El libro no ha llegado a publicarse.

El libro no ha llegado a publicarse. iStock

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Las entrañas de 'El odio', el ejercicio de manipulación de un psicópata que perpetúa la violencia vicaria

Sonia Vaccaro Nuria Varela
Publicada

No es fácil escapar de la manipulación de un psicópata. Cualquiera que lo intente, creyéndose astuto y todopoderoso, pensará que puede lograrlo, y lo que es peor, que lo ha conseguido. En psicología clínica se nos enseña que este tipo de personalidades no es modificable ni tratable. No existe psicoterapia posible. Son seres irrecuperables, si se permite el término, porque están encantados de conocerse y exigen que el mundo se adapte a ellos, ajenos a cuestiones tan básicas como el respeto, la honestidad y la integridad.

Un psicópata es un timador: económico, emocional y moral. Es un profesional de la mentira y el fraude. Siempre viene a estafarnos, a manipularnos y a convertirnos en objetos de su objetivo (valgan las redundancias). Por ello, el único antídoto frente a un psicópata es no tomar contacto con él, en ninguna de sus formas.

Un psicópata es un ser siniestro, capaz de realizar lo que cualquier mortal no puede siquiera imaginar. Debemos aceptar y reconocer que siempre nos ganará la partida. Quien crea lo contrario no solo se equivoca, sino que termina admitiendo (si su ego se lo permite) que ha sido utilizado, un títere, un objeto de sus intereses personales.

El psicópata tiene una gran ventaja en su manipulación porque no siente culpa; la culpa siempre es del resto del mundo, vive fuera de él. No tiene conciencia del otro: solo somos objetos a su servicio y carece de empatía y de la capacidad para desarrollarla, aunque puede hacernos sentir que nos comprende y considera nuestros reclamos. Por estas razones, jamás podremos vencerlo en el juego que él proponga. Es importante saber que, aunque creamos que somos quienes armamos el escenario, es él quien siempre dominará la escena.

La cárcel y el aislamiento son los únicos ambientes en los que tambalea el afán de manipulación de un psicópata. En el aislamiento comienza a sentir una sed de protagonismo y, al cabo de un tiempo, cuando ya ha manipulado y hecho actuar a su antojo a todos a su alrededor, desea más. Desgraciadamente, siempre aparece alguien, guiado por sus propios intereses, que cree que será él quien lo utilizará y sacará partido de "lo que el psicópata tenga para contar".

Así, creyendo haber descubierto la solución a un teorema complejo, se dirige el escritor, dispuesto a plasmar un best seller que lo haga rico y famoso. Comienza a escribirle y se convence de que ha logrado que el psicópata le responda. Considera un éxito personal, recibir 60 cartas y siente que ha logrado hacerlo sentir tan cómodo que le ha arrancado una confesión cercana y amistosa.

Podemos imaginar las carcajadas del psicópata ante cada gesto del iluso y desprevenido escritor, porque estos seres saben captar muy bien lo que la otra persona quiere, lo que busca y lo que le interesa. Entonces, le hace saber que está dispuesto a brindarle lo que desea: le dirá lo que quiere escuchar, lo moldeará a su antojo y cada noche se reirá en su celda, sabiendo que está logrando lo que quiere: hacer actuar a un escritor que lo llevará hasta donde él desea, utilizando las palabras que él le dicte. Convirtiendo un libro en una poderosa herramienta de tortura.

José Bretón asesinó el 8 de octubre de 2011 a los hijos de Ruth Ortiz, Ruth y José, de seis y dos años, quemando sus cuerpos y fingiendo que se habían perdido en un parque. Crímenes como venganza contra su esposa, por no aceptar la ruptura de una relación de maltrato, según considera como hechos probados la sentencia que le llevó en 2013 a 40 años de prisión y prohibición expresa de comunicarse con Ruth por cualquier medio, durante veintiún años por cada delito de asesinato.

Y hete aquí que el escritor, doce años después, creyendo que lograba su objetivo, terminó siendo un títere más en la mente del psicópata, quien lo utilizó para salir de su reclusión y recuperar voz, atención y protagonismo. Pero lo peor es que lo empleó para que transmitiera y replicara su relato de unos hechos aberrantes que no solo no admitió, sino que ahora, fingiendo una inexistente introspección reflexiva, los relata en una nueva y manipuladora versión.

El escritor explicó en un comunicado que "empecé a escribir el libro porque era incapaz de entender que alguien pudiera matar a sus propios hijos. La violencia vicaria es probablemente la más incomprensible de todas". Sin embargo, su definición es muy sencilla y legalmente es violencia de género en la legislación española desde 2021.

La violencia vicaria es la violencia contra la mujer que un hombre ejerce de modo preferente sobre las hijas e hijos de esta con la intención de dañarla. Bretón fingió la desaparición de Ruth y José después de asesinarlos para torturar a su madre para siempre.

La ignorancia no solo es soberbia, sino que también es cruel, porque arrasa con el dolor y el sufrimiento de una víctima a la que se ha ignorado y a quien ni siquiera se ha considerado. Una mujer, que para curar (o aliviar, porque la curación en ese dolor no existe), pidió ser anónima y solicitó siempre que no la nombraran, que le permitieran transitar el duelo en un eterno anonimato silente al que no solo tiene derecho, sino que merece el respeto generalizado de toda la sociedad, la misma que fracasó en su intento de protegerla y proteger a sus hijos.

La violencia de género se asienta sobre mentiras y complicidades. La de quienes no ven a las mujeres ni respetan su dolor, la de quienes organizan falsos debates sobre derechos que prevalecen sobre la obligación de los poderes públicos de erradicar la violencia y la de quienes esgrimen maximalismos que no contemplan la existencia de delitos de siempre que por fin tienen nombre y definición.