Zelda Fitzgerald, la primera flapper estadounidense.

Zelda Fitzgerald, la primera flapper estadounidense. Getty Images

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La doble vida de Zelda Fitzgerald, la musa oculta de 'El Gran Gatsby': peleas, encierros y una muerte traumática

Escandalizó a la sociedad de los años 20, vio truncada su carrera profesional como escritora y murió calcinada antes de una sesión de electroshocks. 

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La novela de El Gran Gatsby, un hito de la literatura estadounidense, esconde desde su creación unas sombras que nadie pudo sospechar. Su autor, Francis Scott Fitzgerald, un joven escritor que pasó a la historia por su ingenio para la escritura pero cuyo éxito, en cierta parte, debió repartir con su mujer. Zelda Fitzgerald, la mujer y supuesta musa del escritor fue quien le inspiró para escribir a la protagonista de la novela, Daisy Buchanan, pero no se quedó ahí, Scott se tomó la licencia de coger textos literales de los diarios de Zelda y plasmarlos en la novela

Esto solo sería la punta del iceberg de una historia de amor con intereses de plagio. Sin embargo, la joven pronto se dio cuenta de que su marido se estaba haciendo con sus escritos como si fuesen propios, algo que no le gustó y se aseguró de dejarlo claro en una reseña para Hermanos y Malditos, otra novela de Scott, en la que dijo: "El señor Fitzgerald parece creer que el plagio bien entendido empieza en casa".

Una mujer que desde pequeña mostró su rebeldía y dejó claro que no iba a vivir bajo la sombra de un hombre, lamentablemente, la película de su vida le llevó por capítulos en los que acabaría siendo la casi escritora, que nadie reconocería, de las novelas de éxito de su marido. Aunque su capacidad para escribir era asombrosa, publicase artículos para algunas cabeceras y plasmase historias en sus novelas, el fracaso de sus escritos estuvo protagonizado por el egoísmo de su marido y su empeño en que únicamente fuese su musa. 

La rebelde sureña

Zelda Sayre, la menor de seis hermanos, nació el 24 de julio de 1900 en Montgomery, Alabama en el seno de una destacada y acomodada familia sureña. Hija de Anthony Dickson Sayre, juez de la Corte Suprema de Alabama y de Minnie Bucker Machen, nunca le preocuparon las consecuencias que sus actos podían acarrear a una familia tan bien posicionada en la política estadounidense.

Se suele decir que los hermanos pequeños son los hijos rebeldes, en el caso de la de Alabama este dicho popular no se equivocó. Zelda tuvo una adolescencia de "desenfreno", bebía, fumaba, bailaba jazz y no le importaba que la viesen con diferentes chicos hasta altas horas de la madrugada. Su espíritu rebelde y extrovertido, la ausencia de preocupaciones y su distanciamiento hacia los estándares femeninos la llevaron a ser la primera flapper estadounidense.

Zelda Fitzgerald.

Zelda Fitzgerald. Getty Images

La belleza sureña se convirtió en todo un icono flapper, aquellas mujeres que en los alocados años veinte comenzaron a vestir faldas cortas, se deshicieron de los corsés, bebían alcohol, fumaban, conducían, bailaban, escuchaban música jazz y se cortaban el pelo al puro estilo Bob, e incluso, se maquillaban. Mujeres que sin saberlo habían dado el pistoletazo de salida a una nueva era para las generaciones venideras.

En una sociedad en la que las apariencias lo eran todo, a Zelda parecían no importarle, se ponía bañadores de color carne para ir al río y que la gente pensara que iba desnuda, y ¡sucedió! un grupo de chicos se lo creyeron. Sus frecuentes y alocados días de salir a bailar eran la comidilla de su retrógrada ciudad, sin embargo, el baile del verano de 1918 fue diferente, conoció a quien sería su futuro marido, el joven escritor Francis Scott Fitzgerald, tan solo un mes después de graduarse de la escuela secundaria Sidney Lanier.  

Un matrimonio de escaparate

Desde ese momento, Scott Fitzgerald, que estaba esperando a ser llamado a filas durante la Primera Guerra Mundial, luchó por convertirse en el marido de Zelda. Ella, haciendo uso de su prudencia y astucia, no se comprometería con él hasta que Scott no tuviese publicada su primera novela y gozase de una buena economía. 1920 fue el año en el que este consiguió sus mayores deseos: le publicaron This Side of Paradise, su primera novela, y obtuvo el ansiado "sí" de Zelda

Zelda y Scott Frtizgerald.

Zelda y Scott Frtizgerald. Getty Images

La joven pareja se casó el 3 de abril de 1920 en la catedral de San Patricio de Nueva York sin la aprobación de los miembros de la familia Sayre. Se mudaron a la ciudad que nunca duerme y, tomándose casi al pie de la letra su significado, pasaron a ser clientes frecuentes de la noche neoyorkina convirtiéndose, de cara a la galería, en la pareja de moda: jóvenes, guapos, alocados, inteligentes, adinerados (¡y sin miedo a gastarlo!), yendo de fiesta en fiesta y con ganas de disfrutar de la vida. 

Los excesos de una vida sin ningún tipo de límite empezaron a hacer mella en la pareja más famosa y compleja, aunque tuvieron que echar el freno cuando se enteraron de que Zelda estaba embarazada de su primera y única hija. Tras el nacimiento de Scottie, ambos volvieron a las noches pasadas por alcohol y las peleas mientras que él escribía Hermanos y Malditos.

La familia Fritzgerald.

La familia Fritzgerald. Getty Images

El 'basta' de Zelda 

En 1924 decidieron marcharse a la Riviera Francesa, allí tampoco se privaron de ningún lujo y su vida social era la envidia de cualquier pareja. Durante su estancia, Zelda comenzó a tener flirteos con un piloto francés, Edouard Jozan, del que llegó a enamorarse hasta el punto de pedirle el divorcio a Scott, quien la aisló en su casa hasta que esta desistió en su causa. 

Harta de un matrimonio en el que los desencuentros eran más frecuentes que las muestras de cariño, así como de las similitudes que tenían algunos párrafos de las novelas de su marido con frases escritas en sus diarios o artículos, comenzó a alimentar sus inquietudes por la pintura y la danza y escribió artículos en revistas locales. 

A consecuencia de las situaciones de estrés, de lucha por su reconocimiento como escritora y de sus enfrentamientos matrimoniales, pasó por diferentes crisis psicológicas y nerviosas que llevaron a Scott, bajo su egoísmo, ansia de fama y poder a hacerla presa e internarla en clínicas de salud mental suizas y estadounidenses basadas en tratamientos con electroshocks. 

En 1932, estando internada en la Clínica Phipps de la Universidad Johns Hopkins mientras que Scott se encontraba en Hollywood, escribió su obra Save Me the Waltz, una novela semi autobiográfica en la que relataba su propia historia de vida y que, obligada por su marido, tuvo que reescribir. 

Scott, cegado por su narcisismo, argumentó que el contenido de la obra era el que él iba a utilizar para escribir Suave es la noche, una obra de gran éxito que sumió a la novela de Zelda en el más puro fracaso. Poco después se hizo preso del alcohol y murió de un infarto en diciembre de 1940.

La mente de Zelda enfermó y su espíritu se fue debilitando y quedando sin luz, pasando sus últimos momentos en el sanatorio psiquiátrico Highland Hospital en Asheville, Carolina del Norte. Murió abrasada en un incendio que arrasó con el sanatorio el 10 de marzo de 1940 mientras que ella se encontraba encerrada bajo llave en una de las salas esperando su sesión de electroshocks.

Nunca se llegaron a divorciar y tras la muerte de Zelda, su única hija quiso que sus padres yaciesen juntos bajo tierra. Ambos están enterrados en Rockville, Maryland.