La tradición del altavoz comenzó hace más de medio siglo, explican los dos alguaciles, cuando era la iglesia la que se encargaba del altavoz. "Fueron ellos los que lo compraron", dice Pepe. Al parecer, en aquella época, se iban poniendo canciones que dedicaban los vecinos del pueblo, normalmente, a sus amores o familiares. "La gente pagaba pesetas para hacer eso y ese dinero iba a pagar el aparato, simple y llanamente. Las bocinas estaban colocadas en lo alto de la torre de la iglesia", añade, aunque él solo era un chavalín en aquella época.
Aquella costumbre, que servía para financiar el equipo de sonido, pronto se convirtió en algo más: el canal esencial para informar a todo el pueblo. Con el tiempo, la idea del altavoz se trasladó al Ayuntamiento gracias a otro alguacil, aunque aún sobrevive también el de la iglesia y empezaron a darse las noticias más importantes de la jornada a través del micrófono, como se sigue haciendo en la actualidad.
“Anunciamos de todo: si viene el del pescado, si hay mercadillo, si se corta el agua o si hay un aviso importante. Y también cuando alguien ha fallecido, para que todos estén informados del entierro o la misa”, explica Francisco. El altavoz no distingue entre lo cotidiano y lo solemne. Todo pasa por allí, desde la pérdida de una pulsera o la retirada por la grúa de un coche a un incendio.
Pero ojo, que en Benalauría, las redes sociales también han encontrado su sitio. Normalmente, lo mismo que ellos "echan" por el altavoz, como ellos mismos dicen, se suele informar a través de la página de Facebook o por los grupos de WhatsApp de vecinos, pero la megafonía sigue siendo insustituible. “Las personas mayores no están en redes, y aunque se publique ahí, si no lo oyen por el altavoz, parece que no ha pasado. La gente se enfada si no echamos todo, de verdad”, comentan entre risas.
Esta herramienta ha demostrado ser vital en momentos de emergencia. Como cuando se declaró un incendio en el pueblo: “Se dio el aviso por altavoz y en minutos ya estaban los voluntarios colaborando para apagarlo”. Al final, en un pueblo tan retirado, los medios no llegan tan rápido como quisieran y esta medida fue útil. O durante la pandemia, cuando las restricciones complicaban todo. “La megafonía nos ayudó a mantener el contacto, a informar, a tranquilizar”, recuerdan.
Entre las anécdotas, Pepe rememora un día especialmente tenso hace décadas: “Hubo un cortocircuito en la iglesia y unas personas se quedaron atrapadas tras declararse el grave incendio. Gracias al aviso por el altavoz, todo el pueblo acudió enseguida. Ayudaron, apagaron el fuego, fue impresionante”.
Pero ojo, que también se divierten con el altavoz y crean momentos bonitos. Durante la Semana Santa de 2020, coincidiendo con el confinamiento, los alguaciles apagaron las luces del pueblo y todos los vecinos colocaron velas en las ventanas. Pepe y Francisco ambientaron la noche con emotivas saetas creando una atmósfera única en uno de los momentos más duros que recuerdan. También hay vecinas que recuerdan cómo su boda se anunció a través de este método.
Sobre los pocos turistas que se asoman al pueblo, reconocen que todos se sorprenden al escuchar el altavoz anunciando que ha llegado el panadero o que alguien ha encontrado un móvil o una pulsera perdidos. “Aquí aún se devuelve todo: pulseras, juguetes, lo que sea. Lo recogemos en el Ayuntamiento y lo anunciamos por megafonía. Es un servicio y una forma de cuidar al vecino, por eso dudamos que algún día se pierda. Los niños del pueblo lo han mamado desde pequeños y por mucho móvil que tengan, seguirán pidiéndolo”, cuentan.
Al pensar en el futuro, los dos alguaciles no se imaginan Benalauría sin su voz resonando en sus calles. “El altavoz es una parte de nosotros”, dicen con orgullo. ¿Se despedirán por él cuando llegue la jubilación? Francisco sonríe: "Ya me encargaré yo, al menos, de anunciar a los cuatro vientos que Pepe se jubila en apenas seis o siete meses, se le va a despedir por todo lo alto".
Benalauría es uno de esos lugares donde lo analógico no ha perdido valor. Sobre el apagón, ambos aseguran que fue un día muy normal en el pueblo y que no vieron su vida especialmente paralizada. Si hubieran tenido que dar una noticia, con hablar un poco más alto, hubieran dado el mismo servicio por las calles del pueblo.