De izqda. a dcha., obra Arquitectura y trópico (Gibraltar); trabajo en Ultramarinos Pirulo para la decoradora Amaya de Toledo; y vestido pintado sobre seda para la película 'Asteroid City' de Wes Anderson, que Scarlett Johansson lució en varias tomas.

De izqda. a dcha., obra Arquitectura y trópico (Gibraltar); trabajo en Ultramarinos Pirulo para la decoradora Amaya de Toledo; y vestido pintado sobre seda para la película 'Asteroid City' de Wes Anderson, que Scarlett Johansson lució en varias tomas. Tara Pérez de Miguel (@tarapdg), Manolo Yllera y cedida. Cedidas

Lujos

Johina García, la muralista que conquista a los Reyes, el Ritz y a Scarlett Johansson: "Pinto 12 horas al día. Es algo muy físico"

Hija de un arquitecto cubano y formada en Inglaterra, es una de las figuras más cotizadas entre los decoradores europeos por su sello propio y versatilidad.

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Hay veces en las que la pintura no se queda inmóvil sobre el lienzo. También respira y trepa por las paredes hasta envolvernos. Durante siglos, los murales no fueron solo decoración: eran símbolo de poder, cultura y permanencia. En las cortes europeas, encargar un fresco a un maestro pintor equivalía a dejar testimonio de grandeza.

Los techos de palacios como Versalles, los muros del Vaticano o los salones de El Escorial narraban historias, exaltaban virtudes, embellecían espacios y, sobre todo, hablaban del gusto refinado de quienes los habitaban. El muralista era un artesano ilustre, un pintor con autoridad narrativa, capaz de transformar paredes desnudas en relatos visuales.

Ese respeto por el arte mural sigue vivo en los interiores del siglo XXI. Y artistas como Johina García-Concheso (Madrid, 1970) lo encarnan con una mezcla de técnica, sensibilidad y elegancia contemporánea. En ellos caben jardines secretos, geometrías improbables y silencios que se cuelan entre el trazo y la luz.

Su estudio debe de oler a grafito y temple al huevo. Habrá pinceles aún húmedos, pruebas sobre papel y telas apoyadas contra la pared. Probablemente se escuche música, porque en ella la artista encuentra inspiración en los momentos de ejecución. Y, cuando se cierren las puertas, los materiales quedarán en silencio.

Permanecerán atentos a un nuevo proyecto que se ubicará, tal vez, en una maravilla arquitectónica de Luis Bustamante en Saint-Tropez, un rincón del hotel Edition en Roma... o alguna residencia vinculada a la Casa Real española. García-Concheso podría estar en cualquier espacio imaginable, porque viaja de un lugar a otro con su arte.

Sushita Cabana en Aravaca. De las decoradoras Hurle&Martin.

Sushita Cabana en Aravaca. De las decoradoras Hurle&Martin. José Salto Cedida

Me guían las paredes", dice, y asegura que lo que más le atrae del muralismo es su capacidad de fundirse en un espacio: "Las posibilidades de un lienzo son infinitas, pero en un mural todo se reduce. Me limita el uso del espacio, la luz, el estilo del cliente. Eso —más que suponer un obstáculo— me ayuda a determinar lo que creo que funcionará en cada intervención".

Pese a lo que uno pueda pensar, en este ejercicio artesanal no hay lugar para el individualismo. Requiere de varias personas. "El decorador o cliente aporta sus ideas y yo las mías; disfruto mucho haciéndolo así", confiesa, y aprovecha para poner en valor a su equipo, que se implica en cuerpo y alma durante todo el proceso: "Sin él, sería imposible".

Su vocación tiene raíces profundas. Hija de un arquitecto cubano que se volcó a la pintura, García-Concheso creció entre lápices y pigmentos. Fue coetáneo de uno de los grandes exponentes de las vanguardias plásticas latinoamericanas, Wifredo Lam. "Yo siempre pintaba con él”, recuerda de su progenitor.

De Inglaterra a conquistar Madrid

García-Concheso se formó en dos disciplinas que marcarían su trayectoria: estudió Historia del Arte en la prestigiosa institución Christie's, en Inglaterra, y se especializó en Restauración de Pintura en Madrid, donde aprendió a dialogar con las capas del tiempo y a respetar la memoria de los materiales.

Aquella etapa formativa le permitió adquirir un conocimiento técnico riguroso y una mirada sensible. "Me dio una buena base para desarrollar técnicas y estilos distintos", añade. En 1987, encontró su medio: el muro: “Vivíamos en el campo y encontré un libro de pintura mural. Mi madre y su marido me propusieron un trato: si pintaba dos murales en casa, me pagaban un viaje a Japón".

Arquitectura y trópico. Gibraltar.

Arquitectura y trópico. Gibraltar. Tara Pérez de Miguel (@tarapdg) Cedida

Desde aquel trueque doméstico han pasado más de tres décadas, decenas de países y una evolución artística marcada por la fidelidad al lugar. “Primero intento visitarlo, analizar sus dimensiones, estilo del cliente, etc. Me gusta dedicar tiempo a este proceso, porque cada mural es único", explica.

Una vez conocido el espacio, "lo dejo reposar e investigo en libros y archivos de imágenes que me inspiran". Tras ello vienen los bocetos, aunque, reconoce apelando a esa liberación creativa tan inherente al artista, "siempre dejo una puerta abierta a la improvisación, porque puede ayudarme a mejorar la obra, aunque modificarla requiera más tiempo".

Esa sensibilidad ha convertido su trabajo en uno de los más cotizados entre los decoradores europeos. Ha colaborado con nombres como las interioristas Marta de la Rica y María Prado, así como amigos de Las Dos Mercedes.

El sello de García-Concheso es la versatilidad. Desde murales botánicos y composiciones abstractas hasta monocromías en grafito o creaciones con guiños orientales. “Intento no pintar un mural igual que otro", dice. Precisamente por el valor económico y sentimental que el cliente otorga a cada obra, "la exclusividad es importante".

¿Referentes? “Todo lo bueno me inspira”, responde sin pretensiones. "A veces, tanta belleza me hace sentir insignificante, pero sigo buscando. Hoy en día, el acceso rápido a obras excepcionales en las redes ayuda, y en ocasiones me hunde un poco. He de investigar y abstraerme", expresa, describiendo un ejercicio que concibe tan agotador como gratificante.

A la izquierda, la muralista pintando un mural para el decorador Luis Laplace. A la derecha, su trabajo en el hotel Cristine Bedfor Málaga, decorado por Marta de la Rica.

A la izquierda, la muralista pintando un mural para el decorador Luis Laplace. A la derecha, su trabajo en el hotel Cristine Bedfor Málaga, decorado por Marta de la Rica. Tara Pérez de Miguel (@tarapdm) y Cristine Bedfor Málaga

Ha trabajado en lugares emblemáticos vinculados a la Casa Real española. ¿Qué significa para usted intervenir sobre patrimonio histórico? ¿Cómo conjuga la historia del lugar con su visión creativa?

El respeto a la obra es crucial. Yo trabajo con el concepto de integración. Empecé mi carrera en España con el decorador Duarte Pinto Coelho, para el que trabajé quince años y con quien aprendí mucho.

Con él pinté unos portones inmensos en el Palacio del Pardo, imitando madera, techos de varias habitaciones del Palacio Real y los púlpitos de la Capilla Real de la Granja. También trabajé varios años para la Orden de Malta en España restaurando altares románicos.

Colaboré durante doce años con la AECID y la Oficina del Historiador de La Habana, impartiendo cursos de técnicas de pintura y restauración junto a Phillida Cholmeley. Ella es mi compañera de trabajo, llevamos juntas veinte años. Fue como volver a mis raíces. Cuba me ayudó a ser valiente, a no limitarme.

El proyecto de la UNESCO surgió a raíz de esos cursos. Desarrollé un proyecto para restaurar los murales de Guáimaro, un ingenio importante en Trinidad. Se trataba de una colaboración entre restauradores cubanos y españoles auspiciada por la institución. Desafortunadamente, no conseguimos suficiente financiación.

La artista asegura que el enfoque —con independencia de si trabaja para una institución, decorador o particular— siempre es el mismo, y se basa en la escucha activa.

Su obra ha llegado a terrenos insólitos. El más desafiante lo encontró en la unidad de psiquiatría adolescente del Hospital Gregorio Marañón. "Tuve que cambiar el horario para ir de madrugada a pintar, a fin de mantenerme alegre y reflejarlo en mi pintura. Aprendí de la desesperación y de la entrega del personal médico".

Más allá de los murales, la acompaña la experiencia de haber pintado dos vestidos para Scarlett Johansson, en una película de Wes Anderson que contó con la prestigiosa diseñadora Milena Canonero, con cuatro premios Oscar a sus espaldas, como jefa de vestuario.

"Esa fue una experiencia única. Un privilegio haber visto todo el montaje de escenarios, vestuario y demás", asegura.

Trabajo realizado para Visto Images en la suite presidencial del Mandarín Oriental Ritz de Madrid.

Trabajo realizado para Visto Images en la suite presidencial del Mandarín Oriental Ritz de Madrid. Manolo Yllera

Igualmente, ha pintado en restaurantes de Londres y Arabia Saudí y en el Ritz madrileño —"un mural moderno en dorados para Gilles & Boissier, en la suite presidencial", entre otros. Su próximo proyecto es un mural en Tarifa para Julia Oetker, en el Hotel Misiana. “Estoy muy ilusionada con este proyecto", asegura.

Su idea sobre el futuro de los murales —que en los últimos años han vuelto a los hogares con un rejuvenecido interés— es optimista: "Me da la impresión de que han entrado para no irse. Los vemos en pared, en tela, sobre azulejos o con texturas... los hemos incorporado como se integró en su día el papel de pintar".

La artista vaticina que "pasaremos épocas en las que estarán menos de moda, tal vez, pero ya se cuenta con ellos como alternativa y han salido de lo exclusivo para incorporarse en muchos ámbitos". Sus encargos, tanto en España como fuera de sus fronteras, son prueba manifiesta de esta tendencia en alza.

Quizás motivadas por esa visión de permanencia, sus obras rehúyen la estridencia. Johina García-Concheso prefiere lo discreto a lo evidente. "La pintura es como la música: llega y transmite sin esfuerzo. Intento que mis creaciones no sean invasivas. Me quedo corta a veces, pero lo prefiero así. Un mural abrumador en un lugar de calma me parece equivocado", zanja.