
Castillo de Hins-Canit.
La impresionante fortaleza medieval que debes visitar en Málaga: se sitúa en un pequeño pueblo de casas blancas
Esta fortificación fue una de las más importantes durante las guerras cristianas y granadinas.
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Andalucía esconde rincones únicos a lo largo y ancho de su geografía. En el caso de Málaga, los pequeños pueblos de la provincia guardan castillos y fortalezas que atesoran siglos de historia y son verdaderos emblemas.
Uno de los más impresionantes, a 800 metros de altitud, es el castillo de Hins-Canit. Su construcción comenzó en el siglo IX y terminó en el XVI. Hoy en día, es el monumento más emblemático del pueblo malagueño de Cañete la Real.
Fue una fortificación que fue de las más importantes durante las guerras cristianas y granadinas. El nombre originario de esta fortaleza musulmana medieval situada al norte de la Serranía de Ronda proviene de la palabra árabe Qanit, que quiere decir caños, y hace referencia a los que existían y existen hoy en día alrededor del casco urbano de la localidad. En el año 1330, al ser conquistado por primera vez por los cristianos, Alfonso XI dio el título de 'Real' al municipio.
Este conjunto fortificado se construyó sobre un cerro rocoso, y cuenta con tres sectores: la entrada y área adyacente, un sector intermedio, fundamentalmente residencial destinado a vivienda, almacén de grano y depósitos de agua y el área señorial, donde se sitúa la Torre del Homenaje con tres cuerpos y azotea.
En una primera fase, se creó la torre, dos hornos y un pequeño aljibe para la captación del agua pluvial. Ya en el escenario de la caída de Teba en manos cristianas y el asedio sobre Setenil, la fortaleza recupera su condición estratégica con la elaboración de nuevos muros, un segundo aljibe y más viviendas.
En la última fase de edificación se sitúa la construcción de una serie de habitaciones de mayor consistencia y con mejor ordenación. En ellas se hallaron objetos de cerámica, un molino manual, herramientas de labranza, así como una cesta de esparto con varios kilos de cereales y sílex (elemento imprescindible para hacer fuego), todo ello correspondiente al periodo nazarí.
Tras la ofensiva aragonesa del mediterráneo en el siglo XIV, Cañete se rindió en 1330 y el castillo quedó en manos cristianas. De igual manera lo hicieron otros asentamientos importantes de la zona como Teba y Ortegícar, según detallan desde el Ayuntamiento, que busca poner en valor el amplio legado histórico del municipio.
La villa fue escenario de varias conquistas y reconquistas del castillo. La fortaleza fue ocupada por los musulmanes hasta ser recuperada por Pedro I el Cruel en 1362. Con posterioridad fue tomada por los nazaríes en 1468 y recuperada por la corona castellana, gracias al hijo del Maestre Gómez Suárez de Figueroa, en el año 1407.
El castillo se mantuvo cristiano hasta ser tomado por Muley Hacen en el año 1482. Con la caída de Ronda en 1485, esta fortaleza pierde su valor estratégico.
Qué visitar
Otros vestigios medievales del pueblo son la Torre de Ortegícar, que defendía una alquería rural, y el puente nazarí, que daba acceso a la misma.
El patrimonio histórico-artístico de Cañete la Real es digno de conocer. Entre los siglos XV y XVIII se construyeron casas y edificios relevantes como la iglesia de San Sebastián, de 1526 y restaurada en 1797.
También, como importantes muestras de su arquitectura religiosa, destacan el convento de San Francisco y el convento del Santo Sacramento.

Feria del Pavo en Cañete la Real.
El turismo activo encuentra en Cañete la Real un destino pujante. Lugares como la Sierra del Padrastro nos permiten vivir una bonita experiencia en contacto con la naturaleza. Aquí existen excelentes puntos para el avistamiento de aves y otras especies de la zona.
Las paredes de esta sierra son fantásticas para la práctica de la escalada, y otras opciones son las rutas de espeleología de la zona o los vuelos en ala delta.
Gastronomía
La gastronomía de Cañete la Real es similar a las de otras localidades de la zona. Un claro ejemplo son los potajes, la porra, el gazpacho y la "olla" con su "pringá". El plato más típico de este pueblo es el relleno de verdura, la carne guisada con cebolla, el gazpacho tostado y el potaje de tagarninas. Y de postre es tradicional tomar magdalenas y los piononos.