Grupo de jóvenes de la Diócesis de Málaga.

Grupo de jóvenes de la Diócesis de Málaga. Cedida

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La JMJ desde los ojos de los malagueños: "Nos han mostrado las cruces de nuestro tiempo"

Más de 1.100 jóvenes de la Diócesis han asistido al encuentro con el papa Francisco en Lisboa. El despertar en el Campo de Gracia con el 'Padre DJ', entre lo más comentado.

8 agosto, 2023 05:00

Viajar en autobús durante 10 horas. Dormir a la intemperie. Caminar durante horas bajo el sol y, aun así, volver feliz a casa. Esa es la sensación que se llevan los 1.172 peregrinos de Málaga que durante la última semana han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Portugal; un encuentro espiritual junto al papa Francisco y más de 1.500.000 personas procedentes de todos los lugares del planeta.

Uno de esos malagueños que partió rumbo a Lisboa fue Pablo Domínguez. Este veleño de 27 años, en conversación con EL ESPAÑOL, reconstruye alguno de los episodios que durante siete días han forjado unas jornadas para “vivir la fe”. Domínguez relata que, pese a formar parte de la delegación de Juventud de la Diócesis de Málaga, la propia organización del evento les ha permitido conocer a gente de muchos países.

La estructura era siempre la misma: cada mañana, tras un rato de oración, participaban en unas catequesis impartidas por otras diócesis, en las que además había obispos de distintos continentes, como el de California, con el que coincidieron en uno de estos actos: “Íbamos a animarnos unos a otros”, resalta. 

“La JMJ da lugar a acontecimientos que no se van a tener en el día a día normal. Nos pasó que, por circunstancias, acabamos encontrándonos un grupo muy reducido con dos obispos que nos venían a dar catequesis. Eso demuestra que entre millones de personas, también te puedes encontrar con momentos íntimos y de silencio”, añade este joven. 

Estas jornadas han contado con cinco actos centrales: la misa de apertura, la ceremonia de bienvenida, el Vía-crucis, la vigilia y, finalmente, la misa de Envío. De todos ellos, el Vía-crucis y la vigilia han tenido un eco que ha traspasado las fronteras de la comunidad cristiana. Durante el rezo de las 14 estaciones, los organizadores incluyeron meditaciones relacionadas con problemas presentes entre los más jóvenes: salud mental, adicciones, medioambiente… 

Jóvenes de la Diócesis de Málaga en Portugal.

Jóvenes de la Diócesis de Málaga en Portugal. Cedida

Este acercamiento demuestra el interés de la Iglesia por profundizar en las preocupaciones que rigen las generaciones del presente. Domínguez subraya, más allá del dinamismo del acto, el interés que suscitó entre sus compañeros: “Apreciamos que tocaron realidades sociales. Nos mostraron las cruces de nuestro tiempo y cómo podemos responder ante esos retos. Se hablaron de cosas que nos afectan, lo que demuestra que el Evangelio no deja de actualizarse”, destaca. 

Así, la reflexión que lanza es que la JMJ ha consolidado una experiencia de “iglesia Universal”: “Nos han capacitado para querernos sin conocernos; sin tener en cuenta banderas, razas, estereotipos o formas de vivir la fe”, incide. 

Esta fortaleza internacional se ve reflejada en la hospitalidad de las familias que acogieron peregrinos en sus casas, “tratándonos como a uno más y creando una amistad” que se ha consolidado. Tal fue la atención puesta en ellos que, según relata Pablo, hasta les pusieron sardinas un día (aunque no espetadas): “Se han volcado para que no nos faltara de nada”. 

Durante su estancia en la diócesis de Coímbra, a unos 200 kilómetros de Lisboa, también ha habido tiempos para “hacer patria”, como define Domínguez una de las anécdotas más divertidas que vivieron: “El último día nos organizaron una despedida en la que actuó la banda del pueblo. Durante la celebración, sacaron a un san Juan Bautista en procesión y a nosotros nos dieron una imagen de San Pedro en unas andas pequeñitas”, describe. 

El desenlace se lo puede imaginar el lector: “Empezamos a llevarlo al estilo malagueño, como si fuera un trono. Incluso haciendo algún pulso”, asegura. Así, la comitiva partió hasta el campo, donde celebraron una misa junto a las personas que le habían acompañado durante esa semana. 

Un amanecer junto al ‘Padre DJ’

Poner una ciudad al servicio de 1.500.000 jóvenes no es tarea fácil. El esfuerzo logístico de una capital que multiplica por cuatro su población se ha visto reflejado en algo tan básico como las comidas: “Teníamos unos ticket y con presentarnos en McDonald ya nos daban el menú”, relata Domínguez, quien incide en el esfuerzo de los voluntarios. 

Pese a esa coordinación, hay cuestiones que son insalvables. Y, más aún, teniendo en cuenta el volumen de personas y la seguridad: “Siempre hay cosas que se escapan”, apuntilla. Por eso, el último día, tuvieron que recorrer varios kilómetros andando por la carretera (con el siguiente tiempo de espera ante los registros) para llegar al Campo de Gracia, el lugar en el que tendría lugar la vigilia.

Fue en este lugar donde se vivió el momento que más ha trascendido. Por lo anecdótico, lo polémico y también, por qué no, lo bello. Contexto: todos los asistentes a esa vigilia (que finalizó bien entrada la noche) se habían quedado a dormir en la explanada, en la desembocadura del Tajo, para poder asistir a la misa, que tendría lugar a las 9 de la mañana en ese mismo lugar. 

“Muchos decían que habían dormido mejor al aire libre que en los colegios. El momento de despertarnos fue muy bonito, con el amanecer, el sol saliendo…”. Y sí, se lo han imaginado. Guilherme Peixoto, o como le han bautizado en redes, el padre DJ, poniendo Jerusalema versión tecno. 

“Esto demuestra que en la Iglesia cabemos todos. A mí no me sorprendió; hay muchos sacerdotes y a algunos les extraña que hagan vida normal. No están abiertos a otras realidades, pero cuando estás pendiente de Dios, qué más da si suena piano o una guitarra”, defiende este joven malagueño que ha encontrado en Lisboa una oportunidad de profundizar su fe.

Una misma causa

María Krauel, de 27 años, también ha formado parte de la organización a través de la delegación de Juventud. Ella fue una de las 1.500.000 personas que la última noche acamparon en el Campo de Gracia: “Tenía tanto sueño cuando me desperté que lo primero que hice fue mirar quién había puesto la música”, cuenta entre risas. 

Pero dejando a un lado el aspecto anecdótico (en el que también estuvo presente la belleza), Krauel resalta la labor realizada desde la Diócesis de Málaga para poder movilizar a los más de 1.000 jóvenes de la Costa del Sol: “El objetivo ha sido sacar adelante nuestra comunidad como una realidad en la JMJ. Sobrevivir y controlar todo aquello que estaba en su mana”, recuerda ahora que ha vivido los frutos de tres años de trabajo. 

“No sé si puedo hablar por boca de todos, pero creo que la mayor inquietud espiritual era buscar un encuentro con Dios, algo que a veces es difícil en el día a día. Queríamos sentirnos vivos a través de los demás; en compañía del que compartía un trocito de suelo con nosotros”, apunta. 

Otra cuestión que destaca es la presencia del papa Francisco. Pese a lo duro del camino, asegura que mereció la pena por escuchar al santo padre: “Ves como una persona tan mayor intenta aparcar el dolor y acompañarnos; es un testimonio brutal de fe y confianza en los jóvenes como motor de la Iglesia”. 

Esa misma reflexión es la que expone María Fortes, quien viajó hacia Portugal con la parroquia San Miguel de Miramar: “Pensábamos que Francisco, por ser mayor, no iba a lanzar un mensaje acorde a nuestra generación, pero fue muy agradable y cercano”. 

El carácter internacional de la JMJ dota de un romanticismo especial los encuentros. Fortes los califica de “película”: “Veíamos banderas de todos los países. Incluso a veces te preguntabas cómo podía haber tanta juventud cristiana en algunos lugares. Eso es lo que me llevo. Todo el mundo iba por una misma causa. En mi caso, estaba más alejada de la fe y esto me ha ayudado a volver”, cuenta.