La reciente elevación del rating de España a 'A+' por parte de Standard & Poor's (S&P) en septiembre de 2025 y la previsible revisión al alza del mismo por parte de otras agencias, lejos de ser una señal de solidez de la economía nacional, es un aplauso imprudente y peligroso.
¿Cómo es posible que una agencia de calificación ignore la fragilidad de los pilares económicos de España, premie un crecimiento impulsado por factores efímeros y haga caso omiso de la ausencia de una estrategia de consolidación fiscal real?
El optimismo de S&P se basa en el vigoro crecimiento del PIB español, pero hace abstracción de su baja calidad y de su anclaje en sectores de bajo valor añadido, en el gasto público y en la inmigración mientras la Productividad del Factor Trabajo y la Productividad Total de los Factores tienen un encefalograma plano.
Por añadidura, la agencia celebra un crecimiento del 2.6% para 2025, pero no tiene en cuenta la intensa desaceleración de la economía en los años siguientes prevista por el propio Gobierno y por el grueso de los analistas y organismos públicos y privados. Esto es sorprendente pero ahí no acaba la historia.
En el plano fiscal-presupuestario, S&P celebra la reducción del déficit y de la ratio deuda/PIB olvidando que ello reposa sobre factores cíclicos, sobre la retirada de las medidas extraordinarias introducidas durante la pandemia y por el aumento del PIB nominal impulsado por la inflación.
Las agencias de calificación desdeñan los hechos descritos y priorizan el "momento presente" sobre los riesgos a medio y largo plazo
Por eso, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ha advertido que, en un escenario de políticas constantes, el déficit volverá a aumentar a partir de 2028.
También el Banco de España y, de nuevo, la AIReF han criticado en sus informes de junio de 2025 que el Plan Fiscal y Estructural de Medio Plazo (PFEMP) 2025-2028 carece de "detalle sobre las medidas de consolidación", lo que siembra serias dudas sobre su credibilidad y sostenibilidad a largo plazo.
Con su visión cortoplacista, las agencias de calificación desdeñan los hechos descritos y priorizan el "momento presente" sobre los riesgos a medio y largo plazo. Esto no es una novedad, sino algo que se ha repetido en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo.
En una perspectiva histórica, sus juicios están cuajados de errores muy graves con consecuencias desastrosas. Por tanto, han de ser contemplados con un profundo escepticismo. La evidencia avala esta afirmación.
Las grandes agencias otorgaron la máxima calificación crediticia (AAA) a productos financieros tóxicos, como las hipotecas de alto riesgo en EEUU, creando la ilusión de seguridad en activos venenosos, propagando la crisis financiera global, demostrando una profunda incompetencia analítica e incurriendo en un flagrante conflicto de intereses.
Desde esta óptica es interesante hacer una referencia al distinto posicionamiento de las agencias a la hora de evaluar la situación de Francia y de España
Fueron incapaces de detectar los riesgos en países como Grecia, Irlanda, Portugal y España antes de la crisis de la deuda soberana. Posteriormente, realizaron rebajas drásticas y rápidas en las calificaciones de estos Estados, lo que exacerbó la presión en los mercados, amplificó la volatilidad y llevó a esas economías al borde de la bancarrota.
Desde esta óptica es interesante hacer una referencia al distinto posicionamiento de las agencias a la hora de evaluar la situación de Francia y de España. Han rebajado la calificación de la deuda francesa a causa de su elevado endeudamiento y de la inestabilidad y fragmentación política en el Hexágono que complica de manera extraordinaria la aplicación de medidas para reducir aquél.
La Vieja Piel de Toro no se caracteriza en estos momentos por su estabilidad política y nadie, salvo el Gobierno, considera que este tiene un plan de consolidación presupuestaria consistente. Pese a ello, S&P ha revisado al alza el rating soberano español.
La decisión sobre España parece una repetición de este patrón. Con el crecimiento del PIB español triplicando el de la eurozona, las agencias se dejan llevar por la euforia y , en consecuencia, muestran una extraordinaria relajación a la hora de valorar la deuda pública infravalorando el riesgo.
En el mejor de los casos, esto es un acto de complacencia macroeconómica; en el peor, un respaldo a una política macroeconómica incapaz de hacer entrar a las finanzas públicas patrias en una senda sostenible y un aval a un Gobierno sin intención alguna de poner en marcha reformas estructurales.
Por eso, el irracional o interesado optimismo de S&P al que es probable se sumen las otras dos grandes agencias es en el mejor de los casos un acto de fe y, en el peor, una validación peligrosa e irresponsable de una política económica instalada en una senda fiscal insostenible a largo plazo y condenada a estrangular el crecimiento.