Te pusimos Hache porque la hache es muda. Esta sentencia corresponde con una mítica escena de una de esas películas que merecen más que quedarse en olvidadizas nominaciones. Aristaráin, a través de un rico guion y magnífica dirección, nos sumergió en Martín (Hache) en muchas de las zozobras de las postrimerías del pasado siglo, latentes aún hoy.

Aquella frase bien pudiera servir para rebautizar con tan singular epíteto a algunas personas de ideas nostálgicas o trasnochadas, ya que más allá de reconocer una actitud silente es lo que se les requiere en un contexto determinado.

En la actualidad la Academia está aquejada de una importante brecha generacional. Las canas aun prevalecen sobre un contingente de jóvenes que se incorporan lentamente a su claustro. Pero entre la incómoda vejez y la divertida juventud, como las califica el propio himno universitario Gaudeamus igitur, son pocos los eslabones intermedios que pudieran ser los encargados de acercar posiciones antagónicas en sus formas de comprender el mundo actual, sus formas y sus objetivos.

La parálisis engendrada por sucesivas crisis económicas y los cambios bruscos de modelos de acceso cargados de obstáculos exageradamente garantistas, desposeyó a la institución de esa importante elocuencia que acabaría con un éxodo masivo hacia el exterior de aquellos que ya hoy dejaron de ser jóvenes, pero aún lejos de la senectud.

Nuestra Universitas Malacitana ha cumplido medio siglo y que bueno sería para la institución que esa fuese la mediana de edad de su profesorado. Fortalecería sin duda el acercamiento a un alumnado que tiene unas inquietudes, capacidades y destrezas acordes con el tiempo que vivimos. Las encuestas que afirman que nuestros jóvenes sólo quieren ser youtubers, influencers o streamers no coinciden con la juventud que conozco.

Banalizar así a nuestros jóvenes otorga argumentos a los que opinan que la generación Zeta, los millenials o los centennials son generaciones ociosas y perdidas, ahondando en el aforismo de que los de tiempos pasados fueron mejores. Aquellos que así lo sostienen, de sienes encanecidas, son los que conformarían esa Generación H, a los que habría que recordar aquel aforismo de la película antecitada que solo los clásicos no envejecen.

Entonad los más jóvenes con rotundidad en este cincuenta aniversario de nuestra Universidad aquella estrofa de ya vuestro himno, Vivat Academia, vivant professores. Vivat membrum quodlibet, vivant membra quaelibet, semper sint in flore. Pero recordad que en él también se os mandata a subir al mundo de los cielos y descender a los infiernos, donde quienes os precedieron ya estuvieron. Ese es el mayor respeto para consolidar una larga vida a nuestra Universidad.