Miren Iza, artista y líder de la banda Tulsa.

Miren Iza, artista y líder de la banda Tulsa. Aitor Laspiur

Protagonistas

Miren Iza, artista y vocalista de Tulsa: "La idea del amor romántico ha sido una de las grandes trampas"

Hablamos con la líder de Tulsa sobre su nuevo disco y el espectáculo Amadora. También sobre mujeres y el dolor. Sobre el maridaje de teatro y música, o viceversa.

20 septiembre, 2023 03:05

Escucho en bucle sus temas, rescato frases que me tocan y provocan, como “no quiero hacer historia, nadie se va a acordar de mí” o “eres parecida a mí y a la vez tan distinta, una laguna de ternura”, pertenecientes a su último álbum de estudio: Amadora, el séptimo de su historia junto a la banda Tulsa, que pisará tierra y cielo el día 24 de noviembre.

Antes de eso, Amadora se hará carne de teatro, un espectáculo producido por Teatro Kamikaze con texto y dirección de María Velasco, y con tres actrices, Socorro Anadón, Celia Bermejo y Carmen Mayordomo en escena, atravesadas por las canciones de Miren Iza interpretadas por ella misma y los músicos: Clara Collantes, Mariana Pérez y Javier Carrasco.

Las palabras son gestos, a veces épicos, otras veces íntimos y no por ello menos relevantes. Miren las selecciona delicadamente y con precisión, moldea las palabras y luego las suelta, transformadas en canción, en impresión, en acontecimiento presente.

[Ángeles Martín: “Me da pavor que en las noticias le dediquen medio minuto a la guerra de Ucrania”]

Aquí y ahora, en este día preñado de otoño, su voz hablada entra en mi casa de Cercedilla con descaro y ternura; es dulce y al tiempo desgarrada, intensa, orgánica, sincera y naturalísima, atenta, una voz despierta y rápida.

Precisamente en este pueblo de la sierra oeste de Madrid, rodeada de bosque, nuestra artista ha grabado el álbum Amadora, disco impregnado de aroma a pino salvaje, cantado al vuelo de arrendajos, herrerillos y alcaudones prendidos en músicas y letras.

Miren Iza (Hondarribia, 1979) es cantante y psiquiatra, impulsora, creadora, vocalista y compositora, líder de la banda Tulsa, que nace en el 2002 y se hace disco en 2006 con un primer álbum del mismo nombre.

Desde entonces siete discos han sido dados a luz, nacidos en períodos discontinuos de creación y de calma, porque no todo es exponerse, a veces hay que “desaparecerse” por fuera para reaparecer por dentro. 

En 2023 la banda cumple 21 años de vida y escenarios, de estudios de grabación y carreteras o aeropuertos, de giras, teatros, festivales y complicidades varias.
Y como no hay ganas ni hay manera de estarse quieta para la internacional artista guipuzcoana -porque Iza es nervio en búsqueda constante, riesgo, cambio, transformación y atrevimiento -, Tulsa avanza y se adentra en nuevos territorios.

Y en esas está, ahora, Miren Iza, en salir de la estereotipia de la música y de la vida, en disfrutar, en transformar dolores invisibles en animales aullando. Por eso y por más cosas que iremos desvelando, un día de hace un año Miren le da la mano a la dramaturga y directora de escena María Velasco, y empatizan inquietudes, talento y muchas preguntas comunes sin respuesta.

[Isabel Ordaz: “La verdad nunca tiene que ver con el arte. Ahora, ni siquiera con los medios”]

Las dos juntas crean y despliegan las alas del espectáculo que podrá verse los días 11 y 12 de noviembre en los Teatros del Canal (Madrid) y el día 18 de noviembre en San Lorenzo de El Escorial, enmarcado en la 41 edición del Festival de Otoño, de título igual al disco: Amadora.

Miren Iza.

Miren Iza. Aitor Laspiur

Pregunta: ¿Amadora, disco y espectáculo, es un mismo animal con diversos cuerpos? O son ¿dos cuerpos artísticos diferentes e independientes?

Respuesta: Los temas del disco van a estar adaptados al espectáculo, no va a ser un concierto, es decir, el espectáculo Amadora no es la presentación del disco Amadora, sino que las canciones, o fragmentos de los temas, estarán al servicio de la obra de teatro. Siendo un mismo animal se va a mostrar de diferentes maneras.

P.: ¿Cómo definirías, en una frase, la chispa inicial o el tema principal y la pulsión que late en Amadora?

R.: La primera chispa de la que nace el proyecto es: el dolor de las mujeres.

P.: Una chispa que prende, a raíz de tu doble necesidad de hablar de tu (nuestro) dolor, pero ¿también para escapar de los límites, de tu escenario, tus círculos y circuitos? ¿Para indagar en otro tipo de materiales creativos y formas estéticas posibles?

R.: Sí, yo tenía una extraña necesidad, muy primaria, de darle una forma diferente a los conflictos o preguntas que me suscita mi trabajo de psiquiatra, cosas que no tienen, habitualmente, más espacio para resolverse o aliviarse, que el propio espacio terapéutico.

Hay cuestiones que solo el arte o la poesía, la escenificación o la representación, pueden resolver. Bueno, no resolver, que es una palabra que no aplica, me refiero más bien a abrir otras puertas diferentes para enfrentarlas.

Ni el disco ni la función Amadora, dan respuestas. Hay una gran interrogación que se abre y se trata de desarrollar la investigación y exploración de esa interrogación.

Esta cuestión, que pertenece a un ámbito psicológico e íntimo, mío, también estaba unida a la apetencia de la que hablas, de cambiar de escenarios en el sentido literal y metafórico. Evitar caer en el 'sota, caballo y rey' de cuando sacas un nuevo disco, o libro, o película. Porque, al final, se estereotipa todo, cumples un recorrido planteado a priori.

La manera de salir de ese viaje prescrito ha sido mezclarme con otras disciplinas. Y además es más divertido y te unes a otras personas.

P.: Y la persona mágica a la que se ha unido es María Velasco…

R.: Sí, y me encanta trabajar con María, además de que la admiro muchísimo como escritora y artista, también porque se reparte la carga moral del proyecto, lo cual, para mí, es una novedad y me gusta mucho.

P.: ¿De dónde viene el dolor de las mujeres? ¿Es cultural, social, ancestral, aprendido, propio o heredado? ¿Está en usted, y en el doble proyecto Amadora, la ilusión de reconciliación o de entendimiento, con madres, abuelas, hermanas, hijas, amigas… o más bien con una misma?

R.: La mujer hereda muchísimas cosas y dolores invisibles, culturalmente hereda el mandato de cuidar, de abnegarse por los que tiene alrededor, de formar familia, de seguir el rol de santidad y de bondad que se relaciona con las madres y con las mujeres en general y que, todavía, a las mujeres de mi generación nos toca.

En nosotras habita esa angustia, esa contradicción entre: no seguir ese mandato y, por otra parte, tratar de entender por qué sí lo han seguido otras.

A mí, la palabra reconciliación me lleva a una pelea. Yo, personalmente, no estaba peleada con nada de eso, aunque en nuestras conversaciones a raíz de Amadora han surgido todo tipo de cuestiones, reflexiones, y en mi caso también contradicciones.

La angustia, la inquietud en mí, responde más a un temor: temor de no ser eso y de serlo, a la vez. Siento que todas contenemos esa angustia, porque el mandato contiene algo muy cómodo, si hay mandato no hay cuestionamiento, con lo cual, no seguirlo conlleva una angustia intensa.

Es como un diálogo mío, propio, entre esas dos pulsiones que sí están peleadas, una que rompe con ese mandato y la otra que quiere seguir acatándolo, cuando lo llevas dentro no es algo que se finja, está ahí. Hay una pelea interna fuerte.

P.: También está esa otra dicotomía entre la presencialidad o la necesidad de ser mujeres cuidadoras y, al mismo tiempo, la invisibilidad que ellas, nosotras, sufrimos por parte de la sociedad en su conjunto. ¿Nos hemos acostumbrado a borrarnos?

R.: Sí, desde luego, yo parto de ahí. Creo que parte del mandato de 'santidad' es el silencio, el ser modosa, discreta, el ser invisible. El problema es que la invisibilidad viene de fuera, pero otras veces también viene desde dentro, porque lo tenemos tan tan interiorizado que, al final, creemos que una persona buena está relacionada con alguien que no da problemas, que es dócil.

En el texto de María se utiliza mucho la palabra 'domesticada'.

P.: ¿Qué es para usted la domesticación y el intento de no serlo o estarlo?

R.: Es un concepto que trabaja María Velasco en la función de teatro, pero sí es verdad que en las canciones hay una curiosa e inconsciente y no premeditada presencia de animales, que enlaza con el disco anterior que hice, Centauros, porque casi nos entendemos mejor a nosotros mismos observando a los animales, o buscamos, a través de los animales, comprender al ser humano.

Para admitir nuestra propia fiereza, a veces, recurrimos a símiles animales porque nos resulta muy violento hablar desde el punto de vista humano.

Da miedo pensar en la domesticación, te lleva a preguntarte: ¿yo estoy domesticada? ¿Según qué códigos o consignas estoy viviendo? ¿Estoy haciendo realmente lo que yo quiero? ¿Quién toma las decisiones? ¿Quiero estar domesticada? Sin embargo, seguir el mandato conlleva cierta comodidad, no te cuestionas las grandes preguntas y vives sin la angustia de la elección.

En mí, la domesticación sería algo a evitar, soy una persona bastante aventurera y me gusta pensar que vivo las aventuras que se me van presentando en la vida. La música la relaciono con eso, con el salir todo el rato a la aventura.

La palabra domesticado o domesticación, me impresiona mucho. Conlleva un encierro, una transformación en algo o alguien en absoluto molesto, en algo mudo, totalmente inofensivo, por eso está bien ponerla sobre la mesa para confrontarnos con todo eso.

P.: Para salir del encierro mudo, para no ser inofensivas, ¿hay manera de gritar, de reclamar espacio, sitio, presencia?

R.: Por supuesto que hay una manera de gritar. Hay una palabra que utiliza Simone Weil y que, a su vez, utiliza Anne Carson titulando uno de sus poemarios, que es 'decreación' – también podríamos decir 'descreación' –. Refiriéndose a la transformación posible, a través del hecho de desvelar, quitar velos de las cosas implícitas que podemos ir transformando, poco a poco, en explícitas, con las conversaciones, la observación y el análisis de las situaciones.

Al menos para ser conscientes de aquello que nos ha condicionado, de lo que era de otros diferenciándolo de lo que realmente es de una misma.

P.: Como parte de la 'decreación', descrita por Weil como el 'deshacer a la criatura que hay en nosotros', no cree que también ¿estamos perdiendo la capacidad o la valentía de amar? Como consecuencia de esa transformación contemporánea, es decir, por rechazo a ser amadoras o amadores, o cuidadoras, ¿hemos saltado al otro extremo del amor?

R.: La palabra amor hay que cogerla con pinzas. La idea del amor romántico, precisamente, ha sido una de las grandes trampas, así que está fenomenal que tú tengas la sensación de que estamos en las antípodas, porque yo no tengo esa sensación, para nada.

Yo creo que todavía no se ha roto esa promesa que deviene rápidamente en trampa, porque el amor romántico, al final, es una suerte de coartada en la que tú esperas que la pareja romantizada e idealizada, le de sentido a todo.

Hay una jerarquización y priorización de eso frente a todo lo demás. Y ahí, ya, tu vida pasa a segundo plano. Lo que dice el feminismo es: no pongas por delante el amor romántico frente a tus decisiones, tu economía, tu trabajo… porque así es como dejas muchas cosas de tu vida a expensas o en manos de un “otro”.

No creo que hayamos perdido la capacidad de amar, en absoluto. Sí creo que sería interesante, y estamos todavía lejos, concebir el amor de una manera mucho menos dañina, menos idealizadora, en términos de comunicación, de afecto y de cuidados, pero con mucha más simetría entre dos seres.

P.: Al igual que la mujer 'amadora' necesita salir al exterior de su espacio o casa jaula, para confrontarse y transformarse, usted misma ¿decide romper, como artista, la rutina, el confort, lo conocido, y salir de su frontera ya transitada, como las salas de conciertos y circuitos habituales?

R.: Sí, es interesante esa equiparación. Creo que cualquier rutina puede agotar la felicidad del extrañamiento. En la música, aunque parezca constantemente excitante, también pasa eso, al final, se repiten las cosas por mecánica.

Personalmente, yo no me había cansado tanto del circuito porque para mí la música sigue siendo esa especie de santuario intocable y siempre que voy a tocar es un acontecimiento. Me parece un milagro tener otro disco y que sea el séptimo.

Pero sí me apetecía cambiar y fantaseé, me planteé dónde quería tocar, cuál sería el sitio más bonito para escuchar las canciones, y entonces aparece el teatro. ¿Y si encima es con una extensión dramatúrgica y escénica? Sería la leche, pensé. Pues resulta que todo eso está ocurriendo.

P.: ¿Desde qué lugar interior siente que está escribiendo y componiendo, ahora? Por ejemplo, ¿de dónde nace el tema No quiero hacer historia?

R.: Literalmente no quiero hacer historia, no lo busco, es precisamente eso, es una especie de anti fama. Parece que en estos tiempos hay una obsesión por la exposición y por la fama, es algo que me cuesta comprender, no conecto, para nada, con mi tiempo, en eso, de verdad.

P.: Tal vez porque esa conexión con los otros, ese reconocimiento o fama, actualmente es tan inmediata, tan furtiva, tan fugaz…

R.: Claro, esa obsesión por la 'viralidad' o viral es algo que no me gusta nada de mi tiempo, y esa es mi manera de decirlo, con una canción.

¿Desde dónde escribo ahora? Muy tranquila. Lo veo como un oficio y a la vez me he sentido muy impulsada por el motor que es este personaje, Amadora, que ha aparecido como un 'encargo' externo y, al mismo tiempo, es una cosa mía.

Se trata de hablar en primera persona como si fueras un personaje que contiene cosas tuyas, propias, pero no deja de ser un personaje. Lo de estar a disposición de un personaje imaginario me ha encantado, me ha gustado muchísimo.

Lo he hecho muy rápido, yo suelo ser mucho más lenta en los procesos, más lánguida, más triste, y todo esto ha durado, en total, un año. Y lo he hecho con muchísima felicidad. Y con mucha determinación.

P.: Con lo cual, ¿ha habido en usted un cambio respecto a discos anteriores, y una alegría diferente y nueva?

R.: Sí, eso seguro, mucha alegría. Además, lo hemos grabado en Cercedilla, el productor Ángel Luján y yo, mano a mano, y hemos sido muy felices allí. Estas cosas bonitas, invisibles, también forman parte de los discos.

P.: Otra canción del disco titulada Laguna, define la amistad como una laguna de ternura. ¿Qué significa, para usted, navegar esas aguas?

R.: Es una relación de amor, un tipo de amor, para mí, menos nocivo que el romántico, aunque también hay gente que, en la amistad, se maneja en términos muy dañinos, no podemos ser totalitarios.

Para mí, la amistad es eso, un remanso de paz, una laguna de ternura, algo que me sostiene, un refugio vital de un valor incalculable y, por lo tanto, algo a reivindicar. La amistad me ha salvado la vida, muchas veces.

P.: Hablando de amistad, y ya que hemos reflexionado sobre la domesticación, ¿qué piensa y siente, ante el gesto de Eva Amaral que, antes de cantar a pecho descubierto en el escenario de Sonorama, dice su nombre junto a los de otras artistas homenajeadas?

R.: Siento extrañeza, porque yo no he sido tan valiente, el nombre que debería estar ahí es el de la actriz Socorro Anadón. Siento un cariño enorme por Eva, y admiración, porque Eva, al margen de que me mencionara a mí o no, de verdad, demostró que no le da miedo el riesgo, porque en absoluto necesitaba hacer eso y a la vista de la reacción que ha habido, ha tocado teclas que no pensábamos que iban a llegar tan lejos.

P.: ¿Por qué ahora, un gesto de libertad llevado a cabo por una mujer, una artista, genera tanto odio y ruido?

R.: El asunto me da tristeza y bastante pereza, me refiero a esas conversaciones de masas que generan muchísimo ruido a través de Twitter y que enlazan con los medios “clásicos” de comunicación. Como todo el mundo tiene una opinión pública o potencialmente pública, parece que, ya sea de Amaral u otra cuestión, a la gente le priva hablar en masa de lo mismo, como en una plaza de pueblo gigantesca en la que todo el mundo se puede pronunciar.

Amaral dice haber recibido muchísimo odio, cosa que es terrible, eso me parte el alma, y sí creo que hay un odio extra cuando se trata de una mujer.

Pero luego pienso en las mujeres de Afganistán, que no es que no puedan enseñar las tetas, es que no pueden ser.

P.: En Europa, frente al retroceso de derechos, ante la censura, ¿tenemos que poner el cuerpo, es necesario?

R.: No tenemos que hacer nada que nosotras no queramos hacer, eso es lo más importante, que la mirada sea nuestra y que lo que hagamos sea porque nosotras queremos, no porque nos sentimos obligadas a enseñar nada ni a poner el cuerpo si no queremos.

Tenemos que seguir a lo nuestro, ser dueñas de nuestra mirada y por supuesto de nuestro cuerpo, tanto para enseñarlo como para ocultarlo, si queremos. Ahí está el ejercicio de la libertad.

P.: ¿En qué lugar del mundo y de usted, se siente más libre y más yo? ¿En soledad o en compañía? ¿En esa ciudad de EE.UU. llamada Tulsa o en la ciudad portuguesa de nombre Amadora?

R.: [Se ríe con honestidad y frescura] Sí, un resumen de mi carrera podría ser esa obsesión por localizar animales y ciudades.

La soledad la llevo muy bien, ahora. Ha sido un camino de 'decreación', como decíamos antes, mi propio aprendizaje; poco a poco fui reaprendiendo, o más bien aprendiendo. No nos damos cuenta de lo que nos viene dado, lo que asumimos como si fuera nuestro y no lo es.

La soledad es como mi sede central y desde ahí me relaciono con mi pareja, con mis amigos, con el mundo.

Y, por otra parte, con el tiempo me he ido haciendo muy concreta, se ve en mi escritura, me he hecho muy prosaica, ni yo misma me había dado cuenta, como si hubiera hecho un pacto anti metáfora.