Fotomontaje elaborado por Magas.

Fotomontaje elaborado por Magas. Julia Ramírez Julia Ramírez

Protagonistas DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER EN LA INGENIERÍA

Las 13 primeras ingenieras de satélites 'made in Spain': su carrera es única en el país (y el espacio ya las quiere fichar)

Eva, Maria, Julia y otras 10 jóvenes forman parte de la primera promoción del grado impartido desde la Universitat Politècnica de Catalunya.

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En 1963, España se abrió paso en la conquista espacial con la creación de la Comisión Nacional de la Investigación del Espacio (CONIE). Una organización fundada con un modesto presupuesto y el objetivo de afianzar el desarrollo tecnológico patrio con la fabricación de cohetes y satélites.

Paralelamente a esto, el país fue ganando peso en las conversaciones que darían forma, entre otras, al nacimiento en 1975 de la Agencia Espacial Europea (ESA). La convención fundacional contó con su firma y la de nueve países organizados para promover la cooperación en el espacio.

Ha pasado desde entonces medio siglo de avances, inversión y proyectos orientados a avanzar en la exploración de lo que hay más allá de la Tierra. Hoy se habla de conceptos como la nueva economía del espacio, que impulsa el despliegue masivo de nanosatélites para democratizar el acceso a este.

El NewSpace representa un salto de paradigma en la industria y es uno de los ejes sobre los que orbita el grado en Ingeniería de Satélites de la Escuela de Ingeniería de Telecomunicación y Aeroespacial de Castelldefels (EETAC), alineándose con la estrategia de la Generalitat de Catalunya, que pone su foco en este campo en evolución.

La Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) estrenó su carrera estrella el curso pasado, con 40 plazas a ocupar por chicos y chicas que carecían de referencia alguna sobre lo que les podría deparar el grado, pero que probablemente se habrían imaginado de pequeños en la NASA, construyendo cohetes, siendo astronautas…

O diseñando satélites. Eso es a lo que quiere dedicarse una vez termine sus estudios Eva Larriba, una de las alumnas que integran esta primera promoción. "Quiero entender cómo funcionan y trabajar en una empresa, no sé si en España o fuera, depende de cómo me vaya".

Mar Sánchez, una de las estudiantes de la promoción de 2024 del grado de Ingeniería de Satélites.

Mar Sánchez, una de las estudiantes de la promoción de 2024 del grado de Ingeniería de Satélites. Cedida

La joven se decantó por estos estudios porque fusionaban dos campos que le apasionan: física y tecnología. "Estaba investigando notas de corte cuando descubrí esta ingeniería, que acababan de crearla precisamente en Castelldefels, y decidí tirarme a la piscina", explica.

Aunque su opción inicial tras las Pruebas de Acceso a la Selectividad era dedicarse a las matemáticas puras, acabó convencida de que esta era una "mejor apuesta" porque cumplía con sus expectativas de "ver las cosas más visuales y aplicadas", relata a esta revista.

Una motivación similar fue la que empujó a Maria Corbacho, otra de las estudiantes. "Siempre he tenido claro que quería hacer una ingeniería porque me gusta entender las cosas y saber dónde puedo aplicar toda la teoría que nos explican en clase. Mi sueño desde pequeña ha sido ser astronauta".

Maria Corbacho en su graduación, unos meses antes de entrar en la universidad.

Maria Corbacho en su graduación, unos meses antes de entrar en la universidad. Cedida

Corbacho, que siente "mucha curiosidad" por la inmensidad del cosmos, veía que las opciones ofertadas hasta entonces en España no eran exactamente lo que ella buscaba. "Lo más parecido era aeroespacial, que me lo planteé, pero no se centraba del todo en el espacio exterior y los satélites".

Irina Jolín, criada en el seno de una familia de ingenieros, siempre ha estado en contacto con la profesión. “Cuando le preguntaba a mi padre a qué se dedicaba, siempre me decía: resolver problemas. Yo también quería hacerlo”.

Ese objetivo de “seguir su camino” fue algo en lo que se reafirmó cuando, con 16 años, fue a una conferencia de ingeniería enfocada en el vínculo entre la mujer y el mundo STEM. “Me di cuenta de que yo también quería formar parte de eso”.

En el caso de su compañera Mar Sánchez, la vocación la llamó en tercero de la ESO, gracias a un libro que marcó un antes y un después en su vida: Proyecto Hail Mary (Nova, 2021), de Andy Weir. "Creo que el espacio es el ámbito más bonito de la ciencia", apostilla.

Lo de Caterina Cid fue más bien cuestión de agallas. “Yo quería un reto y me enteré de que era de las carreras más difíciles. Me encantó la idea de estudiar algo que nadie había hecho antes porque implicaba embarcarme en una aventura desconocida”.

Un grado único en España

El grado de Ingeniería de Satélites pretende formar en las competencias necesarias para desarrollarse en una industria en plena expansión, gracias a la integración de tecnologías avanzadas, la impresión 3D, la IA y las comunicaciones móviles de nueva generación.

Caterina Cid, una de las alumnas del grado.

Caterina Cid, una de las alumnas del grado. Cedida

Es el primero de su tipo en España, y, además, lo oferta una universidad pública. La UPC promete que quienes se gradúan están preparados para "convertirse en agentes clave en el futuro del sector". Por lo pronto, ya hay 13 chicas hincando codos para convertirse en las próximas ingenieras satelitales formadas de cero en este país.

"Creo que es un porcentaje alto para lo que acostumbramos a ver en las ingenierías, porque en este ámbito no estamos suficientemente visibilizadas. Se nota que hay más chicos, pero yo, al menos, no he encontrado grandes distinciones. Nuestros compañeros siempre intentan que nos sintamos incluidas", asegura Larriba.

Sus compañeras también coinciden en esto. La palabra “compañerismo” se repite entre aquellas que comparten su experiencia con esta revista. “Es cierto que en los estudios académicos sí que noto la falta de presencia, porque la mayoría de los autores son hombres, pero en el día a día no hay diferencias”, subraya Jolín.

¿Cómo valoran este primer curso? Para las jóvenes "no ha sido fácil". Muchas han pasado de sacar dieces en el instituto a suspender algunas asignaturas, algo frecuente en las ingenierías. "Pero bueno… creo que he salido bastante bien de él. Al ser evaluación continua, puedes sacarlo aunque te vaya mal en algún examen si has trabajado durante el año", dice Larriba.

Este curso, han "tanteado el terreno", del laboratorio a las prácticas en electrónica y señales, cumpliendo con lo prometido por la EETAC. Esta carrera pionera es eminentemente práctica, presume su plan de estudios, e invita a los alumnos a crear proyectos realistas desde la idea hasta la operación.

Instalaciones de la EETAC.

Instalaciones de la EETAC. Cedida UPC

Han trabajado con programas de simulación, aprendido a resolver problemas que realmente podrían surgir en una misión y estudiado cómo se comunican los satélites entre ellos y con la Tierra. La teoría, cuentan, también se les ha hecho interesante, con asignaturas más "de pizarra", como Introducción al Espacio o Mecánica Clásica.

En los siguientes cursos, aprenderán sobre Mecánica Orbital, Entorno del Espacio, Cohetes y Lanzaderas, Análisis y Diseño de Misiones, entre otras muchas que, "aunque posiblemente me quiten el sueño, seguro que me acabarán encantando", ríe Sánchez.

Lo que tiene de especial la carrera, en palabras de Eduard García-Villegas, subdirector de Promoción de Estudios y Nuevo Estudiantado de la EETAC, es que ha tomado papel y boli de lo que necesitan las empresas hoy en día y lo ha volcado en un programa compendiado en cuatro años.

El sector en España está "emergiendo", asegura, de la mano no solamente de gigantes tecnológicos como Indra o Airbus, sino también de pequeñas empresas y startups como Open Cosmos, que cada vez tienen más peso dentro del flamante ecosistema NewSpace.

Todas tienen algo en común: hay "un perfil técnico nuevo" que se les escapa y quieren fichar ahora más que nunca. "Buscan a gente que fusione conocimientos en telecomunicaciones, aeronáutica y del entorno espacial. Nos pusimos a trabajar en crear un plan de estudios que cubriera estas necesidades", explica, y así surgió el grado.

"Lo creamos antes de saber siquiera si tendría interés en el estudiantado, pero está funcionando", destaca Villegas. "La tasa de salidas profesionales será alta", promete sin temor a posibles fugas de cerebros: "Van a tener muy buenas perspectivas en España, el sector está creciendo".

Y añade: "No solo se trata de la industria espacial, otras también aprovecharán sus aplicaciones: desde las infraestructuras, que empezarán a mirar al espacio, hasta sectores como la agricultura, donde el análisis de imágenes satelitales será clave para el control climático y la gestión de desastres, algo muy presente últimamente".

Precisamente, a Caterina Cid le “encantaría” poder combinar su formación con el grado de Ingeniería Agrónoma, en el que tiene claro que se matriculará una vez se gradúe. En cualquier caso, dice, aún es pronto para trazarse un camino definitivo: “Quiero ver mundo, estudiar un máster o trabajar en otro sitio… igual hago un año sabático”.

A Irina Jolín le atraen los campos que comienzan por ‘astro’: astrofísica, astronomía, astrobiología… “Aún no sé qué voy a hacer, pero me gustaría centrarme en el espacio y ver a dónde me lleva este camino”, confiesa.

Irina Jolín, en su retrato de la orla de bachillerato.

Irina Jolín, en su retrato de la orla de bachillerato. Cedida

En 10 años, Maria Corbacho se imagina trabajando en una agencia como la ESA, o en empresas del sector. Menciona algunas: Sateliot, Airbus, Thales… ya las tiene en el radar. Las firmas, probablemente, también están pensando en jóvenes como ella.

También le resultan atractivas las comunicaciones vía satélite, porque "están creciendo mucho con los nuevos sistemas de conectividad global. Me gustaría combinar la técnica con proyectos que realmente tengan un impacto, ya sea ayudando a conectar zonas remotas del planeta o desarrollando tecnología que facilite las misiones".

Mar Sánchez se decanta por la investigación, "aunque también sería feliz trabajando en el diseño de misiones y satélites", supone. Lo ideal para ella sería fusionar ambas; lo que tiene claro, en cualquier caso, es que está "tranquila" por su futuro una vez salga de la escuela.

En 2024, el proceso de matriculación se cerró con una nota de corte de 10,83. Este año, la UPC ya espera dar la bienvenida a una nueva promoción de estudiantes en la que confían que haya aún más perfiles femeninos.

"Los profesores han evocado la necesidad de nuestra presencia en la ciencia", cuenta Sánchez, que confiesa estar "superagradecida" por haberse criado en un entorno que nunca dudó de sus posibilidades, y por las mujeres que no pudieron ser científicas, pero lucharon para que ella hoy sí aspire a ello.

Cuando hizo el bachillerato tecnológico, en su clase solo había tres chicas. En el caso de Maria Corbacho, ella era la única que quería dedicarse a una ingeniería. "Sentía que no era lo habitual y que no encajaba del todo, pero me alegro de haber perseguido lo que realmente me apasiona", celebra.

Por su parte, la Politécnica declara a esta revista que "nuestro interés es llegar a un equilibrio que represente lo que es la sociedad. No tiene sentido que profesiones tan relevantes como la ingeniería estén solamente en manos de mitad de la población".