Imagen de archivo de una chica aplicándose productos de 'skin care'.

Imagen de archivo de una chica aplicándose productos de 'skin care'. Youngoldman iStock

Belleza

Este invierno apuesta por el 'skinimalism', la tendencia de belleza lógica y sostenible que es un regreso a los básicos

La filosofía del menos es más llega a los neceseres. Adiós a las rutinas interminables que se han popularizado en redes, hola a lo racional.

Más información: La rosácea en invierno: el desafío que el frío supone para la piel, tratamientos y su relación con la microbiota

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Los recuerdos de verano parecen aún recientes. Sin embargo, el otoño está más que instalado en la sociedad y, de hecho, ya comienza a asemejarse a lo que espera de la mano del invierno, que acecha al fondo, a poco más de un mes.

En este contexto, cuando aún la piel sufre los estragos de los meses cálidos, hay que ponerla a punto y prepararla para lo propio del frío. No obstante, lo idóneo sería apostar por una rutina de cuidados lógica, huyendo de los excesos, lo que se traduce en el concepto de skinimalism.

Este anglicismo que puede sonar un poco rimbombante esconde una idea sencilla: menos pasos, pero con mucho sentido y con calidad. Después de la pandemia, de las rutinas de diez pasos y de la tiranía del glow perfecto, la belleza parece estar dando un paso atrás. Y en esa retirada hay algo liberador. A veces, sí hay que retroceder para coger impulso.

Esto no se trata de una moda fugaz —o al menos no debería serlo— sino una forma de reconciliarse con la propia piel. Se trata de volver a lo esencial, de mirar el neceser y preguntarse: ¿qué necesito de verdad?

Además, en ocasiones resulta imposible seguir pautas con una lista interminable de productos. Sobre todo cuando los imprescindibles siempre se reducen a una buena limpieza, hidratación y protección solar.

El resto —sueros, tónicos, ampollas, mascarillas— pueden rotar según el momento o la necesidad, pero no deberían convertirse en una obligación diaria.

Imagen de archivo de una chica aplicándose un sérum.

Imagen de archivo de una chica aplicándose un sérum. Foto de Mathilde Langevin en Unsplash

Por ejemplo, cuando las horas de sueño caen, está bien confiar en los parches antiojeras, pero desde luego no son un must en el día a día. Por la misma razón, no debería tener la misma skin routine una persona de 30 años que una de 45 o una de 20.

El frío, el viento y los cambios de temperatura alteran la barrera cutánea y reducen su capacidad de retener agua. Por eso, más que exfoliar o purificar, toca proteger, reparar y nutrir.

En esta época, también las texturas cambian: los geles ligeros ceden espacio a las cremas densas, los limpiadores espumosos dan paso a las leches o bálsamos, y los activos fuertes —como los ácidos o el retinol— se usan con más prudencia.

La tez tiene unas necesidades diferentes con las que cumplir en invierno, más allá de aliarse con unas buenas gotas bronceadoras para darle algo de vida.

Igualmente, ahora que las palabras sensorial y emocional están en todas partes, también se asocian con este término adoptado del inglés. Cuando los excesos están por doquier —pantallas, mensajes o rutinas imposibles—, esta corriente propone una pausa. Un espacio para volver a conectar con uno mismo a través del tacto.

Y no se trata solo de ahorrar tiempo o dinero, aunque también es una realidad. La idea es que el minimalismo en la piel responde a una necesidad de autenticidad. A una fatiga estética.

Cada vez más mujeres —y también hombres— se alejan del ideal de perfección filtrada. Se habla de piel real, de texturas visibles, de brillo propio. Pero aludiendo a una naturalidad de verdad, no esa impostada a base de inyectables y filtros que hace que la persona que observa se sienta inferior en todo momento.

Este invierno, la piel agradece esa honestidad. Porque lo que más la agota no es el frío, sino la sobrecarga: demasiados productos y fórmulas que prometen resultados milagrosos, la excesiva presión por parecer eternamente radiante.

El skinimalism la devuelve a su estado natural: una superficie viva, cambiante, que no necesita ser perfecta para ser hermosa ni para funcionar.

En el fondo, esta tendencia va más allá de la belleza. Tiene que ver con la sostenibilidad —consumir menos, pero mejor— y con la salud mental —bajar el ruido, reducir la exigencia—. Este concepto es una especie de metáfora que una vez más remite a ese cliché, que todavía cuesta procesar, y que dice que el interior es lo que realmente importa.

En la práctica

En el tocador invernal, menos es más. Estos son los básicos con los que hay que cumplir:

  1. Una limpieza respetuosa. Nada de arrastrar la piel con exfoliantes agresivos; los limpiadores oleosos o las leches hidratantes son aliados perfectos. Suele ser buena idea apostar por este método de forma doble.

  2. Una hidratante reparadora. Con ceramidas, ácidos grasos o escualano —sustancia que forma parte del sebo que produce la piel humana para mantenerse hidratada y protegida—, que refuercen la barrera y mantengan la piel elástica.

  3. Protección solar, incluso en días nublados. El sol invernal también deja huella, por lo que se tiene que seguir apostando por un factor alto.

  4. Un gesto extra cuando haga falta: unas gotas de sérum con ácido hialurónico, especialmente si se siente tirantez, o una mascarilla nutritiva de vez en cuando.

Y después, un respiro. Observar cómo responde. Aprender a no confundir cuidado con control.

En cualquier caso, y como siempre en estas situaciones, lo mejor es consultar con un profesional de la dermatología o la dermocosmética que elabore una rutina adaptada a las necesidades de cada uno.

Imagen de archivo de una serie de 'swatches' de cremas.

Imagen de archivo de una serie de 'swatches' de cremas. Foto de xandro Vandewalle en Unsplash

El skinimalism es un término que alinea la idea del cuidado con la de la asunción del paso del tiempo y las cualidades personales. Un modo de aceptar que la piel cambia —como lo hace todo—, y que en esa transformación hay belleza.

Que el brillo más auténtico no viene del iluminador, sino del descanso, un tema interesante del que hablar también. Que lo natural es un acto de confianza.

El invierno, que a veces se presenta como una estación que brinda menos oportunidades, también es el momento perfecto para reiniciar. Para limpiar el rostro y aligerar, o ralentizar, dependiendo del prisma desde el que se mire, el ritmo.

Invita a hacerlo todo con calma, con atención y con gratitud: cuidar la piel no como una tarea más, sino como un ritual de honestidad. Es una garantía de que se cumple con esa pauta.