Alberto Toval durante uno de los talleres de ajedrez terapéutico de Chesscul. Cedida
Alberto (25 años), el malagueño que usa el ajedrez como terapia ante el párkinson: "Ayuda a la atención y pasan un gran rato"
También ayuda a pacientes de alzhéimer en sus talleres después de detectar que se organizan muchas actividades físicas en asociaciones y residencias, pero no tanto a nivel cognitivo.
Más información: Muere José Antonio Sánchez, el creador del club de ajedrez de calle Larios: 'enganchó' a más de 400 personas
Alberto Toval tenía diez años cuando abrió por primera vez el libro Ajedrez para dummies la tarde antes de un torneo escolar en Málaga. Al día siguiente, ganó. De aquella forma tan improvisada en la que se asomó a la ajedrez, salieron campeonatos de Andalucía, un Open Internacional... y toda una vida frente a los tableros. Hoy, sin embargo, su partida más importante no se está jugando en un salón de competición, sino en asociaciones de Málaga, donde mayores con alzhéimer o párkinson se sientan en silencio, piensan, se ríen… y se sienten un poco menos solos gracias al ajedrez.
Detrás de esa escena está Chesscul, la escuela de ajedrez creada por este joven malagueño, fisioterapeuta de formación, que ha decidido llevar el juego a pacientes con estas enfermedades en la provincia. Lo hace no como simple entretenimiento, sino como herramienta terapéutica a la que ve "mucho potencial". “A nivel físico se organizan muchísimas actividades en residencias y asociaciones, pero a nivel cognitivo veía que faltaba algo”, dice, en conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.
Tras comenzar a familiarizarse con el ajedrez, en parte gracias a su profesor de Educación Física, que siempre le apoyó, Alberto, en 2014, llegó su cumbre competitiva al proclamarse campeón de un Open Internacional en el que participaron representantes de 47 países. Siguió compitiendo hasta 2017, cuando tuvo que dejar a un lado las casillas negras y blancas ya que la universidad y la fisioterapia ocuparon el centro de su vida.
Durante las prácticas empezó a visitar residencias y asociaciones. Allí vio el patrón que le cambiaría el rumbo: veía que los pacientes estaban muy bien atendidos, tenían actividades físicas, como paseos, gimnasia, salidas culturales... Pero ningún entrenamiento a nivel cognitivo. La pieza que faltaba estaba en su propia biografía: el ajedrez.
El clic definitivo para ponerse a actuar llegó en la calle Larios de Málaga, con la iniciativa del fallecido José Antonio Sánchez, que llevó a esta conocida calle el ajedrez con tableros en los que turistas, curiosos, pero también expertos, se sentaban entre el vaivén constante de personas a pensar cada jugada.
Pese a la muerte de su impulsor, la comunidad que él mismo creó, con más de 400 personas unidas en torno al ajedrez, siguió adelante y se siguen realizando reuniones para compartir partidas. “Ver allí a tanta gente jugando, disfrutando, me motivó a fundar algo más”, explica Alberto. De ahí nació primero una escuela online y, poco después, los talleres terapéuticos para personas con párkinson, alzhéimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Partida de ajedrez.
Los talleres de Chesscul en la Asociación de Párkinson de Málaga comenzaron en octubre del año pasado. Se celebran en grupos reducidos, de entre 10 y 15 personas, y con una premisa clara: adaptarse al ritmo y las capacidades de cada usuario.
“La base es hacer el taller individualizado”, insiste Alberto. En una misma sesión pueden coincidir personas que han jugado durante 40 años y otras que no han tocado un tablero en su vida; pacientes con deterioro leve y otros con la enfermedad avanzada. Para salvar esa brecha suelen acudir varios profesionales que van dando un tratamiento personalizado a todos.
“Si había gente que no sabía jugar, una profesora se quedaba con ellos explicando las bases, mientras yo trabajaba con el grupo más avanzado”, relata. Usan la mitad del taller para explicar teoría y la otra mitad, para realizar partidas. Todo ello en un espacio tranquilo, dinámicas breves y el buen humor como mejor herramienta. En el caso del alzhéimer, las bases se repiten a menudo: movimiento de piezas, reglas, jaque mate. “Hay gente a la que se le va olvidando de una semana a otra”, admite.
Uno de esos jugadores es Fernando del Valle, de 81 años, ingeniero de ferrocarriles jubilado y malagueño “de pura cepa”. Lleva diagnosticado de párkinson dos años, aunque los síntomas llevaban tiempo avisando.
“El olfato, se pierde el olfato. Yo llevaba por lo menos diez años ya que lo había perdido”, cuenta. Después llegaron un temblor en la mano izquierda, los problemas al caminar y los problemas para escribir. Hubo un detalle que le sorprendió especialmente: “En el curso de mayores de la UMA tomaba apuntes y por la tarde no los entendía. La letra se me hacía pequeña y caía hacia abajo”, declara.
Una partida en la asociación.
Tras acudir al neurólogo, llegó el diagnóstico de párkinson y, poco después, la oportunidad de empezar a ver el ajedrez como una terapia gracias a Alberto y su equipo. “Propusieron enseñarnos a mover las piezas, lo que es el principio. Fuimos un grupo de compañeros de la asociación los viernes, de 11 a 13 horas”, recuerda.
No buscan convertirse en campeones de España, Fernando lo tiene claro. “Jugamos entre muy novatos, con conocimientos muy limitados, pero lo importante es el ejercicio al que te obliga el ajedrez. Pasas un buen rato, sales más animado… Es como una terapia: hayas ganado o perdido, ves que has estado trabajando la mente, y eso es bueno”, asevera.
Para Fernando, el ajedrez es más que un juego. "Pensar en la próxima jugada, recordar estrategias o simplemente decidir qué pieza mover es un buen ejercicio para la memoria y la atención", dice. Además, reconoce que más allá de ello, sin darse cuenta, trabaja "la coordinación y mejoramos los movimientos". "Por no hablar de lo emocional: una partida cambia el ánimo por completo. Surgen sonrisas, conversación y ganas de seguir. A veces, una o varias partidas podrían valer como una terapia”, asevera.
Su mujer también participa en cursos para cuidadores en la misma asociación: “A nosotros nos han ayudado mucho. A ella le enseñan por qué tenemos ciertas reacciones, si te caes cómo tienes que recogerte… y muchas más cosas en el marco de la psicología del enfermo”.
Pese a una cardiopatía isquémica que le limita, siente que su actividad, como el hecho de acudir a las clases de ajedrez, ha frenado el avance de la enfermedad: “Voy un poco más derecho y mejor, gracias a los consejos de la fisioterapeuta. Lo importante es mantenerse”.
Como fisioterapeuta, Alberto es prudente: “No hay evidencia directa de que el ajedrez ayude a una patología concreta como el alzhéimer o el párkinson”. Pero sí la hay sobre mejoras en "atención, memoria o velocidad de reacción".
En la Asociación de Párkinson se están pasando escalas desde Terapia Ocupacional que ya muestran mejoras en actividades básicas. Además, aseguran que los usuarios están muy motivados. Aguantan con concentración máxima una hora y media de partida. Y hay algunos que incluso quieren seguir jugando en casa.
La psicóloga de la asociación de alzhéimer con la que colaboran insiste: la soledad no deseada es uno de los grandes enemigos. El ajedrez combate justo eso. “Les pones un hobby en común. Siempre está el ‘buena partida’, el ‘yo aquí hubiera hecho esto’, y salen relaciones muy buenas”, dice Alberto.
Chesscul como escuela online, gracias a estas iniciativas y mucho trabajo, dice Alberto, "ha crecido sin pausa": torneos, sesiones conjuntas entre asociaciones, campeonatos… Su escuela, que también forma a alumnos de España y Latinoamérica y vende material especializado, se ha convertido en un referente en el mundo del ajedrez.
Su próximo paso mira más lejos de Andalucía: “Nos gustaría extender esta actividad a nivel nacional”, reconoce Alberto. Su sueño es que los tableros entren algún día en los programas estándar de rehabilitación en residencias y asociaciones.
Mientras tanto, en cada taller, Fernando y sus compañeros vuelven a sentarse frente a 64 casillas con mil jugadas que contar. Piensan, recuerdan, se equivocan y aciertan realizando movimientos, echan un rato de charla y risas... Algunos puede que olviden cómo terminó la partida… pero se llevan algo más importante: la certeza de que, al menos durante esa hora, la mente se enciende y están pasando un buen rato con amigos.