Solo los locos son capaces de cambiar el mundo, y Pepe Cobos es uno de ellos. Un loco maravilloso, de esos que sueñan en grande y contagian su pasión a quien se cruza en su camino. Visionario, genio y generoso como pocos, Pepe llegó desde Los Pedroches (Córdoba) hace más de cincuenta años para enamorarse de Málaga y entregarle su alma.
De la mano de Paco Campos y Antonio Gala, dio vida a la insigne Bodega El Pimpi. Un trocito de Málaga donde se guarda toda su esencia. Un lugar que, en verdad, no es de sus propietarios, sino de cada uno de los malagueños.
Esta es la historia de una relación de admiración, exigencia, inconformismo, generosidad y verdadero amor por Málaga, que particularmente me hizo crecer en todos los sentidos, sabedora de que estaba ante un genio que, después de muchos años de trabajo y entrega, hoy recibe el premio al mejor empresario hostelero de España.
Tuve la enorme suerte de que mi vida se cruzara con la suya en un momento decisivo. Corría el año 2011 y yo acababa de crear mi empresa, Pasedeprensa. Buscaba clientes, soñaba con proyectos bonitos y tenía una ilusión que me podía.
Eran años importantes para Málaga, se inauguraba el Museo Carmen Thyssen, el Málaga CF fichaba estrellas millonarias con el jeque Al-Thani y en la Feria de Málaga el problema era el botellón del centro. Por varios sitios me empezaron a hablar de Pepe Cobos, como si de una señal se tratara, y finalmente el destino me puso frente a él, para ayudar a un grupo de hosteleros a mandar una nota de prensa a los medios con sus quejas del botellón del centro.
Un encuentro que cambió mi forma de trabajar y de mirar la vida
Empecé a trabajar junto a él ayudándole a comunicar sus proyectos, a contar sus ideas, a poner palabras y titulares a todo lo que soñaba. Y eran muchos sueños, créanme. Pepe no descansaba nunca.
Uno de los primeros proyectos fue recuperar las tertulias literarias y crear “Los Lunes de El Pimpi”, aquellas veladas culturales que habían sido míticas en los años setenta, cuando por el Palomar de Picasso pasaban Antonio Gala, Gloria Fuertes o Rafael Pérez Estrada. Quería devolverle a Málaga aquel espacio de encuentro entre artistas, escritores, músicos y soñadores.
Con Pepe Infante al frente de la coordinación, la cultura volvió a tener casa en la bodega más famosa de la ciudad. Y yo, desde mi pequeño rincón, tuve el privilegio de ser testigo cada lunes y contar lo que allí ocurría cada semana, durante años.
Pero Pepe nunca se conformaba con un solo frente. Al mismo tiempo impulsó el grupo “Vive el Centro”, junto a otros hosteleros malagueños. Aquello fue un soplo de aire fresco: jornadas gastronómicas recuperando platos tradicionales de cuchareo, apoyo al Carnaval realizando colaboraciones y una de sus grandes pasiones, los Verdiales.
Siempre que tenía ocasión, llevaba una panda de verdiales a la puerta de El Pimpi, a una entrega de premios, a jornadas gastronómicas o a cualquier evento que se precie. Pepe entendía que el alma de una ciudad está en sus costumbres, en sus sabores, en su gente, en sus tradiciones.
El visionario que apostó por lo local antes de que estuviera de moda
Una de las cosas que más admiro de Pepe Cobos es su capacidad para ver antes que nadie lo que otros todavía no alcanzan. Fue un pionero en defender el producto local, el kilómetro cero y el orgullo por lo nuestro, cuando aún pocos hablaban de eso.
Recuerdo cómo apoyó, desde el primer minuto, la creación de la marca Sabor a Málaga. Dicen que aquella frase que el músico Javier Ojeda escribió en uno de los barriles de El Pimpi —“El Pimpi es Sabor a Málaga”— fue la semilla de la marca provincial. Y puede que sea cierto. Lo que sí sé es que Leonor García-Agua, directora de la marca, siempre menciona a Pepe en sus discursos como gran impulsor y ayuda clave en el desarrollo del proyecto.
Y si hablamos de apostar por lo local, imposible olvidar su papel en la promoción del tomate Huevo de Toro de Coín. Aquel año, 2013, participó en la subasta benéfica para promocionar el tomate y, gracias a su empeño, Victoria Abril acudió como madrina del evento. Nadie podía creerlo: una actriz internacional pujando 305 euros por una caja de tomates. ¡Unos tomates!
Pero Pepe veía más allá. Sabía que detrás de esa escena había una gran promoción, orgullo local y una fantástica historia que contar. Hoy, más de diez años después, la subasta sigue viva y este año, la caja de tomates ha alcanzado los 18.000 euros, destinados a ONG locales. Ese es el legado de Pepe: crear algo que perdura, que crece, que ayuda.
Hospitalario, benéfico, noble y leal
De entre todas las facetas de Pepe, hay una que lo define mejor que ninguna: su generosidad sin límites. La terraza de El Pimpi se convertía en un lugar donde llegaban personas de toda condición y causa. ONG, artistas, asociaciones, soñadores con más fe que presupuesto… y a todos les decía que sí.
Recuerdo como iba tomando nota de cada una de las cosas que iba cerrando, y me decía: Rocío, esto tiene que salir. Llama a todos los medios porque esto es importantísimo. Y yo le decía: “Pepe, llevamos cuatro notas de prensa esta semana, los medios nos van a matar”. Y él insistía: “No importa, Rocío. Tú insiste. Lo que no se comunica no existe” una de sus grandes frases. Y es cierto que sus acciones contagiaban a los demás, y pronto, muchos empresarios se le fueron uniendo.
Gracias a él conocí de cerca la labor de muchas asociaciones benéficas y sus proyectos internacionales. Con Fundación Harena viajé a Etiopía en dos ocasiones, viviendo experiencias que me cambiaron la vida. A su lado entendí que la solidaridad no es una acción puntual, sino una forma de estar en el mundo. Su pasión por hacer grandes cosas lo llevó a Israel con Samuel Perea con el proyecto, Cocina por la Paz, recuerdo cuando me mandó una foto flotando en el Mar Muerto leyendo Diario Sur, jaja, cómo sabía que Pedro Luis Gómez la publicaría.
Toda esa generosidad desembocó en la creación del evento El Pimpi Solidario que posteriormente, con la creación de la Fundación El Pimpi, se transformó en los Soles de Málaga, el Festival Solidario que ya ha repartido más de un millón de euros entre distintas ong de Málaga y su provincia, desde su creación. Hoy día la Fundación El Pimpi lleva a cabo varios proyectos relacionados con lo social, la gastronomía, la cultura y las tradiciones.
Un hombre que lo dio todo por su tierra
Pocos saben que detrás de cada decisión empresarial había y hay un compromiso profundo con Málaga. Acuerdos con el Festival de Cine, la Pasarela Larios, Feria de Málaga, compromiso con cofradías, la Universidad, la creación de la Huerta del Paraíso, Sabor a Málaga, jamón de castaña, impulso a artistas locales, su apuesta por el flamenco, apoyo a la Guardia Civil, a la Marina y tantas y tantas acciones que han contribuido a que Málaga sea una ciudad mejor para todos.
El retiro merecido
Hoy día, ya más tranquilo desde Coín, su ciudad elegida, disfruta de una semirretirada activa (porque Pepe nunca dejará de estar). Desde allí sigue atento a todo, pendiente de sus proyectos, de su gente, su Pimpi y su Málaga. Hace unos días pasé un sábado con él, fuimos a visitar la casa de Antonio Gala, la Baltasara, y no dejó de contar anécdotas.
Después fuimos a comer y, para mi sorpresa, descubrí que sigue ayudando y recibiendo agradecimientos, como el que le hizo la Real Hermandad de Nuestra Señora de la Fuensanta de Coín, que le entregó una réplica de la virgen en agradecimiento a su ayuda. Genio y figura.
Ahora recibe este premio al mejor empresario hostelero de España, tan merecido, no puedo evitar mirar atrás y pensar en todo lo que vivimos juntos. Hemos hecho cosas muy bonitas, Pepe. Pero lo más bonito de todo ha sido aprender de ti que el éxito no se mide en dinero, sino en las personas a las que ayudas, en los sueños que impulsas, en la huella que dejas.
Pepe Cobos es mucho más que un empresario: es un pedazo de Málaga hecho persona.
Gracias, Pepe, por tanto.