El Gobierno considera la reducción de la ratio deuda/PIB una prueba del éxito de su actuación presupuestaria. Sin embargo, esta afirmación es falaz. Entre un 50 y un 70% de ese recorte se ha debido al aumento del PIB nominal y de la recaudación derivadas del incremento de la inflación, no a la política gubernamental.
Por añadidura, lo relevante es el brutal crecimiento de otro indicador durante el mandato de la coalición social comunista, el stock de deuda, que ha proseguido de manera injustificada al terminar la recesión causada por la pandemia. Desde finales de 2018 hasta junio de 2025 ha pasado de 1,2 a 1,7 billones de euros.
¿Por qué la ratio deuda/PIB es un indicador equívoco? Porque es dinámico, una fotografía instantánea que captura la relación entre dos variables que cambian constantemente: la deuda (el numerador) y el PIB (el denominador).
Cuando el PIB crece, el denominador aumenta, y la ratio puede disminuir, incluso si la deuda absoluta (el stock) permanece igual o incluso crece. Este efecto óptico crea la ilusión de que la deuda es sostenible.
Por desgracia, ese enfoque es falso. El stock de deuda representa la realidad inmutable de una obligación financiera. Es la suma acumulada de todos los déficits fiscales pasados, un pasivo que el gobierno debe y ha de ser pagado o refinanciado con independencia de la situación económica.
El gasto público que ha impulsado el PIB para reducir la ratio se financia con más deuda
A diferencia del PIB, que puede ser volátil y cíclico, el volumen total de deuda no lo es. Es una obligación persistente que no desaparece con un cambio en el ciclo económico.
La magnitud de su stock de deuda coloca a España en una posición de extraordinaria vulnerabilidad cuando se la correlaciona con un modelo de crecimiento carente de fundamentos sólidos. El gasto público que ha impulsado el PIB para reducir la ratio se financia con más deuda.
El aumento de la población, originado por la inmigración, ha favorecido el crecimiento, pero no así la productividad y el turismo es difícil que se mantenga en los niveles de los últimos años.
Además, esos tres elementos son incapaces de generar un crecimiento sostenido y de calidad, capaz de fomentar la innovación, la productividad y elevar el PIB per cápita. La gran deuda española, sumada a la fragilidad del actual modelo de crecimiento es una bomba de relojería.
El panorama se agrava ante el final de la etapa de bajos tipos de interés que dominó la escena internacional y europea desde la crisis financiera de 2008 hasta 2022. Ello se ha empezado a traducir y se traducirá en el horizonte del medio y largo plazo en un sustancial incremento de la carga de intereses de la deuda sobre el Presupuesto y sobre el PIB.
El enorme volumen de deuda pública española no solo es un lastre económico en el presente, sino representa una pesada hipoteca para las futuras generaciones
En 2023, aquella supuso alrededor de 35.000 millones de euros; en 2024 en torno a los 44.000 millones de euros y las estimaciones de la Airef para este ejercicio y hasta 2029 son alcistas. En ese último año, la carga de intereses de la deuda de situaría en el 2,9% del PIB. Pero ahí no termina la historia.
En su trabajo ensayo Growth in a Time of Debt, que analiza lo acaecido en 44 países durante los últimos dos siglos, Rogoff y Reinhard demostraron que cuando la deuda se sitúa o supera el 90% del PIB, su impacto sobre el crecimiento económico es negativo.
Las razones son claras: primera, mayor riesgo de crisis de deuda; segunda, las necesidades de financiación del sector público reducen y encarecen crédito a la inversión y el consumo privados; tercera, el margen de maniobra fiscal para responder a las recesiones económicas disminuye, así como la capacidad inversora del Estado en áreas clave para crecer a largo plazo.
Pero el enorme volumen de deuda pública española no solo es un lastre económico en el presente, sino representa una pesada hipoteca para las futuras generaciones. Los intereses y la amortización de esta deuda consumen una parte considerable del presupuesto del Estado, desviando recursos que podrían destinarse a inversiones productivas.
Además, las decisiones de gasto y endeudamiento tomadas hoy comprometen la capacidad fiscal y el futuro de quienes aún no han entrado en el mercado laboral. Las generaciones venideras heredarán un pasivo financiero que limitará sus oportunidades vitales, obligándolas a afrontar subidas de impuestos, recortes en los servicios públicos esenciales o ambas cosas a la vez.
Se crea así un círculo vicioso donde la deuda actual restringe el potencial de las generaciones futuras, una carga que no eligieron y que deben asumir
En definitiva, la reducción de la ratio de deuda en España es una ilusión óptica que enmascara un problema más profundo: el crecimiento insostenible del stock de deuda. Una economía que depende del gasto público, de un crecimiento demográfico, de baja productividad y del turismo, en un contexto de tipos de interés altos, es una receta para la inestabilidad.
La realidad es que la economía española se enfrenta a una pesada carga, que, según la evidencia teórica y empírica, restringe su capacidad de crecer y de prosperar.