La función de los economistas suele ser la de profetas de problemas. A la economía en algunos círculos académicos se le denomina como la “ciencia lugubre”. Sus expertos son famosos por las previsiones fatalistas que hacen.
De hecho, resulta raro ver un experto en la materia que no haga previsiones avisando de los males que pueden ocurrir. Una de las fórmulas para hacer estas previsiones es lo que se llama el “consenso”.
Se pregunta a varios economistas sobre sus previsiones y se hace una especie de resumen, que es lo que se da como futuro más probable.
Ese consenso arrojaba un posible crecimiento del PIB español para este año de un 2,3% o menos. El Gobierno fue cauto en sus cuadros macroeconómicos a la vista de los “consensos” publicados; incluyendo los de los organismos oficiales.
Sin embargo, la hemeroteca puede mostrar que ya en enero mis previsiones superaban al consenso en varios decimales. En este mismo medio EL ESPAÑOL a principio de año yo auguraba que ese crecimiento de la economía española para 2025 se podría acercar al 3%.
Esa tendencia a la desigualdad se ha moderado en parte en 2025 porque los salarios han recuperado algo de poder adquisitivo
Algunos datos están dándome la razón. El primero es que el INE ya ha revisado sus cálculos para 2024 aumentándolos sustancialmente.
Por tanto, partíamos de una economía en 2024 mucho más acelerada de lo que los expertos decían.
Una aceleración debida a: la inversión y el consumo interno (público y privado); el crecimiento del turismo; los fondos Next Generation que riegan de liquidez el sistema; los buenos resultados en la exportación … Un crecimiento debido a un aumento de la rentabilidad de las empresas empujadas por el aumento de los precios (por una inflación importada desde el exterior) y la contención de los salarios.
En consecuencia, en España en 2024 el PIB creció bastante. El 3,4% según esos últimos cálculos del INE, pero con mucha desigualdad.
Esa tendencia a la desigualdad se ha moderado en parte en 2025 porque los salarios han recuperado algo de poder adquisitivo, lo mismo que las pensiones revalorizadas con el IPC.
Mientras la riqueza de España crece más rápido que la de otros países, la riqueza de los españoles en general no lo hace y, sobre todo, la de los españoles de renta más baja
Una recuperación de capacidad adquisitiva de las personas de rentas menores que redunda en un mayor gasto de consumo privado; lo que empuja el crecimiento del PIB para este año.
Por otra parte, para 2025 las previsiones del turismo eran superar los 100 millones de visitantes extranjeros. Probablemente, no se cumpla por los números que conocemos. Pero tampoco estará muy lejos y, sobre todo, el aumento de precios hará que su gasto sea superior al del año pasado.
A la vista de todo ello, el Gobierno ha elevado al 2,6% sus previsiones de crecimiento del PIB para este año. También los organismos internacionales como la OCDE, que consideran a España el país con más crecimiento entre los desarrollados del mundo occidental, aunque estimaciones siguen siendo mayores.
Pero no todo son buenas noticias. Junto con el crecimiento del 3,4% PIB para 2024. España también creció en población. Una buena parte se debió a la inmigración.
Algo que contuvo los salarios de los puestos de trabajo poco especializados. Lo que, aunque mantuvo la rentabilidad del sector turismo, contuvo la renta per capita de sus asalariados.
Ese aumento de la población inmigrante y la contención de salarios bajos dio, como consecuencia, un crecimiento de la “renta per capita” española inferior a la de otros países europeos con menos crecimiento del PIB.
Mientras la riqueza de España crece más rápido que la de otros países, la riqueza de los españoles en general no lo hace y, sobre todo, la de los españoles de renta más baja. Estos, a pesar de la subida del SMI y las pensiones, ven reducir su capacidad adquisitiva, en un país con un gobierno que se llama “progresista”.
En resumen: en 2025 creceremos más de lo que muchos preveían, subiendo del 2,3% y acercándonos a mis previsiones de principio de año (2,8/3%). Unos españoles serán más ricos, habrá menos desigualdad, pero muchos, los de menor renta, tendrán dificultades para llegar a fin de mes. La principal dificultad seguirá siendo encontrar una vivienda digna por un precio equilibrado.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.