Imagen de archivo de una piel con la patología.

Imagen de archivo de una piel con la patología. Olga Shefer iStock

Belleza

La rosácea en invierno: el desafío que el frío supone para la piel, tratamientos y su relación con la microbiota

Con la bajada de las temperaturas, el cutis se resiente, en especial, cuando se sufren este tipo de patologías. Estas son las claves para controlarla.

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La rosácea es un trastorno dermatológico persistente que afecta mayoritariamente la zona del rostro, donde se produce enrojecimiento continuo, alta sensibilidad y a menudo pequeñas lesiones inflamatorias similares a granos y vasos sanguíneos visibles.

Aunque su origen no se comprende totalmente, se sabe que intervienen tanto factores genéticos como ambientales en su desarrollo y en la intensidad de sus brotes. Ahora que llega el frío, las bajas temperaturas pueden intensificarla, ya que alteran mecanismos fisiológicos de la piel y favorecen su aparición. Pero, ¿qué razones exactas hay tras ello cuando los termómetros caen en picado?

Cuando esto sucede y además el viento hace acto de presencia, la función protectora del cutis se puede ver alterada. ¿En qué sentido? Generando una disminución de su contenido de agua y lípidos, lo que incrementa la sequedad y la susceptibilidad a irritaciones.

Igualmente, cuando la tez se expone al frío, se produce una disminución en el flujo sanguíneo local, lo cual se traduce en menor oxigenación y aporte de nutrientes; posteriormente, al pasar a ambientes cálidos, los vasos se dilatan y el enrojecimiento facial puede intensificarse.

Por otro lado, la exposición a ambientes fríos y los cambios de temperatura pueden precipitar episodios de rosácea, aumentando síntomas como el ardor, picor y tirantez en la piel.

Además, el aire seco y la calefacción tampoco sirven de ayuda, ya que en los meses de invierno contribuyen a exacerbar la sequedad y potencian tanto la irritación como la inflamación cutánea.

Teniendo todo esto en cuenta, se podría decir que la llegada del otoño y el invierno suponen la tormenta perfecta para desatar esta patología en las personas que la sufren. Sin embargo, siempre hay formas de tratarla, incluso de maneras un tanto inesperadas.

En cualquier caso, para llegar a ese punto, tiene que haber un diagnóstico correcto, ya que muchas veces se confunde con el acné o la dermatitis y poco tiene que ver la forma de lidiar con una cosa u otra.

La doctora Cristina Eguren, dermatóloga, vicecoordinadora del GEDET y directora de la Clínica Eguren, que se encuentra en Madrid, detalla algunos de los errores del abordaje de la rosácea para intentar una mejoría.

  • Tratar con cosmética que aporte un exceso de grasa a la piel. "Esto potencia la función sebácea incrementada que está en el origen a nivel cutáneo de la patología", destaca.
  • "Recurrir a ciclos repetidos de antibióticos sin una estrategia de mantenimiento o sin tratar la causa subyacente", comenta en cuanto a la ingesta de fármacos.
  • Desestimar el impacto del estilo de vida, alimentación o salud intestinal.
  • Buscar solo soluciones rápidas o estéticas sin tener en cuenta la naturaleza crónica y multifactorial de este trastorno cutáneo. Esto último, teniendo en cuenta los ritmos que lo marcan todo hoy en día, cuando la paciencia parece algo mitológico, es fundamental.

Rosácea y microbiota

El segundo concepto que se menciona en este ladillo se ha convertido en un término que se ha colado en conversaciones de calle. Ahora, cuando todo el mundo parece experto en todo, gracias en parte a la información accesible, es sumamente importante confiar en el criterio de los expertos para que todo ese nuevo conocimiento resulte verdaderamente útil.

Para establecer una relación entre rosácea y microbiota, quizás lo más interesante sea comenzar por definir lo que se nombra en segundo lugar. En concreto, se trata del conjunto de microorganismos que residen de forma estable en distintos lugares del cuerpo humano, como la piel, el aparato digestivo, la boca o el tracto genitourinario.

Esta comunidad está integrada por bacterias, virus, hongos, arqueas y protozoos, y puede ejercer funciones que benefician, son neutras o en ocasiones resultan dañinas para el organismo.

Entre sus principales roles se encuentra facilitar la digestión y la producción de ciertos nutrientes, mantener la protección frente a determinados patógenos, modular la actividad del sistema inmunológico y ayudar a conservar el equilibrio u homeostasis en el cuerpo humano.

Ahora sí, ¿qué tiene que ver entonces con la rosácea?, ¿es que acaso el hecho de que este conjunto esté en buen estado puede ayudar a la mejoría de la enfermedad de la tez? La respuesta es sí, y la doctora Cristina Eguren tiene las claves que ayudan a comprender esta conexión.

La especialista Cristina Eguren.

La especialista Cristina Eguren. Cedida

De forma específica, menciona lo siguiente: "La relación es bidireccional y está mediada por una compleja red de comunicación entre el sistema inmune, endocrino, nervioso y la microbiota intestinal y cutánea".

Teniendo en cuenta esta base, la especialista argumenta que en el caso de este trastorno cutáneo, las alteraciones en estas comunidades de microorganismos intestinales pueden desencadenar o agravar la inflamación cutánea.

"Se da a través de mecanismos como desequilibrios en la barrera intestinal o disbiosis —una alteración en la composición de la microbiota— y translocación de bacterias o paso de toxinas a la sangre", comenta.

Imagen de archivo de una piel que sufre de rosácea.

Imagen de archivo de una piel que sufre de rosácea. Cedida

Igualmente, la doctora señala que también se asocia la enfermedad con el SIBO, así como con infecciones por Helicobacter pylori. "Se ha visto que el tratamiento de las mismas puede mejorar los síntomas en la piel", detalla.

¿Y cómo se lidia con la rosácea desde este punto de vista médico? Es decir, ¿cómo se puede cuidar de la microbiota para que a su vez no afecte de forma negativa al cutis? De acuerdo a la doctora Cristina Eguren, las pautas recomendadas son las siguientes:

  • Dieta antiinflamatoria personalizada, rica en fibra, polifenoles y antioxidantes que favorecen la diversidad bacteriana y reduce la inflamación sistémica. "Evitamos alimentos ultraprocesados, azúcares refinados y grasas saturadas", destaca la experta.

  • Probióticos y prebióticos seleccionados, capaces de restaurar un ecosistema intestinal sano. "Los posbióticos también están emergiendo como herramientas prometedoras", comenta.

  • Buen descanso, la actividad física regular y el control del estrés, "factores que influyen directamente sobre la microbiota y la inflamación de bajo grado", explica la dermatóloga.

"Todo esto forma parte de una estrategia integrativa y científica, que no pretende reemplazar, sino complementar el tratamiento dermatológico clásico, mejorando su eficacia y la evolución a largo plazo del paciente", detalla la especialista de forma realista.

Desde la estética

Por supuesto, también se puede hacer un abordaje de la rosácea desde este plano. Lo idóneo siempre será compatibilizarlo con el punto de vista médico-dermatológico y con un estilo de vida saludable.

Como mencionan desde el Centro de Estética Natividad Lorenzo, el invierno es una estación especialmente peligrosa para esta enfermedad, pero hay una serie de pautas que pueden ayudar a paliar los estragos del frío en la piel. Las que aconsejan son las siguientes:

  • Las cremas deben volverse más untuosas e hidratantes.
  • Hay que apostar por la cosmética reparadora.
  • Las exfoliaciones han de ser más suaves con la finalidad de acabar con las células muertas. Una alternativa es apostar por limpiezas en clínicas especializadas. De acuerdo a este centro, lo idóneo sería hacerlo una vez al mes, aunque estos tratamientos siempre deberían ser personalizados.
  • Optar por tratamientos regenerantes y nutritivos.
  • Como paso esencial, el uso de protección solar a diario.
  • Los labios se convierten en una zona especialmente vulnerable, por lo que requieren de un cuidado especial en esta época.
  • También apuestan por recurrir a antioxidantes, tanto en la dieta como en los productos de la rutina cosmética. Mención especial a la vitamina C.

Desde el Centro de belleza Nina Merli, la facialista Pilar Gaudí comenta lo siguiente: "Su abordaje estético requiere de una estrategia integral para restaurar la función barrera de la piel, reducir la inflamación, modular la microbiota y reforzar la tolerancia cutánea".

La facialalista trabajando en sus instalaciones.

La facialalista trabajando en sus instalaciones. Cedida

Respecto a los tratamientos en la clínica, la directora de los establecimientos recomienda el empleo de la luz pulsada para tratar la enfermedad.

"Es una herramienta que trata la rosácea y la cuperosis condición que se caracteriza por un enrojecimiento constante en el rostro junto a la presencia de pequeñas venas dilatadas y visibles— . A diferencia de los láseres tradicionales, esta tecnología emite pulsos selectivos que actúan sobre los capilares dilatados, que son los responsables de la rojez", comenta.

Esta acción ayuda a reducir progresivamente esta pigmentación, mejora la textura del cutis y le da uniformidad a su tono.

Esta patología supone todo un desafío, especialmente cuando el frío y el viento se conjuran para poner a prueba la paciencia. Por suerte, el diagnóstico preciso y ese mix de dermatología, ciencia y rutina de belleza personalizada, se erigen como salvavidas cuando la tez grita auxilio.

Entender la influencia de la microbiota y apostar por mimos hechos a medida es la clave para dar en la diana. Entre tanta incertidumbre, la guía de los especialistas sigue siendo la mejor aliada para devolver el equilibrio y la confianza a nuestra piel.