Alejandro Amenábar es un milagro español, una criatura única que nos narra el mundo cóncavo y convexo desde las tripas vivas de este país interminable (un país que es una fábula loca enfrentada a sí misma).
Nuestra guerra civil, nuestro dictador, nuestro Unamuno. Nuestras muertes dignas e indignas, nuestros laberintos morales. Nuestras justicias, a menudo no tan poéticas. Nuestras hemerotecas turbias. Nuestros reversos tenebrosos.
Él sabe que el cine modifica la vida -la ensancha, la honra- y por eso viene a hablarnos de nuestros encierros (como ese de Argel que vivió Cervantes y que ahora cuenta en El Cautivo), de nuestros viejos traumas empujando nuevas descargas de creatividad sangrante, de nuestra sed de relatos para sobrevivir a la infamia o para hacer de la belleza una alcanzable necesidad.
Los cuentos son lo único que tenemos, al cabo.
Nos podrán desposeer de todo menos de nuestros cuentos.
Quijotescos como somos -hace rato inevitablemente idealistas, honorables, cómicos, entrañables, imaginativos, aventureros, héroes de poca monta con delirios de grandeza-, queremos seguir luchando contra gigantes y no siendo aspados por molinos. Suerte que Amenábar está de nuestra parte.
Alejandro Amenábar: ‘‘Estuve saliendo con una chica durante dos años’’ . Imagen: Cristina Villarino, Rodrigo Mínguez. Edición: Cristina Villarino
Es un hombre tocado por la fiebre del relato que indagó también en la religión castradora, en las fantasmagorías, en el amor y sus precios (altísimos, a veces, desmembrantes), en las mujeres pioneras como Hypatia, arrasadas por la terquedad de los fundamentalistas, en las cosas que reprimimos y en lo que dicen de nosotros.
Cernuda decía: "Aquello que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú".
Yo creo que uno está más cerca de la condición profunda del ser humano cuando ve una película de Amenábar, yo creo que en su cine nos situamos más lejos del ruido, la alienación y la mediocridad.
Hoy nos sentamos a conversar con Alejandro (tan cercano, tan fluvial, tran inteligente y fresco) sobre su universo femenino y sobre las grandes mujeres de su vida y de su cine.
Empecemos hablando de la primera mujer de tu vida, de la primera mujer de la vida de todos: tu madre. ¿Quién es Josefina Cantos? ¿Cómo era su carácter?
Para darte una idea de cómo es mi madre, Josefina Cantos —Fini para los amigos—, basta con decir que cuando rodamos la película de El Cautivo tenía 93 años, y hoy ya tiene 94. Pues mira: el decorado principal estaba en Santa Pola, donde ella vive desde hace dos décadas, ¡y venía cada día al rodaje! Ella y sus amigas.
Incansable.
Siempre. Había jornadas en las que llegaba antes que yo, con su bastón, y recorría todos los decorados. Se sabía los nombres de todo el equipo, incluida la figuración, y hacía amistad con todos.
En un momento quise llevarla al combo para que viera el rodaje en vídeo y me dijo: “Eso es como ver la tele, yo quiero estar en el set”. Cuando alguien le tapaba la vista, pedía que se apartaran con el bastón (ríe). Esa es mi madre, a sus 94 años: pura acción.
Una mujer que no se queda al margen, sino que entra en el centro de las cosas.
Exacto. Ella me introdujo en el gusto por el cine, la literatura y la música. Mis padres fueron buenos padres, se sacrificaron mucho por sus hijos. Llegamos de Chile prácticamente con lo puesto, porque tuvieron que salir a toda prisa.
Mi madre, que es madrileña, a los 18 años decidió cambiar de vida y se marchó a Chile, como hace Zoraida en mi película. Hace poco le pregunté: “Mamá, ¿por qué decidiste quedarte en Chile?”.
Y me respondió: “Porque vi que Chile estaba mucho más avanzado que la España de Franco”. Allí vivió 20 años, conoció a mi padre, y más tarde percibió que el país empezaba a rimar con la España del 36.
Antes del golpe de Pinochet, convenció a mi padre de volver. Quince días antes del golpe se vinieron a España, aún franquista. Yo llegué con año y medio.
Una mujer que esquivaba dictaduras.
Sí, así es. Y fue un viaje de ida y vuelta. Mi madre huyó de la posguerra franquista y luego regresó a España cuando Franco estaba muriendo. Yo soy español porque ella primero se fue a Chile y, veinte años después, decidió regresar.
Amenábar cuenta que quizás no heredó de su madre la rebeldía, pero sí el tesón.
¿Dirías que heredaste esa rebeldía?
No sé si soy rebelde, pero sí tengo mucho tesón que es suyoo. Mi madre sí es una auténtica rebelde: una outsider. Mi padre siempre decía: “Tu madre es tremenda”.
¿En qué te pareces y en qué te diferencias de ellos?
Soy una mezcla de ambos. De mi madre heredé la afición por la lectura y el cine. En casa teníamos de todo: empezamos con Enid Blyton, luego Agatha Christie. Cada verano, al acabar el curso, nos llevaba a la Cuesta de Moyano, que sigue abierta. Para mí era un regalo: comprar esos libros de segunda, tercera o cuarta mano, con ediciones herrumbrosas e ilustraciones que luego inspiraron los títulos de crédito de Los otros.
Y paradójicamente, no nos dejaba ver televisión. Recuerdo que estábamos viendo Marco y, al vernos llorar, entró y dijo: “¿Qué es esto?”. Nos lo prohibió. Pero gracias a unos vecinos norteamericanos, los Smithy, descubrí el cine. En su casa caté el cine prohibido de mi infancia.
Qué bello. Naciste en Chile en 1972, pero enseguida llegaste a España. ¿Cómo fue crecer aquí en esos años? ¿Qué masculinidad imperaba y cómo se miraba a las mujeres?
Al llegar tuvimos problemas burocráticos: a mi madre no la reconocían como española pese a haber nacido aquí. Durante años fuimos casi proscritos. Ella siempre cuenta que aquí no se conocía el DIU, lo que le sorprendía. España salía del franquismo, pero seguía muy atrasada. A mí me escolarizaron en un colegio religioso, los escolapios de Getafe.
Mis padres no eran religiosos, pero buscaban una buena formación, sobre todo en Lengua y Literatura. Allí vivía en un mundo de chicos, sin contacto real con lo femenino más allá del círculo de amigas de mi madre, mujeres modernas de Malasaña, con las que podías hablar de cualquier cosa. En contraste, mi tía Ana María seguía confinada en la mentalidad franquista. Veía esas dos Españas.
Más tarde mis padres se mudaron a Paracuellos y yo quedé interno en el colegio. Fue en el instituto, ya en un entorno mixto, cuando entré en contacto real con chicas. La primera gran amiga que hice era una mujer.
"Mi madre tiene 94 años y es una outsider: es la mujer que más he temido y más he querido"
¿Cómo era ella?
Muy divertida. Fumaba muchísimo. En mi colegio se podía fumar, era antiguo…
Se fuma en el baño en secreto, como se ha hecho toda la vida, ¿no?
(Ríe) Pero es que en aquella época se podía fumar hasta en los pasillos, en el cambio de clase. Hasta en los exámenes se podía fumar en clase.
Parecía aquello una entrevista de Jesús Quintero.
(Ríe) Sí. Y recuerdo aquel primer grupo de amigos y de amigas, nos reíamos mucho en el recreo. Así arrancó mi mundo femenino. Luego me eché una novia.
¿Tuviste una novia?
Sí.
¿Y qué tal?
Bien. Fue una persona que me ayudó mucho.
"El sexo es más fluido de lo que pensamos, nada es blanco o negro"
¿Te enamoraste un poco?
Sí, claro. Es amor. Y te ayuda a conectar con ese… salto de uno mismo. Ese salto que me pilló a mí justamente con 15 años, que va de un colegio religioso, que pilla al otro lado de Madrid, te separas, y te vas a estudiar a un instituto mixto… hubo un momento en el que me costó encontrar conexión.
Durante un verano estuve muy solo. Es la época en la que he estado más solo en mi vida. Y el cine me ayudó. Recuerdo irme solo al cine a ver historias. Mis padres estaban un poco preocupados, porque me veían renqueando…
Estabas cambiando. Estabas creciendo. Y crecer duele.
(Sonríe) Eso creo. Pero me vino bien y espabilé. Y como digo: durante unos años me eché novia.
¿Cuánto durasteis?
Unos dos años.
Amenábar en conversación con Magas en una sala privada del Hyatt Centric, en Gran Vía.
Joder. ¿Y qué sentiste cuando viste el cuerpo desnudo de una mujer?
Nos estamos poniendo… (ríe). Esas cosas sólo las sabe mi psicóloga.
Yo puedo serlo, por un módico precio.
(Ríe) La experiencia te enseña algo que se plantea también en esta película, en El Cautivo, y es que el sexo es mucho más fluido de lo que pensamos y nada es blanco o negro.
¿Soy homosexual? Razonablemente puedo decir que soy homosexual, pero eso no quiere decir que no pueda tener un encuentro con una persona de sexo distinto, o que alguien como Cervantes de pronto pueda tener una conexión o un encuentro sexual con alguien de su mismo sexo pero a la vez haber tenido un matrimonio y una hija.
El sexo es mucho más misterioso y amplio, y el erotismo más todavía, ¿no te parece? No nos hagamos spoiler de nuestra propia vida: en principio seremos heterosexuales, o gays, o… pero luego… ¡vamos viendo!
Exacto. Ahora voy a sonar como el abuelo Cebolleta, pero creo que las nuevas generaciones lo demuestran. Lo estamos viendo por la calle.
Y dan igual las cortapisas que se intenten poner. Lamentablemente, ahora está pasando en muchos lugares del planeta: en Rusia, en cierta manera, está pasando con el mundo trans en EEUU… es una realidad que ha existido siempre, y eso también quería mostrarlo en mi película El Cautivo.
Esos desfiles de hombres, algunos vestidos como mujeres, engalanados… el fenómeno trans ha existido siempre y es como ponerle puertas al campo. Sales a la calle y te lo encuentras, lo que pasa es que ahora es más visible porque afortunadamente están haciéndose valer en nuestra sociedad como parte fundamental de ella. Y entender eso, entender la complejidad… te hablo mismamente el género no binario o fluido.
Yo hace dos años no tenía ni idea de qué era eso, ¡yo, que soy gay, y no había oído hablar de eso…! Me era algo extravagante. ¡Y existía en el siglo XVI! Dalo por seguro.
"Yo, que soy gay, hace dos años no había escuchado hablar nunca del género fluido"
Ahora simplemente lo nombramos. Esto que dices lo pensaba viendo la película de Albert Serra, Tardes de soledad, la de Roca Rey. Es una obra muy travesti.
No la he visto.
Es una maravilla porque es provocación pura: tiene un erotismo muy femenino, en la forma, por ejemplo, en la que visten al torero, cómo le ponen las medias y el collar… o la cuadrilla, que está secretamente enamorada de él. Destila mariconeo. Y es una película de toreros presuntamente heterosexuales… que esto lo cojo yo con comillas. Mundos que parecían irreconciliables y que siempre han estado mezclados. ¡Todos los mundos!
(Ríe). Bueno, en el mundo religioso también pasa. Por si no hubiera montado suficiente polémica con mi película, ahora voy a montar otra. La homosexualidad ha estado muy presente en los seminarios de este país. Vamos, lo sé porque un amigo mío es seminarista y me lo dijo: “¡70% en mi seminario!”.
Qué fuerte, 70% es mucho. Yo le echaba 60%.
(Ríe).
Amenábar en la terraza del Hyatt centric de Gran Vía.
Hablemos ahora de las mujeres de tu cine. Pienso en Ana Torrent en Tesis. Para mí siempre ha sido fascinante, pero también me inquietaba, además de la violencia audiovisual, la violencia concreta contra las mujeres: la sensación tensa, empatizando con la protagonista, de que no sabía cuál de los hombres de la película iba a hacerme daño. ¿De quién me fío…? Aquí hay un depredador.
Tesis es inevitablemente autobiográfica. La rodé en la facultad donde estudiaba. La escena inicial, en la que recomiendan no mirar a un hombre arrollado por el tren, la viví yo mismo. Y sí, la protagonista es mujer por influencia de películas como Coma o El silencio de los corderos. Esta última me marcó mucho: el personaje de Jodie Foster es un retrato feminista en muchos sentidos.
Es magnético e hiriente el momento en el que Hannibal Lecter la define tan quirúrgicamente: “Zapatos caros, bolso barato. Inevitablemente, una pueblerina. Recuerdas aquellas noches sintiéndote vacía dejándote tocar por chicos estúpidos en el asiento de atrás de un coche… y soñando con huir de allí”. Me devastó.
Es tremendo, pero esos son los comienzos de ella… ésta es una historia de empoderamiento. Ves a esa chica estudiante que se viene arriba en el FBI. Y lo más interesante es que no la salvan en el último momento, sino que ella misma resuelve la situación.
Yo no tenía conciencia feminista entonces, ni por asomo, era muy bruto, pero sí tenía claro que en mi película la protagonista debía salvarse por sí sola.
"En 'Tesis' yo aún no tenía conciencia feminista pero tenía muy claro que la protagonista debía salvarse sola"
Lo que pasa es que en esa peli siempre volcaba cosas de mí, de esa especie de alumno modélico que yo había sido y que de repente entra a la Universidad y se convierte en un pésimo alumno. Hasta entonces, yo era un buen chico, un chico aplicado.
A menudo, cuando se abandona el buen alumnado empieza el artista.
Cambias de destino: yo pensé que estaba destinado a Imagen y Sonido y me llevé una desilusión muy grande… en fin, hay mucho de mí en Ángela.
Y tú ves a Ana Torrent, pero en esa atracción que siente por Eduardo Noriega había algo mío reprimido de aquel momento. Y eso que yo no sabía qué iba a ser de mi vida, y menos de mi vida sexual.
Amenábar se sentía identificado con Ana Torrent en Tesis.
Quería preguntarte también por Penélope Cruz y Najwa Nimri en Abre los ojos: la mujer soñada, la idealizada (su Dulcinea, por llevarlo a tu Cervantes) y luego... la femme fatale.
Sí, eran dos arquetipos. Con Mateo Gil jugábamos con clichés del cine negro sin conocerlos realmente de primera mano. No sabíamos cómo vivía un pijo, ni cómo era su casa; hablábamos de cosas ajenas.
Háblame de esa mujer mala, de esa mujer vampiro.
He adorado a algunas de esas mujeres, pero se ha jugado mucho con clichés. Barbara Stanwyck en Perdición es el icono, ¿no? De esa mujer que te va a llevar literalmente a un barranco. Pero nosotros no teníamos ni idea… sólo nos remitíamos a nuestra pequeña realidad.
Pienso en un momento en el que Penélope Ruz se va por la noche y hay dos que se pelean por la misma chica (Eduardo Noriega y Fele Martínez). Esa imagen también la había vivido yo años atrás. Siento que es una película un poco adolescente: no tenía el poso de lo ahora vivido. Por otra parte, tiene mérito: la construimos con imaginación.
"En la atracción que siente Ana Torrent por Eduardo Noriega en Tesis había algo mío reprimido de aquel momento: no sabía qué iba a ser de mi vida sexual"
Hablemos de Nicole Kidman en Los Otros. Hace poco escuché un podcast estupendo de Juan Sanguino sobre el rodaje. ¿Cómo es ella? ¿Es tan bella que da miedo? ¿Cómo es trabajar con un felino grande?
Sí, ella tiene algo felino. Es muy alta, impone muchísimo, pero, al fin y al cabo, como cualquier estrella que ama su trabajo, es una mujer… o era, por lo menos cuando trabajé con ella, absolutamente puntual, comprometida con lo que hacía y muy exigente. Intenté aprender lo más posible de aquella experiencia.
De hecho, creo que para mí el salto cualitativo como director se da en esa película: tuve que enfrentarme a trabajar con una estrella de Hollywood en una lengua que no era la mía, y además con niños, que fue una experiencia interesante.
Hubo un pequeño juego de rivalidad entre Nicole y la niña, Alakina Mann. Gestionar esa sensibilidad también me tocó a mí. Pero bueno, no es lo mismo que lo que tuvo que hacer Robert Aldrich con Bette Davis y Joan Crawford en ¿Qué fue de Baby Jane?, que eso sí que debió ser tremendo.
"Nicole Kidman impone muchísimo, pero es una estrella que ama su trabajo: es puntual y exigente, hubo un juego de rivalidad entre ella y la niña en Los otros”
Yo soy de Davis. Ojalá ser la Margo Channing de Chamberí. Ese es mi sueño. Hablemos ahora de Belén Rueda.
Belén es un cielo. Es un regalo. Lo digo porque, además, sigo manteniendo mucha relación con ella.
El otro día hablaba con mucho cariño de ti en la presentación de la película.
Sí, nos vemos de vez en cuando y nos ponemos al día. Es de esas personas a las que deseas que les vaya bien, porque es todo luz, y al mismo tiempo es muy exigente consigo misma. Te lo da todo en cada plano.
En esta película, yo sabía lo que me jugaba al darle ese papel a alguien que era una estrella de la televisión. En aquel momento no existía la interacción que hay ahora entre televisión y cine, o plataformas. Se sentía que estábamos “contaminando” una película como Mar adentro, que pretendía ser seria y trascendente, con una estrella de televisión. Sin embargo, no podía evitarlo. Dije: “Ha hecho la mejor prueba, me cae bien, se lo merece…”.
"En Ramón Sampedro había algo seductor y manipulador: jugó con las mujeres de su alrededor"
Recuerdo su mirada como desvaída frente al mar y me conmueve aún.
Sí, lo hizo. Estuvo a la altura de todo y de todos.
Las mujeres fueron las ejecutoras en esa película… las que mueven los hilos de Ramón.
Ojo con Ramón, en realidad, porque había algo seductor en él y algo manipulador. Creo que lo tocamos en la película lo justo. Si hubiéramos empujado más la historia, habría sido aún más manipulador. Pero hay momentos donde tienes que reinventar el pasado y no sabes exactamente hasta qué punto entrar. Lo que está claro es que él era un seductor y siempre estaba rodeado de mujeres… jugó mucho con las mujeres de su alrededor y las hizo activar ese mundo.
Hablemos de Emma Watson en Regresión.
Tuve muy buena relación con Emma. Es uno de esos momentos en que te das cuenta de que los actores se sienten llamados por el material. Yo no había pensado en ella para el personaje, pero llegó a sus manos y quiso participar. Es como si los guiones eligieran a los actores…
La varita elige al mago, que dirían justamente en Harry Potter.
(Ríe) Tal cual. En vestuario, tuvimos que adaptarnos: una colaboradora canadiense y yo estábamos contentos, pero Emma no se sentía cómoda con algunos estampados. Trajimos a Sonia Grande, que había trabajado en Los Otros y Mar adentro, impecable. Ella, con un sombrero ruso y -15 grados en Toronto, dio con el modelo perfecto: un babi que parecía un uniforme cristiano, pero que le sentaba como un guante. Con eso, te ganas a la estrella.
Amenábar cree que las actrices no se las puede mover como mobiliario, que tiene que estar justificado.
Rachel Weisz.
Rachel es otro regalo. Te lo da todo en la toma, rompe a llorar y cuando cortas… da miedo acercarte a ella, de lo intenso que es.
Y tú a estos mujerones, ¿cómo te acercabas en plató? ¿Te ponías en plan Hitchcock?
No, no. Él trataba a actrices y a actores como a piezas de mobiliario, pero yo creo que tiene que estar justificado. Nicole, dicho por el mismísimo Kubrick, que trabajó con ella en Eyes Wide Shut, es una purasangre. No puedes hacer eso con ella, no puedes arrinconarla ni decirle “tú te pones aquí porque lo digo yo”. Con ella tienes que justificarlo todo mucho más.
“Mis mujeres favoritas de la ficción son Thelma y Louise: es una película muy inspiradora para mí”
¿Cómo llegaste al personaje de Hipatia de Alejandría, en Agora?
Porque me empiezo a obsesionar con la astronomía, concretamente intento entender la relatividad e investigo sobre ella. Eso me lleva a Einstein, Einstein me lleva a Newton y a otra serie de freaks maravillosos, y empiezo a tirar para atrás y para atrás y me doy con Hipatia.
Quería hacer algo con esta científica. Me pareció un personaje perfecto para hacer ese compendio de lo que para mí es mi visión del mundo y de nuestra sociedad. Creo que es la película más profunda que he escrito y dirigido.
Era una mujer contra los hombres. ¿Tú crees que España es un país falocéntrico?
Sí, España es una falocracia. Legalmente hay avances, pero culturalmente todavía hay mucho que trabajar a favor del feminismo y la homosexualidad, por ejemplo. Las luchas individuales están bien, pienso en Rosa Parks cuando no se quiso levantar del asiento.
Bien. Es un gran acto individual, es simbólico, pero hay que trabajar en colectivo. Hay que integrarlo en la sociedad desde la educación y las leyes, sin retroceder.
"España es una falocracia: hay que trabajar mucho culturalmente aún por el feminismo y la homosexualidad"
¡Vamos a un pequeño test! Escritora favorita.
Leo poca novela. Te hablo de ensayo. María Antonia Garcés, por ejemplo, hace una revisión del trauma para explicar la explosión creativa y el cautiverio de Argel. Me pareció muy interesante leerla, aunque tenga explicaciones psicoanalíticas con las que puedes estar más o menos de acuerdo.
Actriz favorita.
Meryl Streep, sin duda, y a pesar de lo que diga Trump. Y aquí en España, Victoria Abril, Aitana Sánchez Gijón, Belén Rueda, Penélope Cruz…
Música favorita.
Barbra Streisand y, en España, Paloma San Basilio.
Política favorita.
Angela Merkel. La moderación que reivindico hoy, en tiempos tan crispados, donde no vemos más que a gente pegándose gritos en el Congreso… reivindico el espíritu de Angela Merkel.
Directora de cine favorita.
Kathryn Bigelow. Estoy deseando ver su última película. Me encanta cómo dirige, cómo sabe llevar la puesta en escena… tiene tantísimo talento. Y eso que lo del talento es debatible siempre: si esto fuese llevar una bici, sería más claro. Pero ella siempre sabe lo que hace. Para mí el talento es explosión de ideas.
"Se llegará a un entendimiento entre el movimiento trans y el feminismo tradicional"
Personaje de ficción femenino favorito.
Te digo dos. Thelma y Louise. La química entre Susan Sarandon y Geena Davis es maravillosa. Siempre bromeo con uno de mis mejores amigos con que si nosotros hubiésemos hecho ese viaje seríamos un poco Thelma y Louise. Es una película muy inspiradora para mí. Absolutamente moderna. Reivindicable.
¿Cuál es tu relación actual con las mujeres? ¿Encuentras algo en ellas que no encuentres en los hombres? ¿Es un tópico eso de que somos mejores conversadoras?
Yo creo que los tópicos se van diluyendo, pero el problema es que a veces en la vida se compartimenta. Yo estoy en contra cada vez más de vivir en grupos cerrados, pero lo he hecho siendo gay y lo sigo haciendo un poco. Tiendes a eso. A estar rodeado de presencia masculina.
Luego está el fenómeno ‘Mariliendre’, que es totalmente cierto: hay mujeres que se acercan a grupos de gays porque se sienten más a gusto o más protegidas.
Tengo amigas que se han acercado a mi grupo a través de otros amigos heteros, parejas con las que he ido de veraneo. Y he aprendido mucho sobre feminismo. Sobre toda esta guerra (porque es una auténtica guerra) o choque de trenes entre el movimiento trans y el movimiento feminista tradicional. Es difícil opinar…
Amenábar sostiene que en el mundo gay puede haber algún ramalazo de misoginia.
Es muy difícil. Hay que estudiar mucho, yo también estoy en ello.
Es como lo de la gestación subrogada. Para mí es complejo porque tengo amigos que tienen hijos por esa vía y, ¿qué pasa? ¿Que esos hijos son menos legítimos? Pues no. Para mí es difícil posicionarme sin herir, y también es difícil posicionarme entre las legítimas reivindicaciones del movimiento trans y las muy legítimas reivindicaciones del feminismo tradicional.
Es duro terciar ahí, pero desde luego creo que se llegará a un equilibrio y a un punto de entendimiento. Lo que no creo que tenga sentido es coger y decir “ah, pues vamos a liarla parda, vamos a volver al mundo tradicional de hombre-mujer y familia”.
Eso sí que sería una auténtica regresión. Hay que mirar al futuro sin miedo. Tengo amigas que ahora serían consideradas tránsfrobas y por supuesto amigas completamente a favor del movimiento trans.
¿Hay misoginia en el mundo gay?
Puede haber algún ramalazo, sí.
¿La mujer que más has temido en tu vida?
Esto va a sonar duro, pero, inevitablemente, mi madre. Es de armas tomar. La quiero muchísimo, pero nos tenía bien aleccionados. Nunca fuimos niños, siempre parecía que tuviéramos treinta años. Si nos llevaba a una casa sabía que nunca íbamos a dar guerra, que nunca íbamos a romper un vaso.
Y, finalmente, la mujer que más has querido…
También mi madre. Gran parte de lo bueno y lo malo de mí viene de ella. He aprendido a gestionarlo con tranquilidad y sin reproches. Ha sido maravillosa.