Un gato en brazos de un veterinario.

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Mascotario

Félicette, la gata que viajó durante 13 minutos al espacio: aterrizó con paracaídas, pero fue sacrificada por el progreso

Nacida en París, fue elegida para participar a una travesía espacial y demostrar el potencial científico de Francia, viajando a 157 kilómetros de altitud . 

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A lo largo de la historia de la exploración espacial, han existido protagonistas inesperados cuya contribución ha sido esencial para el avance científico, aunque rara vez son recordados por el gran público. Mientras figuras como Laika o Ham ocupan lugares destacados en la memoria colectiva, otros animales que participaron en misiones cruciales han quedado en el anonimato.

Entre ellos destaca una gata parisina, cuya sorprendente travesía hacia los límites del espacio desafió las expectativas y demostró el ingenio humano en la búsqueda de conocimiento. La gata Félicette, nacida en las calles de París, fue elegida para participar en uno de los experimentos más singulares de la historia espacial.

En plena carrera para demostrar el potencial científico de Francia, los investigadores seleccionaron 14 gatas callejeras y las sometieron a intensos entrenamientos con centrifugadoras y cámaras de compresión. Tras varias semanas, solo Félicette conservaba el temperamento tranquilo que buscaban los científicos, además de ser la más apta físicamente cuando sus compañeras engordaron durante el proceso.

Un trayecto suborbital

El 18 de octubre de 1963, Félicette despegó desde la base de Hammaguir, situada en el desierto argelino, a bordo de un cohete Véronique AG1. Durante los 13 minutos de vuelo, la pequeña gata experimentó la ingravidez en un trayecto suborbital que la llevó a 157 kilómetros de altitud.

Electrodos implantados en su cerebro registraron datos neurológicos fundamentales para entender los efectos del viaje espacial en mamíferos vivos. Finalmente, aterrizó mediante paracaídas y logró regresar con vida a tierra firme, lo que convirtió su participación en el único vuelo espacial realizado por un felino hasta la fecha.

Tristemente, el final de la historia fue mucho menos heroico. Dos meses después de ese vuelo, los científicos optaron por sacrificar a Félicette para estudiar más a fondo los efectos que la ingravidez y el viaje espacial habían tenido en su cerebro.

El trágico final de Félicette pone en evidencia las contradicciones éticas que han marcado la historia de la investigación científica. Tras aportar valiosos datos y sobrevivir a un viaje espacial sin precedentes, su vida fue terminada prematuramente en nombre del progreso. 

El olvido

Así, la gata quedó relegada al olvido, mientras otros animales como la perra soviética Laika o el chimpancé estadounidense Ham recibían homenajes y reconocimiento mundial. Incluso los sellos postales llegaban a equivocarse, representando a un gato macho y llamándolo "Félix" en vez de Félicette.

Décadas pasaron hasta que, en 2017, emergió una campaña en internet encabezada por Matthew Serge Guy, cuyo objetivo era dar el reconocimiento que la historia le había negado. El esfuerzo de más de 1,100 seguidores permitió que en 2019 se instalara una estatua de bronce en Estrasburgo, Francia.

La escultura muestra a Félicette posada sobre el mundo, con la mirada hacia el cielo: un testimonio permanente de su contribución silenciosa a la ciencia y una reivindicación muy esperada.  El redescubrimiento de Félicette y el homenaje que finalmente recibió abren la puerta a una visión más consciente y compasiva sobre el papel de los animales en la investigación, recordando la importancia de valorar la vida y la dignidad hasta el último momento.