
La bicicleta fue un verdadero símbolo de libertad para las mujeres.
De ser lapidadas por pedalear a convertirse en la 'Máquina de libertad': la bicicleta, gran icono de la emancipación femenina
Esta herramienta que se diseñó para los hombres se convirtió en el vehículo con el que las mujeres abrieron el camino de su propia libertad.
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Nunca nadie pensó que un mero medio de transporte podría liderar una revolución, pero lo hizo. No fue el tren y su máquina de vapor, ni el coche y su modernísimo motor que ya apuntaba maneras en 1885. Fue la bicicleta, ese sencillo mecanismo basado en unos pedales, un piñón y una cadena. ¡Y muchas ganas de avanzar! Pero, en este caso, de avanzar hacia la igualdad.
Las bicicletas se convirtieron en un símbolo de la revolución feminista y pasaron a reivindicar las ataduras de la época victoriana. Las mujeres comenzaron a desafiar las reglas que la sociedad les imponía luchando por sus derechos y libertades. Se convirtieron en el blanco de hombres y mujeres que veían en esta práctica una clara intención de llamar la atención en una época en la que cualquier tarea que estuviese fuera del hogar estaba mal vista.
Dejaron de escuchar las críticas, hicieron caso omiso a enfermedades que se inventaron por montar en bicicleta y no se acobardaron ante las agresiones físicas y verbales que sufrían diariamente en las calles. Las bicicletas provocaron transformaciones a todos los niveles: cambios en la vestimenta de las mujeres para facilitar el uso de la bicicleta y llegaron los bloomers.
Ningún hombre pudo sospechar ni prever que una diversión creada para ellos se pudiese convertir en el vehículo que les abriría el camino hacia la libertad a las mujeres. Y ellas, sin saberlo, porque nunca la habían tenido, anhelaban la libertad. Las bicicletas se convirtieron en sus mayores aliadas.
Las que alzaron la voz
Durante el siglo XIX medio mundo estaba gobernado por la reina Victoria y, aunque por aquel entonces el papel de la mujer quedaba relegado al hogar, se empezaron a escuchar expresiones como igualdad, libertad y derechos de las mujeres. En 1857 se ganaba la batalla del divorcio en Reino Unido y en 1866 se empezaba a hablar y alimentar el movimiento sufragista.
Entramos en una época en la que las mujeres se armaron de valor y comenzaron a alzar la voz para conseguir la igualdad de derechos. Entre ellos, el de votar y ser votadas, tener acceso a la educación, ir a las universidades y poder estudiar carreras como la medicina o la abogacía (que solo eran posibles para los hombres), adquirir una vivienda en propiedad o conseguir la igualdad salarial para aquellas mujeres que desempeñaban los mismos oficios que los hombres.
En definitiva, deseaban poner fin a los comportamientos sociales a los que estaban condenadas a seguir. No hablar en voz alta, no reírse a carcajadas, tener siempre una postura erguida y correcta, no hacer gesticulaciones llamativas, no andar deprisa, no mover los brazos lejos del cuerpo o ser silenciosas eran solo algunos de los ejemplos.
Una inesperada aliada
Las mujeres de clase media-alta fueron las primeras que se lanzaron a montar en bicicleta desafiando a la sociedad del siglo XIX. Pedalear en un momento en el que salir a la calle solas estaba mal visto, era sinónimo de llamar la atención y de no seguir las pautas sociales que se les imponían.

Mujeres en bicicleta.
Estos comportamientos tuvieron consecuencias y no tardaron en convertir a las mujeres en dianas de insultos y agresiones, como la que sufrió Emma Eades, la primera en salir a la calle montada en bicicleta en Londres y que fue apedreada por ello.
Pero no solo eran los hombres los que estaban en contra, en 1891 una corresponsal del Chicago Tribune manifestó su rechazo hacia aquellas que montaban en bicicleta en una columna del periódico. Señaló que era de mala educación y poco apropiado que una mujer llamase la atención en la calle, calificándolo como algo mucho más repugnante que verlas fumar.

Mujer con un cigarrillo en la mano y en bicicleta.
Sin embargo, y como bien dijo la sufragista estadounidense Susan B. Anthony: "Las bicicletas habían hecho más por emancipar a las mujeres que nada en el mundo", pues les brindaron la oportunidad de ver explorar la realidad como nunca antes lo habían hecho y recorrer largas distancias sin la necesidad de contar con un hombre que las llevara.
Los problemas del pedaleo
Todas aquellas que hacían uso de la bicicleta se convertían en personas de dudosa moral y dejaban ver un comportamiento pésimo dentro de la sociedad. Los hombres, que veían amenazada su autoridad, consideraron esta práctica como algo indecoroso y peligroso, que traía consigo elementos negativos como el sudor, despeinarse o resultar poco femeninas.
Pero no se quedaron ahí, llegaron a decir que montar en bicicleta podría producir abortos, esteralizaciones, exitación sexual innecesaria, padecer la enfermedad de "cara de bicicleta" y trastornos nerviosos. Incluso se crearon sillines higiénicos para evitar o reducir la posible excitación sexual por la fricción de los genitales femeninos.
En 1897, el doctor inglés A. Shadwell publicó en la revista National Review un artículo en el que detalló las consecuencias de la enfermedad "cara de bicicleta": ojos desorbitados, piel seca, labios demacrados, mandíbulas apretadas…
Transformación en la moda
Esta tendencia, por supuesto, también llegó al mundo de la moda. Los vestidos de la época pesaban toneladas (hasta 6 kilos) y eran incómodos, los corsets les impedían respirar con normalidad y las faldas eran tan largas que se podían pillar con los pedales; necesitaron un atuendo apropiado para montar en bicicleta y que les facilitase el pedaleo.
Por ello, a mediados del siglo XIX, Amelia Bloomer, periodista, defensora del sufragio femenino y mujer que montaba en bicicleta, inventó unos pantalones anchos de inspiración turca que simulaban, al principio, una falda dividida en dos. Serán los conocidos bloomers.

Mujer montando en bicicleta con los bloomers
Fueron recibidos, como todo lo que le daba cierta libertad o avance a las mujeres, con desprecio y desaprobación. El escándalo fue tan mayúsculo que incluso los sacerdotes hicieron sermones resaltando que esa vestimenta era pecaminosa.
Las mujeres que se los ponían eran objeto de insultos, miradas de desprecio y en ocasiones, como le sucedió a la aristócrata Lady Haberton, se les negaba la entrada a sitios en los que los dueños consideraban indecoroso su uso. Se acuñó la expresión "Making a Bloomer" para referirse a las mujeres que hacían el ridículo llevándolos.
Los bloomers se empezaron a combinar como trajes divididos con blusas y las telas que se utilizaban eran más ligeras y duraderas. Por su parte, los zapatos también cambiaron, pues se impusieron las botas, los diseños de tacón bajo o los modelos con cordones.
Las primeras ciclistas
Irónicamente, la creación progresiva de la bicicleta simbolizó un espejo de la lucha por los derechos de las mujeres a lo largo de los años, pieza por pieza, reivindicación por reivindicación, hasta conseguir grandes avances en derechos sociales.
Mujeres que ayudaron a conseguir el derecho de montar en bicicleta:
- Annie Londonderry. Se convirtió en la primera en dar la vuelta al mundo en bicicleta después de 15 meses pedaleando. Estaba casada y era madre de tres niños. Annie se enfrascó en esta aventura por una apuesta y, si ganaba, se llevaría 5.000 dólares.
- Tila Anderson. Con tan sólo 20 años fue reconocida como la mejor ciclista del mundo tras batir el récord del siglo en la prueba de velocidad.
- Lady Harberton. Comprometida con que las mujeres pudiesen ir en bicicleta y en ropa cómoda.
- F. J. Erskine. Autora victoriana que publicó su libro Damas en bicicleta. Cómo vestir y normas de comportamiento. En este se dan consejos a otras mujeres que, como ella, montaban en bicicleta.
Cada pedaleo era un paso más para conseguir libertad. De hecho, cientos de ellas empezaron a ir a las manifestaciones y concentraciones en bicicleta.