Mario Draghi

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Opinión

La digitalización, a la cola de las reformas solicitadas por Draghi

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Que el Informe Draghi no haya obtenido apenas resultados un año después de su presentación apenas sorprende a nadie. Doce meses es muy poco tiempo para que un continente lento, antiguo y burocrático como Europa reaccione.

Aunque vivamos en la era de la velocidad. Aunque expertos de todo tipo no se cansen de repetir que en estos meses de disrupción se está marcando el destino de las próximas décadas.

A Draghi y a su equipo hay que reconocerles un mérito. El de haberse hecho escuchar. Su grito ha calado en Europa.

Analistas, empresarios y políticos lo han tenido en cuenta, y han comprendido la gravedad del asunto. Europa debe reaccionar porque se queda ya muy por detrás de Estados Unidos y Asia.

Este mensaje ha calado entre los optimistas y los pesimistas, y algo se ha hecho desde entonces. Pero cuando se cumple un año del toque de atención del estadista italiano, solo se ha cumplido un 11% de las reformas propuestas en el Plan Draghi para reactivar la economía.

Y menos en un continente formado por identidades históricas dispares a las que no siempre es fácil poner de acuerdo

El porcentaje es escalofriantemente bajo, pero tampoco conviene engañarse. Hubiese resultado extraño un porcentaje superior en un informe que se compone de 383 propuestas que no se implantan de un día para otro.

Y menos en un continente formado por identidades históricas dispares a las que no siempre es fácil poner de acuerdo.

Pero lo que me llama poderosamente la atención es el análisis por sectores del (in)cumplimiento del informe Draghi. Los dos segmentos donde menores avances se han realizado son precisamente aquellos que la Unión Europea se ha atribuido por bandera desde que terminase la pandemia: la transición energética y la transformación digital.

Y eso es un fracaso en toda regla. Las áreas que deberíamos haber impulsado eficientemente con una cascada de fondos europeos tendrían que ser las encargadas de tirar del carro, no de frenarlo. No es de recibo que sean precisamente esas, donde se dirime el futuro de los próximos años, las que menor grado de cumplimiento presentan.

Según el análisis presentado 365 días después de la presentación del informe, solo un 10,6% de las medidas propuestas en el área de la digitalización han sido implantadas.

De las 383 medidas recomendadas por el economista italiano, solo se han implementado 43 (un 11,2%)

El porcentaje es aún menor en el caso de las tecnologías limpias. Un despropósito si tenemos en cuenta que existe consenso o voluntad política de impulsar esas áreas.

Urgencia política, complejidad normativa y responsabilidad institucional

Por el contrario, el transporte, las materias primas y en menor medida la industria presentan mayores grados de adaptación o modernización. El estudio que analiza el Informe Draghi, elaborado por el European Policy Innovation Council, atribuye a tres factores los distintos ritmos de adopción: la urgencia política, la complejidad normativa y la responsabilidad institucional.

Respecto a la primera, sostiene que el transporte y las materias primas han avanzado rápidamente porque afectan a la seguridad, las cadenas de suministro y la transición hacia los vehículos eléctricos. La energía, por el contrario, se ve ralentizada por las sensibilidades nacionales y las difíciles concesiones en materia de clima y competitividad.

En cuanto a la complejidad normativa, aclara que las tecnologías limpias y la digitalización requieren largos plazos de ejecución, grandes inversiones y una legislación técnicamente densa. Esto hace que los avances parciales sean habituales, pero que la ejecución completa sea lenta.

También habla el estudio de responsabilidad institucional. Cuando un organismo de la UE es “responsable” de un expediente (por ejemplo, la DG MOVE en el caso del transporte), la aplicación es más clara y rápida. Cuando las competencias están divididas, como en el caso de la energía o la digitalización, el impulso se fragmenta.

Los rituales comunitarios

Sea como fuere, los resultados no son muy esperanzadores para Europa. De las 383 medidas recomendadas por el economista italiano, solo se han implementado 43 (un 11,2%), mientras que otras 77 (un 20,1%) se están aplicando parcialmente. Es decir, quedan dos tercios aún por desarrollar.

Si parece que existe un consenso en desarrollar estas medidas generales, ¿por qué tardamos tanto en hacerlo? La respuesta parece estar en la lentitud de los rituales comunitarios. Los mismos que no existen en otros lugares del mundo donde ahora nos toman la delantera.

No ha podido ser más claro Mario Draghi. “El mundo exige una transformación radical de nuestros objetivos, nuestros plazos y nuestros métodos de trabajo”.

Tenemos claras las ideas. Pero hay que cambiar algunas normas, o modos de operar. Porque el mundo no se va a parar a esperarnos. Y eso, en términos de innovación, significa seguir perdiendo.

*** Alicia Richart es Business Development Partner en IBM.