“Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
Que a veces retumbaran las montañas
Y escucharais las mentes social-adormecidas
Las palabras de amor de mi garganta”
Esta es la primera estrofa de la canción “Ama, ama, ama y ensancha el alma” de Extremoduro. La tenía escrita entera en mi pupitre de COU, en el Instituto de El Palo.
Supongo que era un acto de rebeldía contenida, porque estaba a lápiz. Nos gustaba mucho Robe Iniesta; nos parecía un poeta contemporáneo al que seguir, aunque al mismo tiempo le dábamos también a Bon Jovi, UB40, R.E.M. o Los Rodríguez.
Hoy, ya no suelo ponerme Extremoduro, pero si por casualidad escucho un tema suyo, no puedo evitar cantar la letra completa… y hacerlo con una sonrisa.
Me pasa con muchas canciones que no tengo en mis playlists habituales, pero que me sé de memoria y que me hacen viajar en el tiempo cuando suenan.
Hace unas semanas, en Instagram, una conocida a la que aprecio preguntaba:
- “¿Alguna recomendación para salir de un bucle de tristeza?”
-
La respuesta me salió directa: “ Escucha alguna canción que siempre te haya dado muy buen rollo y que no tenga ningún vínculo con aquello que te haya llenado de pena”. Y es que la música tiene ese poder curativo.
Un estudio reciente, publicado en la revista científica Human Brain Mapping, demuestra que la música que nos evoca nostalgia activa una red específica de regiones cerebrales asociadas a la memoria, la autorreflexión y las emociones.
Escuchar canciones vinculadas a recuerdos personales puede actuar como un regulador natural del estado de ánimo, reduciendo el estrés y la ansiedad, y generando una sensación de confort emocional.
Este estudio no hace más que corroborar una sensación que he tenido siempre: ese bienestar que te invade cuando pones una canción del año de la pera y la asocias a un momento vital.
Te trae recuerdos incontrolables que te hacen sentir bien. Afortunadamente, me pasa mucho, porque soy muy musiquera. De repente, ¡pum!, se cruza en mi camino: “A ti, a tu belleza tan particular…” de Joe Dassin, o “Échame a mí la culpa de lo que pase / Cúbrete tú la espalda con mi dolor / Que allá en el otro mundo /En vez de infierno, encuentres gloria/ Y que una nube de tu memoria me borre a mí”.
Podrá esa nube borrarle de la memoria a su antiguo amor, pero no hay manera de que me borren a mí esa sensación tan placentera de verme con ocho años, canturreando mientras ponía la mesa, después de habernos bañado en la piscina de mis primos, y mi madre terminaba el gazpacho con Albert Hammond sonando en la minicadena de casa.
Y es que, como dice el estudio, revivir esas canciones es especialmente beneficioso en la etapa adulta.
Tanto es así, que está demostrada su aplicación terapéutica en pacientes con alzheimer. Escuchando uno de mis pódcast descubrí una historia enternecedora. El cantante Macaco presentaba la canción “La memoria del corazón”, dedicada a su madre, que padece alzheimer desde hace unos años.
Teresa María, cantante y actriz de doblaje, es la voz que interpreta en castellano los temas de todas las películas musicales de Julie Andrews —Mary Poppins o Sonrisas y lágrimas—, y también quien cantaba en My Fair Lady cuando lo hacía Audrey Hepburn.
Un día, durante una visita a la residencia, Macaco se puso a tararear uno de esos temas y su madre, de forma automática, se enganchó y la cantó de corrido:
“Sol, ardiente esfera es / La, al nombre es anterior/ Sí, asentimiento es / Y otra vez, ya viene el Do, Do, Do…”
La música de su pasado se ha convertido en un puente que la mantiene conectada con toda la familia.
Por eso, les recomiendo que hagan el ejercicio de recuperar canciones antiguas, aquellas que les despierten una nostalgia bonita, y le den al play: mientras cocinan, conducen, pasean, doblan calcetines o están tirados en la playa. Se activará algo en su cerebro y en su corazón que les hará bien.
Los Beatles, Los Piratas, U2, Rocío Jurado, Carlos Cano, The Clash, Junco, Manzanita, Bob Marley, Avril Lavigne o Immaculate Fools… todo vale, lo que les conecte con su pasado, pruébenlo, no lo digo yo, lo dice un estudio.
Termino esta columna mientras suena de fondo una versión “deliciosa” del famoso tema de Vainica Doble, que mi amigo Manu Ferrón y Jota de Los Planetas rescataron con Grupo de expertos Solynieve:
“Déjame, que descanse un rato al sol / déjame vivir con alegría/ si he pescado bastante para hoy/ mañana será otro día/ no faltará un caracol…”
Y sí. Funciona.