Sara, profesora de un colegio público en España.

Sara, profesora de un colegio público en España. Imagen generada con IA

Estilo de vida

Sara, profesora de un colegio público en España: "A mi hijo no lo meto aquí, a los docentes solo les importa el sueldo y las vacaciones"

El debate no es nuevo, pero sí urgente. El ataque al sistema no es desde fuera, sino que señala un problema desde dentro, lo que es mucho peor.

Más información: Elisa (19 años), estudiante, tras votar por primera vez en Extremadura: "He votado con rabia, no con esperanza"

Publicada

La educación vuelve a situarse en el centro del debate social, esta vez no por una ley nueva ni por los resultados académicos, sino por el testimonio de quienes trabajan dentro del sistema.

Profesores que conocen la escuela pública desde dentro y que, aun defendiéndola como pilar social, dudan a la hora de confiarle la educación de sus propios hijos.

La conversación, espontánea, de una profesora de la pública y una reportera, refleja un malestar profundo. No habla de edificios ni de ratios, sino de algo más difícil de medir: la vocación, el compromiso y el desgaste emocional de quienes están frente a las aulas cada mañana.

"Soy de la pública, pero yo a mi hijo no lo voy a meter, ahí, en una pública". La frase, pronunciada sin titubeos, resume una contradicción que muchos docentes reconocen en privado, pero pocos verbalizan en voz alta.

Para sorpresa de la reportera, la madre y profesora se muestra contundente: "Ahora mismo, al nivel de profesorado que hay, no está nada comprometido. Muchos profes se meten a la carrera por eso, por el sueldo".

Vocación frente a comodidad

El señalamiento no es nuevo, pero sí especialmente incómodo cuando proviene del propio colectivo docente. La crítica no se dirige a todos, sino a una parte que, según este testimonio, ha llegado a las aulas sin verdadera vocación educativa.

La conversación continúa: "¿Tú crees que hay muchos profes que se meten por las vacaciones y el sueldo?". Y la respuesta no deja espacio a la duda: "Sí".

Detrás de ese "sí" hay una experiencia personal marcada por el esfuerzo y la implicación emocional. "Yo me estreso y lloro. Mis niños son niños TDH, autistas. Entonces, yo sufro y él lo sabe, y él sufre conmigo".

La educación inclusiva, uno de los grandes retos del sistema público, aparece aquí como un factor clave. Atender a alumnado con TDAH o dentro del espectro autista exige formación, paciencia y una implicación constante que no todos están dispuestos a asumir.

Desgaste invisible

Mientras algunos docentes viven el trabajo como una vocación que desborda el horario lectivo, otros lo afrontan con una distancia que genera tensiones internas. "Muchos me han dicho: 'Ay, relájate. Ya tenemos vacaciones y después vamos a cobrar'".

La frase, repetida con incredulidad, muestra una brecha profunda entre dos formas de entender la profesión. Para unos, enseñar es un compromiso emocional diario. Para otros, un empleo estable con condiciones atractivas.

La respuesta de quien narra la experiencia es reveladora: "Muchos profes que no tienen vocación". No hay reproche individual, sino una crítica estructural a cómo se ha configurado el acceso a la docencia durante años.

Según este relato, el problema empieza incluso antes de pisar un aula. "La carrera, en mi época, tenía una nota de corte muy baja y no le tocaba en ninguna otra, pues nos metíamos en Magisterio porque, venga, es fácil".

Esa percepción de facilidad, todavía arraigada en parte de la sociedad, choca con la realidad diaria del aula. "Y no es fácil, no es pintar y colorear macarrones", insiste, desmontando el tópico infantilizado de la profesión docente.

El cansancio no es solo físico. Es emocional. Afrontar conflictos, atender a la diversidad y sostener a alumnos vulnerables pasa factura. Cuando ese esfuerzo no es compartido por todo el equipo, la frustración se multiplica.

¿Pública o privada?

El debate inevitable surge al final: si el problema está en el compromiso, ¿es la educación privada la solución? El testimonio no idealiza los colegios privados, pero sí explica una desconfianza creciente hacia el sistema público cuando se percibe falta de filtros y exigencia.

"Hay que hacer un psicotécnico como para entrar a ser maestro. Como entra la policía", propone. La comparación no es casual. Apunta a la necesidad de evaluar no solo conocimientos, sino aptitudes emocionales y psicológicas.

"Entran cada personaje que...", concluye, dejando en el aire una pregunta incómoda: ¿está el sistema seleccionando realmente a quienes deberían educar a las próximas generaciones?

La educación pública sigue siendo, para muchos, la base de la igualdad de oportunidades. Pero testimonios como este muestran grietas que van más allá de la financiación o las leyes educativas. Hablan de vocación, de filtros de acceso y de un desgaste que, cuando no se acompaña, termina afectando a los alumnos.