La técnica Eyelighter es uno de los recursos favoritos en el mundo del maquillaje para iluminar y agrandar la mirada. Su nombre, que surge de la mezcla de eyeliner y highlighter, ya nos indica que se basa en la aplicación estratégica de sombras luminosas, satinadas o con destellos en puntos específicos del ojo con el fin de reflejar la luz y crear un efecto de amplitud y frescura en la mirada.
A base de pinceladas luminosas, lo que hacemos es sustituir las sombras más dramáticas y oscuras, así como los ojos ahumados o delineados, consiguiendo los mismos efectos de amplitud pero de una forma mucho más natural. Además, dependiendo de nuestro estilo, gusto o evento, podemos modificar el acabado, hacerlo más intenso o, incluso, cambiar el color como ya se hacía en los 80.
La técnica Eyelighter no solo es versátil, sino que también se adapta a diferentes estilos y ocasiones. Para un maquillaje natural y discreto, se pueden utilizar sombras con un acabado satinado en tonos neutros y aplicar una cantidad moderada de producto, difuminándolo bien para que se funda con la piel.
En cambio, para looks más intensos o nocturnos, se pueden emplear sombras con destellos más pronunciados, pigmentos sueltos o incluso pequeños toques de glitter prensado para aportar un efecto más dramático y llamativo. Incluso, podemos optar por colores como azules, verdes o morados. La combinación con un delineado bien definido y pestañas voluminosas puede potenciar aún más el efecto de ojos grandes y expresivos.
Su ejecución es muy sencilla; sin embargo, puede marcar una gran diferencia en la percepción del rostro. Su capacidad para aportar luminosidad y abrir la mirada la convierte en un recurso imprescindible que podemos realizarnos en apenas unos segundos, los días que tenemos prisa o simplemente los días que nos apetece un extra de luminosidad.
Así como el iluminador actúa resaltando ciertas zonas del rostro, como puede ser el pómulo o el arco de cupido, el eyelighter es la fórmula perfecta para darle luz a nuestra mirada, dándole un toque de vitalidad y realzando la belleza natural de cualquier persona con un simple toque de luz.
Cómo aplicar el 'Eyelighter'
Uno de los aspectos más importantes a la hora de realizar el Eyelighter es la selección de los productos adecuados. Las sombras con acabado brillante, nacarado o incluso con pequeñas partículas de purpurina son fundamentales para lograr el efecto deseado. Deben de ser lo más sutiles posible, para que los ojos se vean naturalmente más amplios.
Los tonos más utilizados suelen ser los claros y cálidos, como el champán, el dorado suave, el beige perlado o incluso tonalidades con reflejos rosas o plateados, dependiendo del tono de piel y del look que se quiera conseguir. Estos colores, al ser más claros, nos ayudan a obtener un acabado natural.
Sin embargo, el Eyelighter también puede convertirse en un estilo más llamativo si en vez de optar por sombras claras, elegimos tonos como azul, morado o verde, podemos conseguir un maquillaje perfecto para fiestas o eventos en los que queramos huir de lo monótono o destacar más nuestra mirada.
La textura de la sombra también influye en el resultado final, ya que las fórmulas en crema o líquidas suelen adherirse mejor a la piel y proporcionar un acabado más reflectante, mientras que las sombras en polvo ofrecen un brillo más sutil y etéreo.
Las sombras multicromáticas altamente pigmentadas son una opción ideal para quienes tienen párpados lisos y firmes, ya que su acabado reflectante y cambiante resalta sin acentuar líneas de expresión o pliegues. Estas sombras suelen tener partículas de luz que reflejan distintos tonos según la incidencia de la iluminación, lo que agrega profundidad y dinamismo a la mirada.
Para quienes tienen cierta flacidez en los párpados, las sombras en textura mousse son una alternativa más favorecedora. Su fórmula ligera y flexible permite una aplicación más uniforme sin acumularse en los pliegues de la piel. Además, al tener un acabado cremoso que se difumina fácilmente, estas sombras aportan luminosidad sin enfatizar la textura de la piel, lo que ayuda a conseguir un efecto de frescura y juventud.
Este tipo de sombras, al secarse, suelen adherirse bien al párpado y mantenerse intactas durante horas sin necesidad de retoques, lo que las convierte en una opción práctica y duradera.
El lugar donde se aplica la sombra luminosa es clave para que el efecto sea efectivo. Existen diferentes técnicas, la primera de ellas, aplicar el producto en el párpado móvil y difuminarlo gradualmente hacia el párpado fijo, asegurándose de concentrar la mayor cantidad de color y pigmento desde la mitad del ojo hacia afuera.
Esta distribución crea un efecto de mayor amplitud en la mirada, ya que al intensificar el color en la zona externa del ojo se consigue un efecto visual de elongación y profundidad. La clave es lograr un difuminado sutil y sin cortes bruscos para que la transición entre el párpado móvil y el fijo sea suave y armoniosa.
Uno de los puntos estratégicos más utilizados es el lagrimal, ya que iluminar esta zona aporta un toque de frescura instantáneo a la mirada y crea la ilusión de ojos más despiertos. Algunos maquilladores también optan por colocar un toque de luz justo debajo del arco de la ceja para levantar visualmente la mirada y definir la estructura del ojo de manera elegante.
Para maximizar el impacto de esta técnica, se recomienda utilizar brochas de difuminado suaves y de tamaño medio, ya que permiten un acabado pulido sin retirar demasiado producto. También es posible potenciar la intensidad de las sombras multicromáticas o en mousse utilizando los dedos, especialmente si se busca una aplicación más concentrada en el centro del párpado. En este caso, un ligero toque con la yema del dedo ayuda a intensificar el brillo y la pigmentación sin necesidad de múltiples capas.