Rozando los cuarenta grados, con el solecito dando por la ventana, el indicador de gasolina pidiendo "socorro" y advirtiendo que este motor no resistirá encendido mucho tiempo si no le dan de comer. ¿Les suena? El clásico atasco de verano. La clásica escena dominguera (o no) en la que nos vemos enfrascados en un carril con más coches que sitio, donde sólo el arma mejor empleada por el santo Job es práctica herramienta.

Eso, y abrir la ventana, apagando el aire… y cruzando los dedos para que, más pronto que tarde, el embotellamiento se arregle y podamos llegar a buen puerto, o a buena gasolinera. La siguiente parte ya la conocen: repostar y pasar por caja, lo que a buen seguro les invitará a acordarse de la familia de alguien. Están los precios del carburante para chillar.

Saben mucho de atascos en Benalmádena, municipio privilegiado de nuestra provincia por aquello de poder presumir de mar y montaña. Un dos en uno en toda regla. Un tesoro para quienes lo disfrutamos todo el año, y una delicia a la que aspiran volver cada verano miles de nacionales e internacionales, convertida (como otras localidades de nuestro top turístico de sol y playa) en un auténtico hervidero en estas fechas.

Y todo lo bueno, tiene su parte mala. No olviden sumar a los que llegan de fuera, con aquellos que convivimos en este punto del mapa todo el año y hagan la cuenta: seis letras tiene la respuesta. Sí: se llama atasco.

Porque el problema de lugares como la mencionada Benalmádena (metan en esta lista a sus municipios limítrofes) está en una fórmula simple que mide cantidad y espacio. Es aquello de llenar una botella de litro, con un pequeño embudo debajo del grifo: rebosa.

Torremolinos o la susodicha (por hablar sólo de la parte occidental, sin olvidar las joyas de nuestra Axarquía) ejercen de justos vecinos de la capital, con lo bueno que eso les reporta, pero son al mismo tiempo víctimas de un atasco total, en cuanto a las soluciones a sus accesos por carretera. Sumen población fija y población flotante y valoren. De cajón.

Años adoleciendo de soluciones en esa materia (coja usted el coche estos días) demostrando haberse quedado atrapados en un proceso que no corre a la misma velocidad que su progresión como urbes.

Y es que, se nota durante todo el año pero es ahora, con el Lorenzo apretando y el turismo nacional llegando en masa al volante, cuando se demuestra que no sólo hace falta paciencia, sino que lo que urge es el ingenio de la administración pertinente para dar solución al que paga, que es el contribuyente, claro.

Urge ingenio, pero también algo de destreza para no eternizar proyectos clave en este ámbito: doce años hicieron falta para poner remedio a los históricos problemas de seguridad vial del kilómetro 222 de la AP-7, y el atasco en la entrada a Benalmádena desde la autovía.

Una solución que, por cierto, llega por la parte norte de una localidad completamente taponada ahora, en su cara litoral. El Ayuntamiento apostó por el carril único en la que fuera antigua N-340, que cruza de lado a lado el municipio, y el despiporre es una evidencia estos días, tanto en sentido Fuengirola como hacia Torremolinos... que, por cierto, también tiene lo suyo en esto del tráfico.

No sabemos si harán falta otros doce años para solventar la misma escena de frenazos, de parada en seco y de riesgo de accidentes en la autovía, pero sabe el malagueño que ese punto es otro grano en cierta parte del cuerpo.

La única vía de entrada a Torremolinos desde la autovía está junto al Palacio de Congresos de la localidad y se ha quedado tan corta, como la capacidad de acción de los distintos gobiernos que, de la mano de Fomento, tenían que haber estado mucho más rápidos.

Porque no se puede aspirar a contar con el centro comercial más grande de Andalucía, en un lugar que ni siquiera absorbe el tráfico generado por el cordobés de turno que viene a darse un baño un domingo.

Y de ahí el parón permanente a ese mega proyecto que se dibujó mucho antes del Covid, pero que sigue siendo una infografía y no más. Y es que el atasco, muchas veces, no parece estar solo en el asfalto, sino en las cabezas de quienes nos gobiernan. Será que ellos no andan tan pendientes del depósito.