Pensar al mismo tiempo en energía nuclear y cáncer puede resultar en la cabeza de cualquier persona una mezcla explosiva. Sin embargo, para la jefa de oncología radioterápica del Centro de Protonterapia de QuirónSalud, Carme Ares, es sinónimo de vida, o al menos, de curación.

Este centro abrió sus puertas a finales de 2019 en Pozuelo. La dirección tuvo claro desde el principio que querían al mejor responsable al frente y el mejor era ella: la catalana Carme Ares (52 años) llevaba más de 15 años experimentando con la protonterapia en los mejores centros de Suiza, EEUU y Países Bajos.

"Cuando me llamaron, estaba viviendo en Maastricht. Llevaba más de 15 años en el extranjero y volver a casa nunca lo había descartado, pero siempre pensé que sólo lo haría para un proyecto que fuese interesante. Y éste, era una oportunidad. Además, no había muchos médicos españoles con experiencia que estuviesen disponibles", explica esta especialista en una sala muy iluminada del hospital de Pozuelo.

Carme Ares, en la sala donde se realiza el tratamiento de prontonterapia.

Carme Ares, en la sala donde se realiza el tratamiento de prontonterapia. Carmen Suárez

El de QuirónSalud es el segundo centro en España que propone esta técnica para luchar contra el cáncer. Hasta ahora, los pacientes que querían (y sobre todo podían) costearse esta técnica tenían que ir a EEUU, Suiza u otro país europeo para tratarse. Pero este centro ha abierto muchas posibilidades a un abanico más amplio de enfermos y con tratamientos más revolucionarios.

"La protonterapia empezó en los años 50 en EEUU, concretamente, en Boston. A Europa llegó en los años 90. En España, lo que pasaba, es que el grupo de pacientes que se beneficiaban de esta tecnología, como había muy pocos centros, era muy seleccionado. Era un tratamiento superselectivo. Ahora al aumentar los centros, en Europa y aquí en España, nos va a permitir poder tratar a más pacientes con esta tecnología, aunque no se va a sustituir en todos los casos la radioterapia con fotones", asegura.

Entrar en la sala de tratamiento es como cruzar una puerta hacia el futuro. Desde fuera, unas pantallas monitorizan todo lo que ocurre dentro porque, por seguridad, cuando se produce la descarga no puede haber nadie más que el paciente.

"La sala de tratamiento es la punta del iceberg. Detrás está el gantry que ocupa dos pisos y es lo que hace moverse a la máquina y el generador que tiene dos metros de diámetro y dos de altura, que es donde se emiten los protones", nos muestra Carme Ares.

Lugar donde se produce la irradiación del  centro de Prontonterapia de QuirónSalud.

Lugar donde se produce la irradiación del centro de Prontonterapia de QuirónSalud. Carmen Suárez

La luz tenue, los dibujos en la entrada para tranquilizar a los más pequeños, el espacio abierto ayudan a crear un estado casi hipnótico que da un respiro a los que se tumban en esa camilla. 

"La irradiación de los protones se produce con aceleradores que, como toda radioterapia, tienen que estar dentro de búnkeres blindados. Aquí, la irradiación sólo está en la sala de tratamiento cuando el paciente es irradiado", insiste.

Pero ¿cómo llega una médico de Urgencias a ser una de las mayores expertas de protonterapia de nuestro país? "Durante la facultad, la oncología siempre fue una de las patologías que me atrajo y en las rotaciones, estuve en oncología. Me gustó estudiar opciones qué se podían ofrecer al paciente", aclara esta profesional de vocación muy temprana, "quise ser médico desde pequeña".

De uno de sus mentores empezó a oír hablar de esta técnica y su tesón hizo el resto. "Me formé en el Hospital de San Pau, en Barcelona, y uno de los adjuntos había estado en Boston donde había trabajado con protonterapia. Ya había escuela dentro de este servicio de oncología".

En cuanto pudo hizo las maletas y se marchó a Suiza: "El centro de Protonterapia del Paul Scherrer Institute en Suiza es uno de los pioneros en Europa y donde se desarrolló la tecnología de pencil beam". Un lugar que fue el primer escalón de una carrera siempre hacia arriba.

Carmen Suárez

Carme Ares es pausada al hablar. Explica el efecto de los protones en los tumores como si estuviera contando lo mal que se pone el tráfico en Madrid cuando llueve. No se altera, sonríe y sobre todo, insufla esperanza en cada silencio en el que busca la palabra exacta.

Es difícil imaginársela en el caos de una sala de Urgencias. De su tiempo en este área recuerda lo duras que eran las guardias aunque cuando empezó a trabajar fuera de España se dio cuenta de que lo duro realmente era equilibrar vida familiar con una intensa vida profesional en la élite: "Gracias a los aviones. Son unas cuantas horas de vuelo para poder combinar, pero la medicina no puede ser todo. No es fácil, pero se puede hacer", advierte.

Con una sonrisa serena y mirando al cielo casi en busca de recuerdos, insiste en la importancia de las Urgencias y la atención primaria para la salud global: "Es el primer contacto con un paciente que tiene un problema. A veces se crean situaciones complicadas, en las que tienes que tomar decisiones de forma muy rápida, que puede estar en riesgo la vida del paciente... Y se aprende mucho".

Por eso reclama más recursos y esfuerzos en estos sectores y no sólo ahora, con la que está cayendo: "Tanto la asistencia primaria como las urgencias tienen un rol muy importante que muchas veces no se les da y lo estamos viendo con la pandemia. La primera línea de contacto para las personas que están enfermas, que tenía que ser la asistencia primaria, todavía no funciona de forma óptima, porque les faltan recursos, y muchas veces el paciente tiene que acabar en urgencias, lo que provoca, como en estas situaciones que hemos vivido en la primera ola, un colapso de los servicios sanitarios".

Por ahora, ninguna de sus dos hijas ha querido seguir la estela de éxito sanitario de su madre pero claro, ella tampoco tenía a ningún médico en su familia y ahora es una de las expertas oncológicas más importantes de nuestro país en este tipo de tratamiento.

Un enfermero coloca el gorro que utilizan los enfermos en la sala de radiaciones.

Un enfermero coloca el gorro que utilizan los enfermos en la sala de radiaciones. Carmen Suárez

¿Qué es la protonterapia?

Ares explica que la protonterapia es una técnica de radioterapia externa que utiliza una energía diferente que la radioterapia convencional con fotones. "En vez de fotones, utilizamos protones". La ventaja respecto a otros tratamientos es que entra y deposita muy poca dosis en el camino de entrada hasta llegar al lugar donde hay que radiar.

Cuando llega a la profundidad determinada, deja ahí toda la dosis y no hay ninguna dosis de salida: "En cambio con los fotones siempre hay una dosis de entrada hasta que se llega al volumen y siempre hay una dosis de salida", destaca Ares del avance de este tratamiento.

Por eso, aunque utilizan energía nuclear y son una instalación radioactiva controlada por el Consejo Superior Nuclear (CSN), nunca nuclear y radiactividad se habían ligado tanto a esperanza de vida, sobre todo con determinados pacientes.

"Los enfermos pediátricos es una población en la que reducir la dosis en los tejidos sanos que están en desarrollo es fundamental para evitar toxicidades a largo plazo. Son niños que van a ser largos supervivientes, porque la patología oncológica pediátrica es donde la supervivencia es mayor, y lo que interesa es que puedan tener una vida normal".

También está muy indicada para tumores cerebrales y de garganta puesto que al no irradiar los tejidos sanos, se están protegiendo y no hay mucho riesgo de desarrollar efectos secundarios.

Pero ¿por qué es tan selectiva? "Se desarrolló inicialmente en campus universitarios y centros de investigación porque los aceleradores de protones eran mastodontes. Con la evolución, las máquinas de protonterapia son cada vez más compactas y llegamos a poder colocarlas en un hospital ocupando dos o tres salas de una radioterapia convencional. El coste ya es no es igual que antes".

Carme Ares en la sala previa a la de irradiación donde se controla el proceso.

Carme Ares en la sala previa a la de irradiación donde se controla el proceso. Carmen Suárez

Romper tabúes

Luchar contra el cáncer se ve muchas veces como una tarea titánica porque parece que uno no gana nunca. Pero Carme Ares quiere romper con esa etiqueta que se le adjudica a muchos enfermos de que cáncer es igual a muerte. "Históricamente podría ser así pero afortunadamente en las últimas décadas todos los tratamientos multidisciplinarios aportan mejoras en la supervivencia y en el control de las enfermedades", advierte.

Hace más de 20 años que acabó la residencia y la doctora reconoce que los avances en oncología son increíbles: "Hay otras patologías que pueden ser tan graves como una enfermedad oncológica y no se habla igual, como una diabetes o una patología cardiovascular. Aún existe el miedo y el tabú de que el cáncer es algo que hay que esconder. Hay mucha patología oncológica que se cura o que se convierten en enfermedades crónicas con las que se puede seguir viviendo".

Además, insiste en que "es una enfermedad que nos puede tocar a todos, como una patología cardiovascular, una diabetes, hipertensión o patología renal... porque son enfermedades que, con el envejecimiento de la población, son cada vez más prevalentes y lo que tenemos que hacer es prevención".

Carmen Suárez

Ella destaca como positiva la reacción que tienen los más pequeños. "Antes a los niños con cáncer, se les trataba de esconder, que el paciente no supiera lo que tenía. Pero al final es ridículo y hoy en día con la información que hay...". Ares entiende que "el diagnóstico de un cáncer en la población adulta es un shock pero en un niño, pasando por hospitalizaciones, cirugías, quimioterapia, radioterapia... es durísimo". Sin embargo, la esperanza es mayor: "Los niños son otro mundo. La capacidad que tienen de adaptarse a los tratamientos es impresionante. Muchas veces lo afrontan mejor que muchos adultos".

Pese a su experiencia, Carme Ares no se ha librado de los prejuicios de género, sobre todo cuando era más joven. "Me acuerdo durante la residencia estar yo como médico y un enfermero hombre y yo ser 'la señorita' y él, 'el doctor'. El automatismo era que el hombre es el médico y la mujer, la enfermera, pero afortunadamente puede ser diferente".

Además, por su trabajo en investigación, es de las profesionales que piden que entren mujeres en las pruebas de ensayos clínicos para nuevos fármacos, pero no sólo ellas. "En muchos ensayos no se tienen en cuenta ni la perspectiva de género ni la de edad ni otras diversidades como pacientes obesos... etc. Luego se extrapolan los resultados hechos en una población muy específica y no representan a la población general".

Esta amante de la natación, la música y la literatura tiene claro que aún le queda hacer mucha pedagogía en España para que la protonterapia entre en las opciones reales de muchos pacientes cuando se les diagnostica un cáncer. 

"Hay que hacer pedagogía entre los pacientes, explicándoles las ventajas de esta técnica, pero también entre los médicos porque en el mundo sanitario se considera como algo exclusivo sólo para algunos pacientes y hay que cambiarlo". Para eso, entre otras cosas, ha vuelto ella a España.