tradicionales.
Según Ignat, "esto complica el trabajo del Patriot, porque el sistema opera en modo automático al interceptar misiles balísticos. Se vuelve más difícil calcular el punto donde el misil interceptor colisionará o detonará cerca del misil enemigo".
En este sentido, las trayectorias cuasibalísticas y las maniobras evasivas de los misiles 9K720 del sistema Iskander-M, así como de los Kinzhal lanzados desde cazas MiG-31, introducen un patrón de vuelo que desafía los algoritmos predictivos del radar. Ignat explicó que la amenaza no se limita a la maniobrabilidad, sino que también se amplía por la multiplicidad de vectores de ataque.
"Si el misil balístico puede acercarse desde diferentes direcciones, la detección con un solo sistema no es posible. Es necesario contar con varios sistemas, varios radares, que puedan detectar objetivos y cubrir la ciudad desde diferentes direcciones", ha explicado el ucraniano.
Este tipo de ataques multivectoriales compromete la arquitectura en capas de defensa aérea ucraniana, forzando a las fuerzas a dispersar sus recursos en lugar de concentrarlos para la defensa de objetivos estratégicos críticos.
A lo largo de 2024, las fuerzas rusas obtuvieron éxitos sostenidos contra las columnas vertebrales de la defensa ucraniana, principalmente los sistemas Patriot y S-300, eliminando componentes fundamentales de radar y lanzadores.
Lanzamisiles Iskander
El problema no es simplemente táctico o tecnológico, es estructural. La producción rusa del sistema Iskander-M se ha expandido significativamente durante el último año, mientras que las reservas ucranianas de misiles para sistemas Patriot y S-300 se han reducido drásticamente.
A esto se suma una táctica emergente por parte de Rusia: el uso de misiles tierra-aire lanzados desde sistemas S-400 para interceptar los misiles defensivos ucranianos una vez que son disparados. Este fenómeno, casi inédito en conflictos anteriores, añade una nueva capa de complejidad a la ecuación aérea y degrada aún más la efectividad de las defensas ucranianas.
Características de los misiles
El misil Kinzhal -conocido oficialmente como Kh-47M2- es una versión lanzada desde el aire del misil balístico Iskander. La estructura del Kinzhal incluye una primera etapa derivada directamente del 9K720 Iskander, lo que le confiere la capacidad de alcanzar velocidades hipersónicas casi inmediatamente después del lanzamiento. Su precisión, reportada de hasta un metro, resulta letal tanto contra objetivos fijos como móviles.
El alcance del Kinzhal varía según su plataforma de lanzamiento: unos 2.000 kilómetros cuando se lanza desde un MiG-31, y hasta 3.000 kilómetros cuando se emplean bombarderos supersónicos Tu-22M3.
Caza MiG-31 con un misil hipersónico Kinzhal integrado
Con una longitud de ocho metros, un diámetro de un metro y un peso cercano a los 4.300 kilogramos, el Kinzhal puede portar ojivas tanto convencionales como nucleares de hasta 480 kilos. Estas características lo convierten en un arma estratégica capaz de afectar el equilibrio regional incluso fuera del teatro ucraniano.
Por su parte, el Iskander-M, operativo desde 2006 y probado previamente en el conflicto sirio, es un misil balístico de corto alcance equipado con un motor de combustible sólido y un sistema de guiado que le permite maniobrar durante todas las etapas del vuelo. Se lanza desde plataformas terrestres móviles que pueden disparar dos misiles con menos de un minuto de diferencia.
Su alcance oficial es de 415 kilómetros, aunque fuentes independientes sugieren que puede alcanzar hasta 500. Con una velocidad máxima de entre seis y siete veces la del sonido, estos misiles pueden volar a altitudes que van desde los seis hasta los 50 kilómetros, fuera del alcance de la mayoría de las baterías antiaéreas convencionales.
La eficacia rusa con los Iskander-M y Kinzhal no se mide solo en los sistemas destruidos, sino en la creciente vulnerabilidad de la red de defensa aérea ucraniana. La combinación de saturación de ataques, maniobrabilidad hipersónica y declive en los inventarios defensivos refleja un panorama sombrío para las fuerzas de Kiev.
A medida que la producción rusa continúa aumentando y las existencias occidentales se agotan, la ventaja tecnológica rusa en el dominio de los misiles balísticos parece, por ahora, consolidarse.