Pocas cosas unen más al español que el refranero popular. Da igual que seas de izquierdas o de derechas; que vengas de una familia bien posicionada o que o te tocase pasarlas ‘canutas’ en la infancia porque en casa no llegaban a fin de mes. Poco más elegante para salir de una conversación; poco más ingenioso que una buena frase cargada de enseñanza. Desde aquel “nunca llueve a gusto de todos” al “rectificar es de sabios”, los hay por decenas y cada uno conlleva un pensamiento moral distinto… cargado de valor. ¿Ven como en el fondo no somos tan distintos, votemos mirando al este o al oeste?

En Málaga hace muchos años que la mayoría mira a su derecha cuando deposita el voto en la urna. Aquello de “El día de la democracia”, que así le llaman… que viene a ser un formulismo que trata de parecerse a una frase del refranero, pero sin tanto peso, ni tanta gracia como nuestros populares dichos. El ciudadano de Málaga no recuerda, de hecho, la última vez que votó mayoritariamente apuntando a la izquierda. Ni siquiera las marcas nuevas de quienes venían a renovar el bipartidismo y tal… ni siquiera esas opciones que, en la mayor parte de casos caen al lado izquierdo han logrado tumbar (de momento) un barco con estructura de acero y con capitán de nombre Francisco.

Lleva el timón, De la Torre, de una ciudad que ha crecido pero que debe hacerlo más. “Si no puedes lo que quieres, quiere lo que puedes”, dice la sabiduría popular. Málaga puede lo que quiere… aunque en ocasiones se nos ha cruzado más de una tozudez y el puzzle no ha terminado de encajar en tiempo y forma, por aquello de las siglas, los intereses opuestos y, en definitiva, la política. La de una administración que, por el simple hecho de estar dirigida con siglas contrarias, no ha empujado lo que debiera (recuerden el tapón de la anterior Junta a proyectos que no llegaban simplemente por hablar lenguajes distintos), o por el inmovilismo que, en otros casos, ha demostrado el Ayuntamiento en asuntos que se pudieron gestionar mejor… y mucho más rápido.

Un cruce de disparos con balas de fogueo y un único perjudicado: el ciudadano, que asiste estos días a una situación relativamente nueva, en la que dos administraciones de signo opuesto parecen entenderse (a su manera) e irán de la mano desde ahora y “hasta que la muerte nos separe”, en busca de un objetivo común de nombre Expo 2027. Ya saben, porque lo contamos en este mismo territorio semanal de torpes letras, que la idea surge del Ayuntamiento hace dos años y que es hace solo unos meses, cuando el gobierno de Pedro Sánchez toma como suyo el proyecto, hasta el punto de ‘vender’ ahora el mensaje de que es gracias a la marca PSOE, que esto sale adelante. Recordarán aquello de “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo”. Pues eso.

Cuenta el refranero popular que “La mancha de la mora con otra verde se quita”. Y tal vez después de algunos sinsabores para Málaga, como el tren litoral que no llegó, no llega y parece nunca llegará; o como el famoso Auditorio de la ciudad; o como el plan para hacer del río un valor y no una grieta…tal vez después de todo eso, o de ver como se esfumó aquella posibilidad de albergar la Agencia Europea del Medicamento por razones puramente partidistas (recuerden que la Junta de Susana Díaz nunca creyó en Málaga y llegó a apostar por Granada para dicho hito)… tal vez ahora la mancha de la mora pueda quitarse con una Exposición Internacional en 2027.

De la mano (como esas parejas que tienen más de rencor que de amor pero se soportan) van ahora Ayuntamiento y Gobierno central, una vez el Ejecutivo de Sánchez ha puesto en marcha la maquinaria (costó que arrancasen el motor), creando una comisión nacional para impulsar la candidatura. Ya saben: refranero en mano, se aplicaría bien aquello del “más vale tarde que nunca”, sentencia que puede servir para justificar la tardanza del Gobierno en presentar la candidatura de Málaga ante el Bureau International des Expositions (BIE) de París. El alumno había hecho los deberes, pero por poco el profesor no corrige el examen a tiempo de ser publicadas las notas. Tres días antes lo ha hecho. Quedémonos con que está hecho.

A golpe de sabiduría popular, alguien apuntaría eso de “nunca es tarde si la dicha es buena”… y es buena, porque para la ciudad, más allá de quién se ponga la medalla o de cuánto se apure para presentar la documentación, lo importante es que la historia cuaje y ‘la parejita’ siga yendo de la mano durante los próximos meses, para presumir de cariño y hacerse ver mejor que las otras candidatas. Son, por cierto (de momento) Bloomington, Belgrado y Phuket. Tal vez para una Expo, esos nombréis encajen. Como destinos para una luna de miel, coincidirán conmigo, no hay color. Nos quedaríamos con Málaga.

Pero esto de la muestra internacional no va de eso. Ni se atiende a lo bueno que está el pescaíto (unos boquerones al limón no deben faltar nunca), ni se valora lo simpáticos u hospitalarios que podamos mostrarnos hacia el que viene de fuera. Esto va de sopesar la viabilidad de cada propuesta, la implicación de instituciones y agentes sociales, el número de personas que podría recibir… e incluso el uso futuro de las instalaciones, que en nuestro caso se van a Campanillas.

A su tiempo maduran las uvas”, reza el refrán. Toca esperar, traduce el de al lado.