Miguel Ángel, el ingeniero malagueño.

Miguel Ángel, el ingeniero malagueño. Cedida

Málaga

Miguel Ángel, el ingeniero malagueño que escribe cuentos infantiles: “Me da paz y me desconecta del mundo real”

Jiménez, que lleva más de 30 años dedicado a la informática en el SAS, ha ido compaginando su trabajo con su pasión por la literatura y ya tiene siete novelas para todas las edades publicadas.

Más información: Mamma Mia! comienza su nueva gira en Málaga el 5 de julio: "Lo disfrutan niños de 5 años y hasta mayores de 90".

Publicada

Apostar por los sueños no es una tarea fácil. Compaginarlo con el trabajo diario y otras responsabilidades tampoco es sencillo, pero Miguel Ángel Jiménez Santana, un ingeniero malagueño, decidió apostar por lo que realmente le apasiona: escribir y lo ha logrado, compaginándolo con su trabajo en el Hospital Universitario Costa del Sol.

Durante años se dedicó a la informática y la gestión sanitaria, resolviendo problemas desde la técnica y la organización. Con el tiempo sintió que faltaba algo, que necesitaba algo para conectar con las personas y así fue como comenzó a escribir, siendo su hijo su primera inspiración.

Durante décadas, Miguel Ángel se ha dedicado de lleno a la informática en el sistema sanitario público andaluz. Una vida entre bases de datos, protocolos clínicos y gestión digital.

Sin embargo, conforme avanzaba en su carrera profesional, también ha ido ocupando y desarrollando su faceta como escritor y autor de literatura infantil hasta el punto de solicitar una excedencia para poder dedicarse de pleno a ello y también al desarrollo de videojuegos.

Desde que en 2014 publicara su primer cuento infantil Gonzalo y La Luna, Jiménez no ha parado y escribió un cuento infantil más dedicado a su hijo: Gonzalo va al colegio.

Sonría a la cámara, Vivir entre dos Orillas, Daniel tiene un hermanito y La tecnopandilla son los títulos que ha ido publicando en los últimos años. Unos son cuentos infantiles y otros novelas juveniles e históricas, porque decidió ir más allá, pero siempre le tendrá especial cariño a los cuentos infantiles.

No solo ha escrito cuentos para su hijo, sino también para su sobrino. “A mí el cuento me sirve para entretenerme y despejarme. Me desconecta del mundo real”, sostiene y añade que para él “escribir un cuento no lleva tanto, lo complicado son las ilustraciones que llevan más tiempo”.

Y así poco a poco ha ido creando diferentes universos que han surgido de historias familiares, de cenas con amigos y un campero de por medio, tal y como nació La tecnopandilla, que fue idea de sus conocidos porque les llamaba la atención cómo los jóvenes se iban introduciendo en el mundo tecnológico.

Todo ello les ha llevado a su última publicación: El niño que no sabía soñar. Lo escribió hace dos meses y tras dar con las ilustraciones perfectas de la mano de la inteligencia artificial, la historia ha llegado a las casas de los más pequeños.

Llevo mucho tiempo probando la inteligencia artificial para las ilustraciones y los últimos meses ha evolucionado bastante”, asegura. En este punto, remarca la complejidad de que las ilustraciones sean perfectas y encajen con la historia.

“Tampoco es fácil. La gente cree que le das a un botón y te lo da, pero no. Yo he echado muchas horas para conseguir algo acorde a lo que tengo en mente. No puede ser rubio en uno y en otro moreno”, explica.

Eso sí, incide en que personas como él, que no son diseñadores gráficos, pero les gusta el tema de la imagen, sean capaces de hacer dibujos sin tener las habilidades de estos profesionales.

Cabe señalar que de este libro ha donado varios ejemplares al Hospital Universitario Costa del Sol. “Hacía poquito que había salido, tenía varios ejemplares y quería aprovechar para llevar unos cuantos ejemplares para dárselos a pediatría y así los tienen en la planta infantil”, apunta.

“Las cosas que nos gustan no debemos dejar de hacerlas”, reflexiona el malagueño al pensar en qué sería de él sin escribir y sin la música. “Al que le guste escribir, que escriba. Al que le guste cantar, que cante. Al que le guste la música, que haga música”, insiste.

"Todos tenemos grandes posibilidades de crear cosas buenas" y es que a su juicio “lo importante es que disfrutemos con lo que estemos haciendo”.

Eso exactamente es lo que va a hacer porque en pocas semanas verá la luz su último libro: Historia de un vendedor de zapatos, una novela que empieza en Ronda, pasa por Sevilla, Granada y Cádiz para luego cruzar el océano hasta Terranova y recorrer América contando la historia de su tío que fue vendedor de zapatos.