Consulta médica

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Opinión

Innovación, productividad y justicia social: lecciones del NHS y el SNS

Tomás Cobo
Publicada

El último editorial del BMJ (British Medical Journal) publicado este pasado 18 de agosto no deja lugar a dudas y hace una crítica al NHS (National Health Service) británico, enmarcada en su plan de diez años para Reino Unido, volviendo a situar la productividad en el centro del debate sanitario.

En 2022-23 el NHS producía un 5,4% menos atención por cada libra invertida que en 2019-20, y la productividad sigue casi un 20% por debajo de niveles pre-pandemia. Nunca hubo tantos recursos invertidos y, sin embargo, nunca tanta sensación de ineficiencia.

En España, el Sistema Nacional de Salud (SNS) mantiene mejor perfil: cobertura universal, gasto per cápita ajustado a la media europea (2.771 euros en 2023) y reconocimiento internacional por su eficiencia. Sin embargo, también arrastra tensiones crecientes: listas de espera estructurales, uso excesivo de urgencias y precariedad laboral entre los profesionales.

La comparación invita a una reflexión: ¿tiene sentido mantener actividad diagnóstica o quirúrgica en hospitales con volúmenes muy bajos? La evidencia sugiere que no. Procedimientos quirúrgicos realizados pocas veces al año tienen peores resultados y consumen más recursos.

El NHS lo ha entendido con programas como Getting It Right First Time (GIRFT), que concentra actividad en centros de alto rendimiento. En España contamos con los Centros, Servicios y Unidades de Referencia (CSUR), que canalizan casos complejos a hospitales acreditados. Pero la red necesita actualizarse, evaluarse y financiarse mejor.

La justicia social es la razón de ser de ambos sistemas, del NHS y de nuestro SNS. Pero el sostenimiento exige productividad

Además de los CSUR, el SNS debería organizar sus redes hospitalarias para que los servicios de las especialidades distribuyan y coordinen los procedimientos y los ámbitos de alta especialización, apoyando y financiando la logística y la movilidad de profesionales y pacientes.

El editorial británico señala otro riesgo y, personalmente, creo que ésta es una reflexión crucial: no toda innovación es buena en términos de valor. El NICE (National Institute for Health and Care Excellence) ha aprobado medicamentos menos coste-efectivos que servicios ya existentes, y los nuevos “innovator passports” amenazan con extender tecnologías con evidencia insuficiente. El resultado puede ser menor valor por euro gastado.

En España cabría apoyar la creación de un “Hispa-NICE” que desarrollara la evaluación de las innovaciones y su incorporación a la cartera de servicios del SNS, porque la presión por adoptar novedades y por la fascinación tecnológica es similar, y la rivalidad política de los servicios de salud de las CCAA estimula el deseo de “ser los primeros” en incorporarlas.

El universalismo sin disciplina ni gobernanza acaba desviando recursos hacia lo llamativo en vez de hacia lo coste-efectivo. La justicia social no consiste en financiarlo todo, sino en garantizar lo que más salud aporta de forma equitativa.

La justicia social es la razón de ser de ambos sistemas, del NHS y de nuestro SNS. Pero el sostenimiento exige productividad.

Un sistema con profesionales agotados no puede ser productivo

En 2022 el SNS gestionó 112 millones de consultas hospitalarias, 3,5 millones de cirugías y 31 millones de urgencias, con un gasto hospitalario de 60.500 millones de euros. El 47% de ese gasto fue personal, lo que muestra que la eficiencia depende tanto de la organización como de las condiciones laborales.

Hoy, un 25% de los médicos españoles tiene síntomas de burn-out, según los estudios presentados por la Organización Médica Colegial y por el Instituto de Salud Carlos III. La temporalidad sigue siendo una losa. Un sistema con profesionales agotados no puede ser productivo. Igual que el NHS, España necesita reconocer que la innovación organizativa pasa, en primer lugar, por cuidar a sus médicos y dotarles de estabilidad y autonomía.

Y la pregunta es ¿qué deberíamos hacer?, cuya respuesta, así en grueso es: hacer caso a los profesionales. Y luego ya, para mejorar nuestra productividad, deberíamos establecer un número mínimo de procedimientos anuales para cirugías complejas, con publicación de resultados y derivación obligatoria cuando la “n” sea insuficiente. Deberíamos reforzar y financiar los CSUR con revisiones periódicas, medición de resultados y financiación que siga al paciente para evitar sobrecargas.

Deberíamos poner en marcha cuanto antes la Agencia Estatal de Salud Pública, y desarrollar un NICE a la española que filtre medicamentos y procedimientos con criterios de coste-efectividad y productividad. Deberíamos reorganizar urgencias y atención primaria con circuitos rápidos para procesos agudos leves y experiencias piloto inspiradas en los Urgent Treatment Centres británicos.

Deberíamos utilizar indicadores públicos de productividad y valor con informes anuales por hospital sobre estancia media ajustada, complicaciones, coste por proceso y satisfacción del paciente.

Deberíamos potenciar una política activa de recursos humanos con menos precariedad, mejores ratios y programas de bienestar profesional y de formación continuada. Sin médicos motivados, cualquier plan de innovación fracasa.

El NHS y el SNS son pilares de justicia social. Pero la equidad no significa barra libre, sino orientar los recursos hacia donde producen más salud. El futuro pasa por concentrar lo complejo donde se hace mejor, evaluar rigurosamente la innovación y reforzar la productividad sin erosionar la equidad.

Y, sobre todo, por colocar al médico en el centro: no como un coste a contener, sino como el recurso más valioso de nuestros sistemas sanitarios. A todo esto nos deberíamos dedicar.

*** Dr. Tomás Cobo es presidente de la Organización Médica Colegial de España.