La activista afgana Nadia Ghulam.

La activista afgana Nadia Ghulam. Twitter

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La activista afgana Nadia Ghulam: "Si una mujer no quiere ir tapada le pegan un tiro en la calle"

La refugiada Nadia Ghulam recoge en El secreto de mi turbante su experiencia haciéndose pasar por su difunto hermano para evadir las prohibiciones de los talibanes contra las mujeres.

22 octubre, 2021 01:29

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Con tan sólo 8 años, el rostro de Nadia Ghulam (Kabul, Afganistán, 1985) quedó desfigurado después de que una bomba destrozase su casa. Destinada a sobrevivir en un país asediado por la guerra y la violencia, decidió disfrazarse de su hermano, el cual fue asesinado, para poder trabajar y sacar adelante a su familia. Bajo el control talibán, las mujeres tienen prohibido trabajar en Afganistán.

Gracias a la ayuda de una coalición internacional, logró salir del país, hace ahora 15 años. Se asentó en España, en Cataluña, convirtiéndose en una refugiada más que huye de la guerra que asola su país y que hoy ve desde la lejanía cómo el régimen talibán ha devuelto a la nación a los años de terror, especialmente para las mujeres. “Para los talibanes, la mujer no cuenta como un ser humano. Si eres mujer, no tienes derechos”, explica Nadia a EL ESPAÑOL.

A pesar de sobrevolar la frontera de aquel infierno, su trauma de la infancia y el miedo a mostrar su verdadera identidad de mujer la acompañaron hasta su nuevo destino. “Cuando llegué a España no quería ser una mujer. Continué vistiéndome de hombre. Toda mi vida he sentido miedo por ser mujer. Es lo que me enseñaron”, revela.

Ahora, desde que los talibanes entraron en Kabul el pasado 15 de agosto, Nadia espera impaciente cada día la llamada de su madre. “Sufro mucho porque estoy lejos de ellos y cuando no me responden al teléfono pienso que les ha podido pasar algo”, dice. Además, un primo suyo fue arrestado hace unos días y aún no tienen noticias de él. “Ha desaparecido y no sabemos si lo han matado, si está en alguna prisión, si lo están torturando…”.

Mientras vive con desesperación el no poder estar junto a su familia, sigue ayudando a otros niños y niñas afganos a través de ‘Puentes por la paz’, una ONG que ella misma fundó con el fin de proporcionar educación y asistencia primaria a otros niños que, como ella, son hijos de la guerra. Su lucha no ha terminado. ¿Su sueño? “Regresar algún día a mi país”.

¿Cómo estás viviendo lo que está ocurriendo en tu país?

Estas semanas estoy reviviendo lo que he tenido que pasar en mi infancia y adolescencia por culpa de las guerras y de los talibanes. Ahora no lo vivo en primera persona pero sí a través de mi familia que se encuentra allí. Están pasándolo muy mal y yo sufro mucho porque estoy lejos de ellos y cuando no me responden al teléfono pienso que les ha podido pasar algo. No puedo dejar de pensar en ellos...

¿Cómo lo está viviendo tu familia?

Muy mal. Encima en estos momentos sentimos mucha angustia porque los talibanes han arrestado a un primo mío que nació con discapacidad intelectual. Tiene 48 años y la guerra, la violencia y las bombas le afectan el triple a nivel psicológico que a cualquier otra persona. Cuando hace unas semanas entraron los talibanes él sufrió como una especie de shock, no salía de casa por miedo. Hace unos días decidió salir a la calle, se encontró con los talibanes y por miedo a ellos intentó correr. Lo arrestaron y ahora ha desaparecido y no sabemos si lo han matado, si está en alguna prisión, si lo están torturando... no sabemos nada, toda la familia lo estamos buscando. De momento no hay rastro alguno de él y nadie nos da más información.

¿En qué se ha convertido Afganistán desde la llegada de los talibanes al poder?

En un país inhabitable, dominado por el terror. Donde la falta de libertad y la violación de derechos humanos forman parte del día a día.

¿Qué es lo que más te entristece?

Me entristece mucho ver cómo occidente nos ha abandonado. Lo que tendría que haber hecho Estados Unidos, por lo menos, es recoger sus armas antes de irse ya que lo que ha provocado es que esas armas caigan en manos de unas personas ignorantes que no han visto paz en su vida. Antes la gente no tenía armas, algunos utilizaban una rama de un árbol para defenderse, y si se encontraban a una mujer que no cumpliese con las doctrinas fundamentalistas o que no quisiera ir tapada, le pegaban. Ahora en lugar de una rama tienen un Kaláshnikov; y en vez de pegarle para que no salga de su casa, le pegan un tiro y la matan en mitad de la calle.

Los talibanes han prohibido a las mujeres llevar tacones, ponerse perfume o vestir con ropa de colores... ¿Qué supone ser mujer en un país como Afganistán?

La mujer no cuenta como un ser humano. Si eres mujer no tienes derechos.

Aún así, hemos visto cómo algunas mujeres arriesgan su vida manifestándose en contra del régimen talibán y reclaman sus derechos.

Hay mujeres luchando por los derechos de las mujeres en Afganistán, pero esto no representa la vida de todas las mujeres. Las que se manifiestan son un grupo de privilegiadas que están protegidas por alguna organización. La inmensa mayoría de mujeres afganas han aceptado todas las normas de los talibanes y están calladas porque si dicen algo su vida corre peligro. Estas no están protegidas por nadie.

Para ayudar a esas mujeres y niñas y también a sus familias, tú creaste la ONG 'Puentes por la paz'. ¿Qué tipo de ayuda puedes ofrecerles?

Simplemente intento aliviar el dolor y la violencia que están sufriendo las personas en mi país. Los grupos militares están apoyados por países poderosos de Europa y Estados Unidos y eso está provocando una guerra civil. Yo ante eso no puedo hacer grandes cosas pero sí puedo aliviar ese sufrimiento, así que Puentes por la paz nace de esa necesidad de aliviar ese dolor. Mandamos ayudas para que las familias no mueran de hambre, pagamos los colegios de los niños y niñas, les proporcionamos educación y valores, estamos en contacto con ellos, les escuchamos y acompañamos desde la distancia para que en los momentos más difíciles sientan menos miedo...

Tú estuviste en ese lugar sufriendo lo que ellos sufren ahora, ¿cómo recuerdas aquellos años?

Recuerdo que fueron unos años de mucha desesperación y mucho miedo. Muchas veces pienso que he muerto mil veces y en todas ellas he resucitado.

¿De dónde sacabas esa fuerza para seguir luchando?

Tengo tres pilares en mi vida. La fe, la educación y mi madre afgana. En esos momentos no tenía posibilidad de recibir educación pero mi madre afgana estuvo a mi lado. También la fe me ayudó porque en los momentos más duros, cuando no ves luz, le pedía ayuda a Dios. Había días que pensaba que ya no podía más.

Aún así pudiste salir de aquel horror y venir a España. ¿Qué fue lo primero que sentiste cuando llegaste aquí después de tantos años de sufrimiento y de ausencia de libertad?

Desde que tuve uso de razón, pensé que como mujer no podía tener derechos ni libertad. Y cuando llegué a España recuerdo que no quería ser una mujer. Continué vistiéndome de hombre. Siempre llevaba un pañuelo y un traje de hombre afgano tradicional. Toda mi vida he sentido miedo por ser mujer. Es lo que me enseñaron.

¿En qué momento decidiste recuperar tu verdadera identidad?

Fue poco a poco. Vi que, a diferencia de en Afganistán, aquí las mujeres podían hacer cosas tan básicas como ir en bicicleta, o tener amigos varones, conducir... Para mí eso era impensable.

¿Sientes miedo de que tu activismo y tu lucha algún día tenga represalias sobre ti?

Aquí no me pueden encarcelar. Pero si vuelvo a Afganistán podría pasarme cualquier cosa. Mucha gente me dice que si sigo reclamando los derechos de las mujeres y criticando abiertamente a los ‘señores de la guerra’ algún día me puede ocurrir algo. Pero yo, después de convivir con la muerte, ya no tengo miedo a morir. De lo que sí tengo miedo es de perder mi libertad. Esa es mi mayor lucha.

¿Te gustaría poder regresar a Afganistán y vivir allí de nuevo?

Ese es mi sueño. Aquí he adquirido todo el conocimiento, sé lo que es vivir en un país en paz, y eso me gustaría verlo también en mi país. Y, al igual que hice yo, me gustaría que todas las mujeres afganas tengan la posibilidad de adquirir ese conocimiento, que puedan vivir con derechos y sin miedo a ser asesinadas.

¿Tienes esperanzas de que algún día Afganistán sea un país libre?

Eso no sé si lo veré yo, pero espero que las futuras generaciones sí lo vean. La esperanza siempre habita en mí a pesar de que nadie quiera hablar de esperanza. Ojalá pueda ver a mi país siendo un país libre de nuevo.

¿Qué mensaje te gustaría lanzarle a los talibanes en estos momentos?

Les diría que por favor dejaran las armas y que en vez de armas cogieran un libro. Y que aprendiesen a solucionar las cosas a través del conocimiento, no con guerras ni con violencia. En el fondo, siento lástima por su ignorancia.

Muchos afganos están intentando huir del país para buscar asilo en otros países, ¿qué le dirías a la comunidad internacional y a los gobiernos occidentales con respecto a sus políticas de acogida de refugiados?

Que por favor menos burocracia y más acogimiento real de personas. Ellos están huyendo del infierno. También es muy importante proporcionarles educación. Porque la educación es la única herramienta que ayuda a las personas a vivir. No pedimos tanto…