Un trabajador de la construcción en Valladolid. Efe
El crecimiento de la economía española empieza a tener efectos inflacionistas. Desde la primavera se observa un repunte de los precios que ya alcanzan tasas superiores al 3%, aproximadamente un punto por encima de la media de la eurozona.
Se ensancha la brecha de inflación con Europa, siendo previsible, según estimaciones actualizadas de Funcas, que este año 2025 la media anual de aumento de los precios alcance el 2,7% para España, mientras que en la zona euro se situará en torno al 2%, prácticamente en el objetivo del BCE. Este diferencial se explica principalmente por el encarecimiento de los alimentos, los servicios y la energía en nuestro país.
Los consumidores somos los que más lo notamos, que vemos mermado nuestro poder de compra, lo que sin duda repercutirá en el consumo y, en consecuencia, en la demanda agregada y el crecimiento.
Los consumidores somos los que más lo notamos, que vemos mermado nuestro poder de compra
También tiene consecuencias para las empresas españolas, que ven aumentados sus costes de producción en relación con sus competidoras, lo que perjudica su competitividad.
Durante los últimos años, los salarios reales no crecen al mismo ritmo que la inflación. En 2021 y 2022 incluso decrecieron frente a tasas de inflación del 3,1% y 8,4% respectivamente.
En 2023 experimentaron un casi nulo crecimiento del 0,1% con un aumento de los precios del 3,6%, y en 2024 y lo que llevamos de 2025 han crecido un 0,6 y un 1% respectivamente, con inflaciones del 2,8 y del 2,5%.
A lo que se añade una mayor carga fiscal por no ajustar la tarifa del IRPF a la inflación, redundando en un aumento de la presión fiscal. El resultado: una pérdida acumulada de poder adquisitivo que en muchas ocasiones hace difícil afrontar gastos básicos como la vivienda, la energía o la cesta de la compra.
Durante los últimos años, los salarios reales no crecen al mismo ritmo que la inflación
No sorprende que más de medio millón de personas necesiten más de un trabajo para llegar a fin de mes, según la EPA del tercer trimestre de este año.
Si bien, el comportamiento de los salarios amparados por la negociación colectiva, que afecta a 9,4 millones de trabajadores en España, ha sido más favorable, con crecimientos ligeramente superiores a la inflación media. Por lo que al menos estos trabajadores apenas han sufrido pérdida de poder adquisitivo.
Poder adquisitivo de los salarios (tasas de variación anual, en %)
Mejor suerte ha experimentado la evolución de los márgenes empresariales. Posiblemente, las empresas tratan de mantener su cuota de mercado comprimiendo los costes laborales, mientras los beneficios empresariales siguen una tendencia más expansiva.
Según datos del Observatorio de Márgenes Empresariales, la ganancia generada por las ventas totales de las empresas en 2024 superó en un 30,4% a la obtenida en 2019, justo antes del estallido de la pandemia.
El resultado: una pérdida acumulada de poder adquisitivo que en muchas ocasiones hace difícil afrontar gastos básicos como la vivienda, la energía o la cesta de la compra
Ese porcentaje es aún mayor en el caso de los beneficios empresariales. Así, los márgenes empresariales, esto es, beneficios sobre ventas, están alcanzando niveles récord: el 13,1% en 2024, 2 puntos más que en 2019, a pesar del incremento de los costes energéticos, de transporte y de materias primas que se han experimentado en este periodo de crisis inflacionaria.
Los salarios y los márgenes se convierten en fuerzas antagónicas al competir por recuperar terreno. Y a la vista de su evolución durante la reciente espiral inflacionaria, se justifica la necesidad de incrementar la competitividad en algunos sectores, limitando los márgenes desorbitados e injustificados de algunas empresas.
Y al propio tiempo, la obligación de reforzar la negociación colectiva para garantizar que los salarios no pierdan poder adquisitivo y que el crecimiento económico se sustente sobre un reparto más equitativo y justo entre la remuneración del trabajo y del capital.
Porque en España tenemos un problema por los reducidos salarios, que terminan expulsando al capital humano mejor cualificado y más competitivo a otros países, y a la postre merman la productividad de nuestra economía.
En España tenemos un problema por los reducidos salarios, que terminan expulsando al capital humano mejor cualificado
En 2024, mientras que el salario medio anual en la UE era de 39.800 euros, un 5,2% superior al del 2023; en España era de 33.700 euros, un 18% inferior a la media europea y casi una tercera parte de lo que se gana en Luxemburgo (83.000 €).
La pobreza laboral en España, entendida como la situación de aquellos hogares que, pese a tener sus miembros ocupados, permanecen por debajo del umbral de pobreza, persiste a pesar del crecimiento económico. Son los niños quienes más sufren sus efectos porque ven mermada la inversión en su educación, y se reducen sus oportunidades y sus posibilidades de movilidad social.
La Comisión Europea señala que este es uno de los principales retos de nuestro país, sobre todo porque, además, esa tasa de pobreza infantil lleva aumentado de manera sostenida desde 2019, hasta alcanzar en 2024 un 33,8% (3,7 puntos más que antes de la pandemia).
Combatir la precariedad laboral no es sólo una prioridad para garantizar la igualdad de oportunidades y proteger a las nuevas generaciones. También determina nuestra capacidad para elevar la productividad y el potencial productivo de nuestra economía.
*** Mónica Melle Hernández es profesora de Economía de la UCM.