Simone mencionó que suele conducir por España con gran tranquilidad y comodidad.
Simone, camionero internacional, habla sin filtros sobre la diferencia de salarios en Europa: “Un transportista francés…”
El conductor señaló que los conductores franceses suelen recibir mayores beneficios a nivel continental.
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La presión sobre los camioneros en Europa, las diferencias salariales entre países y un sistema cada vez más exigente han marcado el debate dentro del transporte internacional. En medio de este panorama, un conductor italiano con 24 años de experiencia, Simone, relató cómo ha vivido esas desigualdades en primera persona y por qué considera que el sector atraviesa un deterioro profundo que afecta tanto a los sueldos como a la calidad del trabajo.
“Un transportista francés gana más, pero vive más caro”: así describió Simone la brecha salarial en Europa
Durante una conversación en el canal de YouTube Rutas de Éxito, Simone declaró que los sueldos varían de forma drástica entre países y que el coste de vida modifica por completo la percepción del salario. Comentó que un camionero francés “ganaba más”, pero que vivía en un entorno mucho más caro. También aseguró que en Suiza algunos conductores cobraban “6.000 francos” haciendo rutas nacionales, aunque allí un simple cappuccino costaba entre cinco y seis francos y una comida llegaba a 50.
En sus comparaciones, afirmó que el camionero español ganaba “un poco menos” que el italiano, pero disfrutaba de un coste de vida más accesible, lo que equilibraba la balanza.
En Italia, en cambio, señaló que los precios estaban aumentando y que cada vez resultaba más difícil sostenerse, incluso trabajando en el transporte internacional. Según dijo, el mínimo justo para alguien que pasaba la semana fuera de casa tendría que rondar “3.700 o 3.800 euros”, porque “es una vida de m…”, y porque pocos reconocían el sacrificio real.
Condiciones laborales y un sistema que definió como “trufa legalizzata”
Simone criticó con dureza la presión constante del sector. Explicó que las multas por detalles mínimos, la vigilancia permanente y la falta de comprensión hacia las dinámicas reales de la carretera habían convertido el trabajo en algo que definió como “schiavitù”. Comentó que un conductor podía ser sancionado por excederse dos minutos en el tacógrafo y que numerosos aparcamientos eran inseguros, pequeños o directamente inexistentes.
También denunció que fondos de inversión y grandes flotas estuvieran absorbiendo a empresas pequeñas, obligadas a competir con precios cada vez más bajos. Según afirmó, esa tendencia había impuesto una lógica en la que el chofer es la menor de las prioridades: buscar siempre al conductor más barato, sin priorizar experiencia, calidad o condiciones dignas.
Italia, España, Francia y otros países: diferencias que describió desde su experiencia
Simone también estableció comparaciones claras entre países. Contó que en Francia las autopistas eran caras, pero explicó que “pagabas el servicio”, con parkings amplios, zonas de descanso cuidadas y un mayor sentido de orden. Sobre España, señaló que allí se conducía “relajado” y que los estacionamientos eran amplios y funcionales.
En cambio, definió Italia como un país “parado” y “viejo” en materia de infraestructuras. Habló de carreteras deterioradas, obras que nunca terminaban y autovías con tramos peligrosos. En cuanto al respeto en carretera, reveló que en Inglaterra siempre había percibido un trato ejemplar hacia el camionero: prioridad en rotondas, maniobras facilitadas y una convivencia vial que, según dijo, no veía en todas partes.
Corrección del bloque: Su trayectoria
Simone relató que comenzó en los años 90 sin GPS ni internet, guiándose con mapas y conversaciones con otros camioneros. Recordó su etapa en TIR España, los viajes a Bélgica, Francia y Reino Unido y los tiempos en que los conductores se esperaban en áreas de servicio para viajar juntos.
Dijo que el sector se había vuelto más frío, más digital y menos humano. Explicó que prefería su camión de 2005, con cambio manual, porque le transmitía una “sensación” que los modelos nuevos no le daban. También defendió la personalización estética como parte de la pasión por el transporte, criticando que algunas multas persiguieran “tener estilo”. Para él, “tener un estilo no es un crimen”.
Respecto al futuro, Simone fue tajante al declarar que el transporte solo podría atraer jóvenes si se les respetaba y se les pagaba adecuadamente. En Italia, comentó, sacarse las licencias podía costar entre 4.000 y 6.000 euros, una inversión enorme para entrar a un sector que, según afirmó, muchas veces ofrecía sueldos insuficientes y condiciones desgastantes.