La evolución de los derechos de la mujer en Afganistán: espejismos de libertad y represión

La evolución de los derechos de la mujer en Afganistán: espejismos de libertad y represión

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La evolución de los derechos de la mujer en Afganistán: espejismos de libertad y represión

Los talibanes recrudecen sus ataques contra la ya cercenada libertad de la mujer tras aprobar una ley que las obliga a llevar burka en espacios públicos.

8 mayo, 2022 02:07

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Los talibanes han recrudecido su lucha contra los derechos de la mujer. Su último ataque a la libertad de expresión llegó el sábado: los fundamentalistas islámicos establecieron que el burka debía ser la prenda de vestir obligatoria para las mujeres en los espacios públicos. La ley fue promovida por el orwelliano Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio y refrendada públicamente por el líder supremo de Afganistán, Haibatulá Ajundzadá.

Aquellas promesas de respetar la libertad de las mujeres y las niñas tras la toma de Kabul han demostrado ser una sarta de mentiras. La realidad que viven hoy las afganas se asemeja cada vez más a la época del primer régimen talibán de 1996. Una dictadura islámica que buscaba instrumentalizarlas y convertirlas en títeres de un régimen patriarcal. Entre el 96 y comienzos de siglo XXI fueron recluidas en sus hogares, sin posibilidad de estudiar o trabajar. Hoy la situación es muy similar.

En menos de seis meses los talibanes han sacado a las niñas mayores de 12 de los colegios bajo la excusa de que deben buscar la forma de segregar mejor a chicos y chicas. A las mujeres adultas, aquellas que no son "ni demasiado ancianas ni demasiado jóvenes", se las recomienda vestir burka para no generar tentaciones impuras en los hombres. Si no tienen trabajo, las invitan a quedarse en casa. Si lo tienen, mejor que sean acompañadas por un hombre. Si incumplen, sus tutores (maridos, padres, hermanos) o mahram son castigados.

Los derechos de las mujeres en Afganistán han pasado por numerosos altibajos, aunque nunca han gozado de plenas libertades. 2022, paradójicamente, ha sido uno de los años de mayor involución, aunque viene precedido de décadas de espejismos de libertad.

El siglo XX: avance de libertades

Bajo el reinado de Muhammad Zahir Shah, también conocido como el último monarca de Afganistán (1933-1973), las mujeres afganas adquirieron progresivamente numerosas libertades. En 1964, sin ir más lejos, se aprobó el derecho a voto. Las niñas podían acceder a los colegios y universidades y a prácticamente todos los trabajos para los que estuvieran cualificadas o no. También se liberalizó el uso del velo.

Tras el derrocamiento de Zahir Shah por parte de su hermano reformista, y con la invasión de la Unión Soviética como telón de fondo, los derechos de las mujeres fueron en aumento. No son raras aquellas imágenes en las que se veía a ciudadanas afganas paseando libremente por la calle, con el pelo al descubierto y gafas de sol. Señala ACNUR que las mujeres eran "fotografiadas en la universidad, caminando solas por la calle o charlando en un parque. Vestían a la moda occidental y gozaban de libertad".

Evidentemente, las diferencias entre Kabul y las regiones periféricas fueron abismales. Donde había un fuerte arraigo del islamismo fundamentalista aún existía represión. Las interpretaciones del islam –representadas por la lucha entre conservadores y reformistas, recrudecida durante la invasión soviética– también pusieron de manifiesto las profundas divisiones en el seno del islam.

"No creo que sea realista hablar de etapas [buenas y malas] porque jamás ha habido una libertad unificada para todas", señala la activista Noor Ammar Lamarty a MagasIn. "Las mujeres han sufrido con todas las invasiones y ocupaciones. Así como con los mandatos nacionales sin presencia extranjera en el país. Como en otros países, Afganistán está fragmentada en mujeres que tienen acceso a la educación y trabajo en algunas etapas, lo que garantiza su posibilidad de emancipación, mientras otras viven sometidas a matrimonios forzosos, maternidades obligadas y prohibiciones educativas".

El retroceso de la guerra civil

Tras el derrocamiento de la URSS por parte de los talibanes –con la connivencia de Estados Unidos–, y el estallido de la guerra civil en 1990, el periodo de aparente mejora de libertades se transformó en una oscura época de transición involucionista en materia de derechos y libertades. Los fundamentalistas llegaron al poder e impusieron el régimen de la sharía, la interpretación más estricta del islam. Entre 1996 y 2001 establecieron un régimen del terror.

Los talibán decretaron que las mujeres debían salir a la calle completamente ocultas bajo el burka. Tampoco podían conducir ni pasear si no iban acompañadas siempre por un tutor masculino. Sus derechos a la hora de acceder a puestos de trabajo o a la educación fueron severamente reprimidos. Fueron silenciadas y recluidas en sus domicilios. Hasta debían tintar las ventanas de sus domicilios para no ser vistas desde fuera. Aquellas que tenían trabajos relevantes fueron inmediatamente despedidas.

Espejismos de libertad truncados

La ocupación de Afganistán por parte de Estados Unidos supuso que las mujeres afganas vivieran un nuevo espejismo de libertad. "No es que la situación con la presencia de la comunidad internacional fuese óptima, pero en las grandes ciudades mantenía al margen las imposiciones a las mujeres que los últimos años habían podido desarrollar sus carreras, escoger dentro de determinados estándares sus vidas", señala Ammar Lamarty.

"Decir que la presencia de la comunidad internacional salvaba a las mujeres no es cierto. Sin embargo, negar la presión que suponía para los talibanes la presencia extranjera es no contar la verdad". Hubo una mejoría: la constitución de 2004 obligó a reservar más de un 20% de los escaños del parlamento a mujeres, en 2009 se estableció una ley que prohibía la violencia contra ellas y en los sucesivos años se levantaron muchas de las imposiciones fundamentalistas de los años de oscurantismo de 1996 a 2001, especialmente en las grandes ciudades.

Sin embargo, más del 25% de las niñas que se casaron en las últimas décadas eran menores de 16 años, los asesinatos de activistas femeninas se siguieron sucediendo en las regiones más conservadoras y, como ejemplo, sólo en 2012 Afganistán registró 240 casos de crímenes de honor, muchos de los cuales ni siquiera fueron juzgados.

"Simplificar la cuestión de las mujeres en libres u oprimidas implica omitir la escala de grises que supone la evolución del estatus legal y social de las mujeres", recuerda Noor Ammar Lamarty. Todo era una espejismo de libertad. "La realidad es compleja, pero las leyes son determinantes. Con la vuelta de los talibanes, hoy se barren años de aliento para muchas mujeres".