Sintiendo desde el Corazón seremos coherentes con nuestra verdad.

Copiamos hábitos de mamá o de papá creyendo que es lo correcto, la manera de hablar, los gestos, el comportamiento en general es el espejo en el que nos fijamos llegando a normalizar actitudes totalmente fuera de la lógica.

Esa lógica que busca constantemente la célula en el deseo de obtener la respuesta a emociones ancladas en la cadena de ADN a las que no encuentran el motivo de su presencia.

La epigenética ya nos acerca a esta parte de la ciencia que me apasiona y de la que hablaremos en otro momento.

Entre lo que heredamos en el vientre materno y los registros adquiridos de los cero a siete años vas reflejando comportamientos y tomando decisiones cada vez más lejos de tu misión de vida.

Es cuando tu esencia divina llamada Alma habita un espacio físico en nuestro cuerpo y ambos, desde una simbiosis perfecta, transitan por esta vida hasta la muerte de tu físico y la vuelta al hogar (estado de conciencia) de tu Alma.

Pues bien, el Alma es quien porta tu verdadera misión de vida, la que olvida para volver a recordar a través de las experiencias que vamos viviendo con las que aprendemos y crecemos como personas para ir recorriendo una distancia tan solo de 20 centímetros entre la mente y tu corazón.

Tomar conciencia de este proceso es el primer paso para acercarte a tu propósito vivencial.

Me preguntan a menudo cómo hacerlo, cómo conectar con el corazón y ser capaces de oír lo que nos susurra, desde esa inquietud manifiesta del ser humano de saber que hay algo que le está diciendo que esa dirección no es la correcta.

La carrera universitaria que elegimos, las parejas por las que pasamos, con quien nos casamos, los hijos que tenemos o las ciudades donde vivimos casi siempre son impuestas por el inconsciente donde habitan creencias limitantes que las pasas al consciente como verdades absolutas y ejecutas casi de manera automática.

Estudiaste medicina, por ejemplo, porque tu abuelo o padre ya eran médicos; parejas buscando carencias afectivas en tu infancia profanando tu cuerpo (Templo Sagrado del Alma) con relaciones sexuales vacías de amor donde se esconden respuestas hormonales exageradas indicándote un falso amor llamado enamoramiento y que normalizas entre amigas y amigos porque todos y todas hacen lo mismo.

Trabajas por dinero, para llegar a tener tanto que ni siquiera sabes realmente lo que quieres tener, salvo el coche del vecino o el bolso de tu amiga, amargad@ en un puesto de trabajo monótono con compañeros que no te caen bien o un jefe algo insoportable.

Y todo esto en una Ciudad que nunca te gustó, en la que vives porque en su día trasladaron a papá o a tu marido por motivos laborales pasando frío todos los días cuando te encanta el calorcito del sur, por ejemplo.

Mientras, tu Alma preguntándose si la ignorancia del ser humano es tan poderosa que en muchas ocasiones roza la idiotez.

Misión de Vida: Ser Idiota.

Y así pasamos nuestra vida recibiendo bofetadas constantes para darnos la posibilidad de reaccionar y aún así no lo vemos, no somos capaces de tomar decisiones que nos liberen de cadenas que nos impiden vivir nuestra verdad.

Aparece algo muy común en esta sociedad, se llama Miedo, una emoción de la que emanan ramificaciones tales como la ira, rabia, pena, tristeza, dolor, amargura, inseguridad, baja autoestima, rechazo, sometimiento, rencor y una larga cascada de emociones que dirigen tu vida.

Pues ese será el legado que le dejes a tus hijos y, sobre todo nietos, una constante esclavitud a tus emociones no sanadas haciendo que sus vidas sean manipuladas por ellas e imposibilitando que cumplan su propia misión.

Esa es la historia de la humanidad, una mentira constante en busca de la Verdad.