Una pareja en bañador se besa en la playa de Poniente
Cuando algo es abundante en exceso, pierde su valor.
Hoy la información es abundante, y la atención —especialmente entre los más jóvenes— es escasa y decreciente.
Con la sexualidad en plenitud y la atención decaída, prolifera el sexo de consumo —incluyendo la pornografía sucesiva y escatológica— y se desdibuja el protagonismo del erotismo, con su parsimonia y sus tiempos escénicos.
Sin erotismo, los veranos pierden parte de su reputado atractivo. Como tantos platos mediterráneos tradicionales, perfumados con especias evocadoras, que ahora se cocinan rápidamente con un par de cubitos de caldo industrial.
El erotismo, que vive de curiosidad, sensaciones y relato íntimo, se pierde en este "aquí te pillo y aquí te mato" que se percibe en cada esquina, entre tanto short-tanga, sujetador push-up, músculo hinchado y pose de instagramer vulgar. El mercado de carne ubicuo y flagrante choca de frente con la delicadeza sutil, con la tensión y con el saber hacer narrativo de los buenos amantes.
Seducir de verdad —activando el yo erótico en el otro— difiere de vender clichés superficiales, imágenes mecanizadas y gimnásticas que gritan y croan a los cuatro vientos, pero que no significan nada y son olvidadas de inmediato.
Aspirar a erotizar el sexo para sacarle su esencia significa reconocer que, a menor atención, menor será la capacidad de apreciar cada fragmento de la experiencia. Es plantear que la lentitud —con sus matices y sus pausas— es esencial para la memoria, para la comprensión, para la creación de significado y de intimidad real.
El erotismo es sexo de primera.
Es saber aprovechar cada poro de la piel como sensor. Deleitarse en la belleza de cada gesto. Disfrutar esperando. Aprovechar la contención para intensificar el deseo. Elegir la conexión o el aislamiento pleno, vivir desde el cuerpo. Introducirse en la atmósfera como quien moja el pan en su salsa favorita.
Reconozcámoslo: el erotismo fue musa de Joaquín Sabina, de Pablo Milanés, de Serrat e incluso del Gainsbourg más salvaje, cuando eran ídolos populares, autores de la canción del verano.
A fecha de hoy, hasta ChatGPT reconoce que el erotismo está de capa caída. Y que hay que buscarlo “en la contracultura digital, en las relaciones conscientes y en la literatura y el arte”.
Para revivirlo, un buen punto de partida puede ser poner más atención en el próximo cucurucho de helado que te tomes. Mirando cómo tu pareja consume el suyo, y entendiendo su manera de hacerlo... con puntos suspensivos.