Hace no mucho, en ese tipo de conversaciones que únicamente entiendes cuando la vida te ha pasado por encima con el hambre que la caracteriza, cuando la vida se puede medir justamente por la distancia que adoptas desde el simulacro, un buen amigo me dijo que el amor era un misterio. Cuando llegamos al hotel donde nos alojábamos, nos abrazamos y cada uno puso rumbo a su habitación. El amor es un misterio y la amistad un milagro.

La frase, entonces primeriza y lúdica, se quedó colgada de mi vestido y se quedó allí prendida durante una temporada como si se tratara de un elemento de un cuento de Luis Sepúlveda donde el misterio de la vida cotidiana se concentra, precisamente, en ese gramo de esperanza que es la rutina. «A esta hora todas las ventanas se transforman en espejos que devuelven la soledad, interiores arrepentidos, casas como la tuya, casas vacías, casas con café sin azúcar por la mañana, café rápido y el auto que no enciende y los minutos que pasan, casas con mañanas en las que descubres atisbos de neura que te señalan a gritos que estás empezando a perder la gran batalla».

Es curioso esto de estar en la vida. No el estar vivo. No señalemos hacia lugares que no debemos conquistar. «Solo lo que perdura es importante. Y la vida nunca perdura. Lo auténtico deja también de ser auténtico. Y además deja de ser, simplemente» escribe Luisgé Martín en su ensayo – absoluta y rotundamente provocador- titulado El mundo feliz. Una apología de la vida falsa.

Estar en la vida. Nos vamos echando años, trámites, modelos 303, ausencias, hogares y casas, arrugas, trabajos, deseos que no podemos permitirnos, cansancios feroces y, en medio de esta cartografía, la vida sucede siempre. Siempre. La vida no es el espectáculo que esperamos de ella, no es un acto de afectación ni una ceremonia solemne. La vida es la memoria que vamos construyendo en la biografía de los otros y en ese acto reside su radicalidad. Es el espacio que le cedemos al otro para que pueda confiar en nosotros, para que sienta que participa de ella. La maternidad, en mi caso, ha sido una pieza fundamental para entender que la vida es la memoria que dejas en el otro. La maternidad ensancha la mirada que arrojamos sobre el mundo y es el acto de generosidad más extremo posible. Es un acto de generosidad despiadado con una misma. No puedes pasarte ni un solo segundo mirándote el ombligo. Caerías fulminada.

Quizá por este esquema que estoy planteando en torno a la biografía que dejamos, esos surcos que se fortalecen a través de los vínculos y de las historias que compartes con otros a través de canciones, libros, películas y tebeos, la propuesta del candidato del PP, Nuñez Feijóo, de englobar al Ministerio de Cultura en la cartera de Educación y Universidades para «ahorrar gastos», me ha resultado particularmente llamativa - ¿llamativa? Ahorrar gastos. Ya su escritura me sonroja.

Arriba escribía que la vida sucede siempre. Ahora toca escribir que el desprecio a la cultura siempre sucede, especialmente, durante las campañas electorales. Es como ese familiar incómodo que no sabes cuando va a aparecer, sabes que terminará por irrumpir eso sí. Y en esta fiesta estamos desde Cervantes. Ojalá quienes deciden sobre la cosa pública fueran conscientes del daño que infieren cuando se permiten este tipo de declaraciones.

Ahorrar gastos en cultura es ampliar el territorio de la precariedad en el sector. Ahorrar gastos en cultura es hacer que el pensamiento sea dócil y el mundo de los creadores pequeño. El tiempo del creador es el tiempo de nuestra memoria. Cada creación del ahora está construyendo la memoria del presente. El artista dialoga con su tiempo con un material al que difícilmente podemos poner cifra. Cada canción de Ricardo Lezón, cada ensayo de Remedios Zafra, cada novela de Marta Sanz, cada película de Carla Simón construye la memoria del presente. Y, mañana, cuando ya no estemos, esas creaciones hablarán de nosotros, de la sociedad de la que participábamos, del mundo que anhelábamos, de las ideas con las que intentamos organizar todos los mundos posibles. Así que cuando hablamos de ahorrar gastos en cultura ya sabemos el territorio sobre el que quieren construir nuestro presente.