Mujer electricista trabajando.

Mujer electricista trabajando. iStock

Estilo de vida

Una electricista con 20 años en el sector, no se corta: "Aún creen que estoy aquí 'ayudando' a mi marido"

La profesional, sorprendida ante los comentarios, que no hay nada más "de mujer" que levantar un negocio desde cero y sacar adelante a una familia.

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Raquel López tiene 45 años y las mismas ganas de trabajar que cuando empezó en un mundo "que era de hombres". Ni siquiera después de haber escuchado durante más de dos décadas frases como: "¿Y tu marido cuándo viene?", "Eso no es trabajo para una mujer" o la peor de todas: "¿Y cuándo vas a buscarte un trabajo de verdad?".

Hace ya 25 años que se dedica a lo que le apasiona: es electricista. No una ayudante, ni la secretaria de la empresa. No. Es técnica, profesional, oficial. Pero aún hoy, en pleno 2025, sigue siendo tratada por muchos como una intrusa en su propio oficio.

La electricista, en una reciente entrevista concedida para EL ESPAÑOL, relataba las surrealistas situaciones a las que se ha tenido que enfrentar por el simple hecho de ser mujer. "Lo más duro no ha sido aprender el trabajo, sino tener que justificarlo cada día", cuenta Raquel desde Lérida, donde dirige junto a su marido la empresa Instalaciones R&R.

Empezó en el sector con apenas 20 años, cuando decidió estudiar Formación Profesional en electricidad, sin saber que, con el tiempo, tendría que lidiar no solo con instalaciones complicadas, sino también con una buena dosis de condescendencia machista.

"Siempre me han gustado las cosas manuales, y la construcción no me era ajena: mi padre se dedicaba a ello. Pero aún así, mi entorno no lo entendía. Ni entonces… ni ahora."

Un oficio que 'era de hombres'

Aunque los últimos años han traído pequeños avances, los números siguen hablando claro. Solo el 11,4% de quienes trabajan en construcción en España son mujeres. Y de ese pequeño porcentaje, apenas un 6% lo hace en trabajos a pie de obra, como electricistas, albañilas o gruistas. Es decir, que mujeres como Raquel apenas representan el 0,7% del total de trabajadores de obra.

Y, sin embargo, ellas existen y siguen luchando por todas las que aún no han dado el paso, enfrentándose a situaciones que sus compañeros hombres ni imaginan. "A mí nadie me ha preguntado si un chico sabe hacer el trabajo. Pero a mí sí me lo cuestionan cada día, solo por ser mujer", explica.

Durante sus primeros pasos como profesional, Raquel tuvo suerte: cayó en una empresa donde la trataron bien, sin hacerle sentir diferente. Pero la verdadera prueba vino después, cuando decidió montar su propio negocio.

"Te ven con el uniforme, con las herramientas, trabajando en una instalación, y aun así preguntan si vienes a ayudar a tu marido. ¿Perdón? Llevo 25 años haciendo esto. No estoy ayudando, estoy trabajando", cuenta con indignación.

Comentarios a una mujer electricista

Uno de los comentarios más habituales que escucha Raquel en boca de algunos clientes es que "este trabajo requiere fuerza". Como si los hombres vinieran con un enchufe incorporado para ser más válidos en la obra.

Ella, que ha tenido tres hijos y ha tenido que compaginar maternidad, empresa y prejuicios sociales, responde con paciencia (o con humor). "Sí, hay que tener fuerza. Pero más aún, hay que tener cabeza, constancia, y muchas ganas. Y de eso, voy sobrada."

Pero una de las cosas que más le duele no son los comentarios de desconocidos, sino la manera en la que la perciben incluso sus conocidos. "A veces, hasta la familia me dice que qué bien que le ayudo a mi marido. O que si no me planteo cambiar a un trabajo más 'fijo', más 'de mujer'. Y yo pienso… ¿Y qué más 'de mujer' que levantar un negocio desde cero y sacar adelante a una familia?"

Raquel ha aprendido a ignorar ciertas miradas, a responder con hechos, con presupuestos bien hechos, con instalaciones impecables y con clientes que repiten. Pero eso no significa que se resigne. “No quiero que mis hijas o sus amigas tengan que pasar por lo mismo. Por eso alzo la voz.”


Aunque todavía queda mucho por hacer, Raquel cree que las cosas pueden cambiar. Y el cambio empieza, precisamente, por mostrar historias como la suya. "Yo no quiero ser un caso raro. Quiero que, dentro de unos años, haya tantas electricistas mujeres que no haga falta explicar que sí, que podemos hacerlo."