
Matronas en la Edad Media.
La desconocida labor de las matronas en la Edad Media que provocó que fueran perseguidas por la Inquisición
Con un papel fundamental en la vida de las mujeres, las matronas, que no recibieron formación profesional, llevaron a buen término miles de partos.
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La Edad Media, la tercera etapa en la historia de la humanidad que ocupa desde el siglo V al siglo XV, ha pasado a la mente colectiva como una de las etapas más oscuras y de mayores retrocesos. Sin embargo, aunque como en todas las épocas había momentos de sombras, la Edad Media también tuvo momentos muy brillantes.
Se crearon las primeras universidades, existió un resurgir del comercio y de las ciudades, se descubrió América y, como en el caso de las matronas, algunas mujeres comenzaron a tener cierto protagonismo.
Comúnmente cuando escuchamos la palabra 'matrona' sabemos rápidamente cuál era su función y a lo que se dedicaban. Y estamos en lo cierto: su principal función era asistir al parto y que este fuese, tanto para la madre como para el bebé, un éxito.
Pero para sorpresa de todos, esa no era su única función. Las matronas jugaron un papel imprescindible en la vida diaria de las mujeres, ya que se ocupaban de impartir justicia en favor de ellas gracias a su carácter testimonial.
Las matronas salvaban vidas
En una época en la que la medicina no estaba avanzada ni tampoco se permitía la asistencia al parto de médicos, a no ser que la vida del neonato corriera peligro, el papel de las matronas era vital en la vida de las mujeres. Gracias a ellas salían sanas y salvas (no siempre se corría la misma suerte) de uno de los momentos más complicados de sus vidas: parir.
No recibieron ningún tipo de formación profesional. Todo lo que sabían y conocían era gracias a la experiencia y a la transmisión de conocimientos de unas a otras. Los cuidados a la parturienta, a la embarazada, al recién nacido y la aplicación de métodos anticonceptivos y abortivos, eran conocimientos que se transmitían intergeneracionalmente de forma oral.

Matronas asistiendo al parto.
Las más jóvenes acompañaban a las de mayor edad y por consiguiente de mayor entendimiento para aprender de ellas. Se recomendaba a las principiantes que sus dedos fueran delgados y alargados para poder introducirlos en la vagina de las parturientas y ayudarlas en el trabajo de parto.
En aquella época, el manual de Trótula de Salerno, De curis mulieribus, un manual sobre el cuerpo femenino, era conocido y aprendido de memoria por muchas de las matronas para ampliar sus conocimientos, pero de lo que se servían realmente era de su propia experiencia y de la de sus compañeras.
Trótula fue una de las parteras más importantes del periodo medieval, aportó el trabajo más importante en la asistencia al parto del periodo y detalló la descripción del desarrollo fetal. En muchas ocasiones, se puso en duda su autoría porque veían imposible que una mujer en aquella época tuviese tales conocimientos sobre el embarazo.
También era conocido el Lilium medicinae de Bernardo de Gordonio, un tratado de medicina general en el que se recogían las enfermedades y las recomendaciones para la curación. Pero en la práctica, ellas administraban y creaban sus propios remedios que servían de gran ayuda para todas las parturientas.
Todos los remedios terapéuticos que administraban eran cosecha propia, como los que creaban a base de ingredientes naturales como el orégano, el hisopo o la raíz de lirio para prevenir abortos. Conocedoras de las hierbas aromáticas, las matronas realizaban baños con artemisa para frenar el dolor, ayudar a dilatar o acelerar el parto.

Matronas en la Edad Media asistiendo a un parto.
Cuando sabían que estaban asistiendo a un mal parto, introducían a las parturientas en el baño de artemisa pero esta vez mezclada con vino para así acelerar la expulsión del bebé. En los casos en los que la vida del recién nacido corría peligro y no se sabía si iba a sobrevivir, era de obligado cumplimiento que las matronas realizasen un bautismo de emergencia, el denominado sub conditione.
Como no podía ser de otra manera, la religión jugó un papel fundamental en todos los aspectos sociales del medievo y este no iba a ser menos. Por ello, las matronas debían ser cristianas, conocer oraciones como el Padre Nuestro, el Credo o el Ave María para augurar un buen parto y utilizar accesorios religiosos.
A lo largo del proceso de alumbramiento, colocaban una cinta de la Virgen sobre el abdomen de la parturienta. Por su parte, las mujeres que estaban a punto de convertirse en madres debían poseer en su mano derecha un coral o llevar la piedra colgada del cuello ya que se decía que esta las ayudaría en el proceso de parto.
Durante la Edad Media existieron matronas de renombre que se ocuparon de prestar servicio a las mujeres de la alta nobleza y matronas que atendían los embarazos y partos de las mujeres del último estamento. Aunque hubiese matronas consideradas de mayor o menor nivel, todas estaban enmarcadas en una posición humilde e incluso despreciada.
Más allá del embarazo y parto
Además de la gran y necesaria labor que realizaban durante el embarazo, parto y posparto, las matronas ampliaron su abanico de competencias para ocuparse de asuntos que preocupaban diariamente a las mujeres de la época. Se trataba de un carácter testimonial, en el que se pretendía garantizar una vida digna a todas ellas.
Dicho carácter testimonial abarcaba temas de herencias, derechos, derechos de los recién nacidos, nulidades matrimoniales, infidelidades y violaciones, actuando como peritos ante el juez. Para todo lo relacionado con las licencias y derechos de primogenitura era necesario que una mujer con buena fama y que hubiese estado presente en el parto diese fe del nacimiento, un papel que se atañó a las matronas.

Matronas con el recién nacido y la parturienta.
Cuando se daban casos en los que las embarazadas se quedaban viudas antes de dar a luz, debían ofrecer un testimonio asegurando que tanto el embarazo como el parto eran e iban a ser reales para así acceder por derecho a la herencia del difunto. En estos casos, también eran apoyadas por las matronas.
Igualmente, se ocupaban de comprobar el estado de buena esperanza de las mujeres mediante exámenes periciales y, en el caso de las violaciones, exploraban a las víctimas para verificar o desmentir si el acto sexual se había consumado. Eran las encargadas de testificar ante el juez si sus representadas habían sido afectadas por las infidelidades de su marido.
En caso de que se solicitase la nulidad matrimonial, para que esta fuese efectiva, la pareja en cuestión debía haber convivido durante tres años, no haber consumado y tener prueba física que demostrase la virginidad en el cuerpo femenino, algo de lo que se encargaban las matronas.
Las matronas, en el caso de que la madre tuviese una situación social compleja, entendiendo compleja por ser madre soltera, viuda, adúltera o no querer tener relación con el recién nacido, buscaban una familia para ese bebé.
La Inquisición puso fin a las matronas
Todo cambió con la llegada de la Inquisición y su erróneo concepto sobre ellas. Las tacharon de hacer ritos paganos, de ser brujas, hechiceras y de ser aquellas que llevaban el mal a los partos, atribuyéndoles la muerte de los bebés en los vientres y los abortos espontáneos. Por todo ello, comenzaron a ser perseguidas.
Y como no podía ser de otra manera, los hombres se unieron a las acusaciones de la Inquisición y comenzaron a escribir obras que hiciesen ver el mal papel de estas mujeres. Nicolau Eimeric, teólogo, publicó en 1376 Directorium inquisitorum, una obra basada en la hechicería de las mujeres.
La dureza contra estas se incrementó cuando los inquisidores Henry Kramer y Jacob Sprenfer dieron a conocer en 1486 el Malleus maleficarum, obra utilizada para realizar juicios contra las matronas durante más de dos centurias. A ellas se las culpó de todos los males y las acusaron de sacar a los neonatos del vientre de sus madres y ofrecerlos a Lucifer alrededor del fuego de las cocinas.

Matronas en la Edad Media.
Se las asoció con la sexualidad, la reproducción y los cultos paganos, y se las acusó de proporcionar remedios anticonceptivos, abortivos y de infanticidio por bautizar de urgencia a los niños. La Iglesia las clasificó en 'Brujas blancas', que eran las matronas buenas y necesarias que no se acercaban a Lucifer; y 'Brujas negras', aquellas matronas malvadas que debían ser condenadas.
Las nodrizas, mujeres encargadas de amamantar a los bebés en caso de que las madres no tuvieran suficiente leche o falleciesen en el parto, también fueron centro de diana para la Inquisición, que las castigó y persiguió.
Las matronas en la vida de las mujeres del medievo eran de suma importancia para que estas, valga la redundancia, siguieran con vida trayendo a su vez una nueva vida al mundo. Pero igual de importante fue la valentía con la que luchaban para que todas ellas, embarazadas o no, casadas o solteras, jóvenes o adultas, tuviesen una vida digna, plantando cara a las trabas que la sociedad les ponía por ser mujeres.