Un tipo de Asturias que quiere ser alcalde de Málaga, se presenta un día junto al Ayuntamiento al más puro estilo de Los hombres de Paco (foto inolvidable) y acaba, años después, como concejal no adscrito, renegando de su partido de adopción (Cs) y moviendo hilos de incalculable valor en clave municipal y provincial. Sabiéndose valioso, vaya, cuando todos le daban por amortizado en la política local. Más vidas que un gato.

Un colegiado malagueño se forjó una de las mejores carreras arbitrales del país, pitó un Mundial y una Eurocopa, vendió coches (y muchos), se retiró del deporte activo para conducirlo desde un despacho municipal… y hasta dirigió una oficina ¡de alcaldes! en la Diputación provincial. Variopinto, lo de López Nieto, que hasta hace un par de meses era responsable arbitral de LaLiga y, desde agosto, preside un club… ¡de baloncesto! Toda la suerte para él, porque la suya será nuestra, pero díganme si es o no es grandioso lo de nuestra Málaga, que un día se encomienda a un jeque para hacer goles y otro se pone en manos de un árbitro de fútbol, para marcar canastas.

Y hablando de árbitros, otra de esas historias para contar: uno también de la tierra (antequerano, éste) se codea con los más importantes ‘pitos’ (con perdón) del colectivo de trencillas nacional, se enemista con el por entonces peor enemigo en un banquillo (de nombre José, y de apellido Mourinho) y, a su retirada, acaba metido en política para ocupar un cargo de confianza en la empresa gestora de los eventos y actividades deportivas de la ciudad que vio nacer a Picasso. La misma que antes había comandado el anterior árbitro, pero unos años después, y de la mano de un partido político distinto. Cuna de artistas, la nuestra. Málaga sí que es The special one, y no el mencionado entrenador portugués. ¡Qué arte más grande! 

No hay mucho de ‘gracieta’, en cualquier caso, en lo acontecido en los últimos meses con dos de los tres aludidos: el primero se llama Juan Cassá (no hay guionista que supere lo que este hombre nos está dejando en tan poco tiempo) y el tercero, José Luis Paradas Romero. Para ambos, los renglones se han torcido más de la cuenta en estos últimos meses. Para ambos, 2021 no es precisamente lo que entendían que podría ser este ciclo, hace sólo un par de cursos. Para ambos, sentarse en un banquillo no ha sido agradable, aunque no es menos cierto que uno de ellos lo hacía en calidad de demandante y otro, de demandado. Uno sale reconfortado y el otro, sin trabajo. La sentencia conocida la pasada semana ha sido la puntilla para Paradas Romero. Insiste el ya ex de Ciudadanos en que jamás estuvo detrás de esas llamadas telefónicas, ni sabe nada del acoso que dice haber sufrido el concejal del Ayuntamiento. Los hechos se han contado ya, la página del juicio se pasó y la resolución, en forma de condena la conocen. También el derecho que asiste al ya ex gerente de Málaga Deportes y Eventos para recurrir (así lo va a hacer). Un procedimiento casi televisado, con un final de once letras: destitución. Y una secuela de lo anterior: el abandono del partido naranja, por parte del aludido.

Tanto requiebro en la historia no debe tapar otra realidad: Ciudadanos hace tiempo que necesita un fontanero en Málaga. O eso, o tapar por fin todos los agujeros que han salido en la tubería. Verán: un material de obra no debe degradarse tanto en tan poco tiempo. Su descalabro en las últimas municipales parece del siglo pasado (la pandemia nos hace perder la orientación temporal) pero sólo han pasado dos años desde ese 2019 y, con una perspectiva mayor, saben los gestores de la marca naranja que lo que en 2015 sonaba como los Rolling, un tiempo después ha pasado a repicar como los últimos acordes del violín del Titanic. 

Un traje con buena hechura, pero deshilachado por dentro: pieza clave en gobiernos como el andaluz o el de la Casona del Parque, pero que deja sensación de gigante con pies de barro. Su peso en esas instituciones le sostiene. El buen talante de sus cabezas visibles en Andalucía o Málaga parecen garantía: Marín, como bastón en el que se apoya Juanma Moreno en una relación que ambas partes han cuidado parezca de amistad verdadera; Noelia Losada, como concejala fiel, pero sin renunciar a sus principios. Capaz de decir “no y no” al alcalde en varias ocasiones, pero manteniendo la línea del respeto a un acuerdo, y una forma de gestionar sus áreas que gusta y que ha ido calando en este tiempo. Pregunten al resto de miembros de corporación. Sumen a ello la figura de un Guillermo Díaz que sigue dejando alto el listón y la oratoria malagueña en el Congreso. Seguramente, buenos ejemplos de política sin trincheras excesivas (no olvidemos que esto es política y siempre hay alguna) y con valores muy parejos a lo que el ciudadano espera de sus gestores. 

Pero la fragilidad del partido a nivel nacional y el desgaste provocado por los líos en Madrid o Murcia siguen pasando factura en todos los territorios. Y Málaga, obvio, no es excepción. Y lo saben en las oficinas de la formación en la capital. Algo se rompió hace un tiempo en ese engranaje llamado a ser ganador, que quedó a medio camino. No ayudan, además, episodios a nivel local como lo acontecido estos últimos días en torno a la figura de Paradas Romero. El futuro de Arrimadas o Marín no lo marca una fuga de agua en Málaga, pero a la ya de por sí tocada imagen de ‘la naranja liberal’ poco le ayuda tanto gasto en fontaneros. Y las elecciones no parecen tan lejos.