La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen

Opinión

La UE, eslabón débil de la emboscada geopolítica

La dependencia del bloque comunitario en ámbitos estratégicos arrastra a líderes e instituciones europeas a mínimos históricos de credibilidad e influencia, en uno de los contextos más hostiles e inciertos que se recuerdan desde la II Guerra Mundial.

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Hace unos días tuvo lugar en el pleno del Parlamento Europeo el tradicional debate anual sobre el estado de la Unión, una cita de gran trascendencia en el actual contexto geopolítico, especialmente tras un receso estival plagado de turbulencias en la arena militar y comercial.

Una cita que, lejos de transcurrir sin incidentes, tuvo como telón de fondo la violación del espacio aéreo de la frontera oriental de la OTAN, con más de 15 drones sobrevolando territorio polaco, en lo que se interpretó como una provocación mayúscula por parte de Rusia y sitúa las hostilidades en un punto de alto voltaje.

La realidad es que, desde hace algunos meses, el panorama se torna sombrío y la UE parece haber quedado desdibujada y relegada a los márgenes, como una suerte de actor secundario, en medio del embate geopolítico, con escasa influencia y confrontada con altas dosis de reproche y frustración por parte de su población.

En el marco de la guerra de Ucrania, pese a su gran implicación, con 18 paquetes de sanciones (y otro en marcha) y siendo ya el mayor contribuyente neto (con cerca de 170.000 millones de euros en ayuda militar y financiera), su voz en la mesa de negociaciones continúa diluida.

El ejemplo más icónico fue la actitud de Trump este verano quien, con su extravagancia habitual, recibió a Putin en Alaska con alfombra roja y plenos honores militares, contribuyendo a blanquear al presidente ruso, darle oxígeno frente a la orden de detención que pesa sobre él por parte de la Corte Penal Internacional y, para colmo, sin arrancarle un compromiso mínimamente sólido para una paz temprana, justa y duradera en Ucrania.

Nuestra seguridad y capacidad de defensa ha estado externalizadas en Estados Unidos durante décadas y, hoy por hoy, nuestra dependencia sigue siendo sensiblemente elevada

Una reunión de la que Trump se limitó a dar parte a algunos de los socios europeos, recibiéndoles en la Casa Blanca y  adoptando una actitud de “mesías” sobre las virtudes de sus esfuerzos diplomáticos y poder mediador para resolver el conflicto. Una foto que muchos interpretaron como la de la humillación de la UE, y otros como una suerte de sumisión estratégica.

Una sumisión que, nos guste o no, responde a una lógica muy simple: nuestra seguridad y capacidad de defensa ha estado externalizada en Estados Unidos durante décadas y, hoy por hoy, nuestra dependencia sigue siendo sensiblemente elevada. En consecuencia, las directrices las pauta el líder norteamericano.

Una situación de la que Putin también es plenamente consciente y que, lejos de avenirse a razones, le ha conducido a engrandecerse, hasta el punto de advertir a los aliados de Ucrania de que, incluso con un alto el fuego, cualquier soldado desplegado sobre territorio ucraniano como garantía de seguridad para el país también podría ser objeto de fuego ruso.

En lo tocante a la masacre de Gaza, la inacción y el silencio cómplice por parte de algunos líderes europeos ha abierto una brecha de credibilidad en el compromiso de la UE con los derechos humanos que resulta difícil de restañar.

Según el Instituto francés de Relaciones Estratégicas e Internacionales (IRIS), cerca del 80% de las compras realizadas en materia de defensa entre 2022 y 2024 por parte de los países europeos se realizaron a Estados Unidos e Israel. Algo que las organizaciones humanitarias no perdonan y que ha desatado la indignación de la sociedad civil en muchos países europeos.

¿Cuál es la diferencia entre la agresión rusa y la desproporcionada y cruenta respuesta perpetrada por Israel en Gaza?

¿Cuál es la diferencia entre la agresión rusa y la desproporcionada y cruenta respuesta perpetrada por Israel en Gaza? De nuevo, la UE, apegada al vínculo atlantista, ha tardado en contrariar la conducta de la administración norteamericana, que respalda ciegamente a Netanyahu en su asedio a la Franja y desprecia la solución de los dos estados como garantía de una paz duradera.

Una situación que deja ya más de 60.000 fallecidos (cerca de un tercio niños) y un estado de hambruna sin precedentes en el territorio.

No ha sido hasta hace apenas unos días que el Parlamento Europeo ha aprobado una resolución ampliamente respaldada en la que se condena la “catástrofe humanitaria” en Gaza (sin tildarla -todavía- de genocidio).

Todo ello tras la propuesta de la presidenta de la Comisión, Úrsula Von der Leyen, de emprender sanciones contra los ministros más extremistas del Ejecutivo de Netanyahu, un fondo común para la reconstrucción de Palestina y la suspensión parcial del acuerdo de asociación comercial con Israel.

Un paso valiente, sin duda, pero que para muchos llega tarde y que ni siquiera tiene visos de materializarse en el corto plazo, dadas las grandes divisiones entre los distintos Estados miembro.

El “efecto sándwich” de los grandes bloques geopolíticos sobre los 27 es colosal y nuestras dependencias militares y comerciales, una trampa mortal

Cabe recordar que el año pasado la UE se consolidó como el principal socio comercial de Israel, concentrando el 32% de sus intercambios globales de bienes.

En materia económica y comercial, las perspectivas no son mucho más alentadoras. Tras meses de incertidumbre a causa de la retórica arancelaria de Trump, la UE, en un acuerdo relámpago rubricado por la propia presidenta de la Comisión Europea en Escocia, tragó con un sapo difícil de encajar para buena parte de la industria: un arancel del 15% sobre los productos europeos importados, una reducción de los gravámenes ya existentes sobre Estados Unidos y el compromiso europeo de realizar una batería de cuantiosas inversiones en áreas estratégicas tales como energía y armamento militar estadounidense.

Un acuerdo que, pese a las reticencias, Von der Leyen se esforzó en defender como “el mejor posible” para evitar una guerra comercial de consecuencias fatales para multitud de empresas y trabajadores europeos: “Nuestra relación comercial con los Estados Unidos es prominente. Exportamos a ese país productos por un valor superior a 500 000 millones de euros al año”, tal y como recordó desde la tribuna en Estrasburgo. Un dato que ejemplifica el empleo de la dependencia comercial como arma geopolítica contra nuestros propios intereses.

En paralelo, al calor de este mismo acuerdo, este verano China, Rusia e India exhibían plena sintonía en el marco de la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái. Un clima de complicidad que, mal que le pese a Trump, favorece al presidente chino, pues con su guerra arancelaria indiscriminada contra todos, India ha movido posiciones y ha buscado revivir alianzas.

Lo cierto es que ese triunvirato ‘Xi, Putin, Modi’ inquieta al mundo, pues representa a casi la mitad de la población mundial y una parte importante del PIB global.

De hecho, en este sentido, se enmarca la última propuesta de Trump a los aliados de la OTAN, a quienes ha pedido que, con el pretexto de acabar con la guerra rusa en Ucrania, introduzcan aranceles secundarios de entre 50 y el 100% contra China e India, que se han convertido en los principales importadores de crudo ruso y, por ende, en el mayor balón de oxígeno de la economía rusa.

Así las cosas, el “efecto sándwich” de los grandes bloques geopolíticos sobre los 27 es colosal y nuestras dependencias militares y comerciales, una trampa mortal. El discurso comunitario sigue siendo optimista: se han identificado los ejes centrales que permitirán relanzar la competitividad europea, pero el mundo cambia deprisa y la UE corre el riesgo de elevar las expectativas por encima de sus posibilidades.

Aunque a la UE le gustaría estar, como en film de Godard, al final de la escapada, se halla, por el momento, en mitad de una emboscada. El antídoto es la apuesta por la unidad y por mayor integración y autonomía estratégica.

Es urgente despertar del letargo de una vez porque la inacción sólo conducirá, en palabras del propio Mario Draghi, a que la UE “evapore la ilusión de contar en el mundo, y no ser más que un espectador, un mero actor marginal”.

*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.