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Opinión

El vehículo eléctrico acelera hacia su madurez

Joe Horrocks-Taylor
Publicada

La transición hacia el vehículo eléctrico ha superado ya su fase inicial de expectativas desmesuradas y empieza a asentarse como una realidad estructural del sector de la automoción. Si bien el entusiasmo de los primeros años ha dado paso a un panorama más matizado, los avances técnicos, el impulso político y el cambio de preferencias de los consumidores dibujan un futuro cada vez más positivo para este tipo de coches.

En los próximos años, se espera que esta transformación entre en una nueva etapa, marcada por la reducción de costes, la consolidación de infraestructuras y una competencia global más intensa.

El mapa de la electrificación automotriz es desigual, pero ofrece señales claras de progreso. China lidera con contundencia en adopción: en 2025, los vehículos eléctricos de batería podrían alcanzar una cuota del 30%, y si se suman los híbridos y los eléctricos de autonomía extendida, la penetración se acercaría al 60%.

Europa, tras dos años de estancamiento, ha vuelto a ganar velocidad, con un crecimiento del 30% en las ventas de coches eléctricos en la primera mitad del año. En la otra cara de la moneda se encuentra Estados Unidos, que avanza a menor ritmo.

Allí, la cuota de mercado se mantendría alrededor del 10%, afectada por la incertidumbre regulatoria y la progresiva retirada de incentivos fiscales.

Se estima que, gracias a mejoras en la eficiencia energética, la química de las baterías y las economías de escala, los costes de los automóviles eléctricos podrían reducirse un 20% para 2027

¿Por qué se avanza a esta velocidad? Uno de los grandes obstáculos para la adopción masiva del vehículo eléctrico sigue siendo su coste inicial. En la actualidad, los vehículos eléctricos en Europa y Estados Unidos mantienen una prima de entre el 20% y el 25% respecto a los vehículos con motor de combustión interna.

Esta diferencia se explica, en gran parte, por los elevados costes de los sistemas de propulsión eléctrica —especialmente las baterías— y los mayores gastos generales derivados de una menor escala de producción.

Sin embargo, las perspectivas son alentadoras: se estima que, gracias a mejoras en la eficiencia energética, la química de las baterías y las economías de escala, los costes de los automóviles eléctricos podrían reducirse un 20% para 2027, acercándose así a la paridad con los modelos tradicionales.

El entorno regulatorio desempeña un papel decisivo en esta transición. En Europa, la reciente flexibilización de los estándares de emisiones para flotas —permitiendo su cumplimiento promedio entre 2025 y 2027— ofrece un respiro a los fabricantes, aunque podría ralentizar ligeramente la electrificación en el corto plazo.

En paralelo, se estudian medidas como la electrificación obligatoria de flotas corporativas, que abrirían nuevas vías de crecimiento. China, por su parte, mantiene un sólido respaldo estatal, con la ampliación de su programa de incentivos valorado en 11.000 millones de dólares, lo que podría traducirse en más de un millón de nuevas ventas de coches eléctricos este año.

A medida que disminuyen los costes de los vehículos, la disponibilidad y velocidad de carga se convierten en el principal freno para muchos consumidores

En este contexto de transformación acelerada, los fabricantes chinos emergen como actores clave. Gracias a su ventaja en costes y tecnología, están bien posicionados para ganar cuota de mercado, especialmente en regiones como el Sudeste Asiático y Oriente Medio.

En Europa, sin embargo, su expansión enfrenta barreras significativas, como los aranceles impuestos en 2024, las nuevas normativas de ciberseguridad o las exigencias de transferencia tecnológica. A ello se suma que, más allá de grandes anuncios, solo algunas marcas chinas —como BYD o Geely— han concretado planes reales de producción a gran escala en territorio europeo.

Otro elemento esencial es la infraestructura de carga. A medida que disminuyen los costes de los vehículos, la disponibilidad y velocidad de carga se convierten en el principal freno para muchos consumidores.

En este aspecto, tanto China como Europa están dando pasos decisivos. China ya concentra el 68% de la capacidad de carga instalada a nivel global, mientras que Europa ha alcanzado el millón de cargadores públicos, con un crecimiento anual del 33% y un fuerte impulso en la instalación de cargadores ultrarrápidos.

En contraste, Estados Unidos ha mostrado un menor dinamismo, con apenas 4.000 nuevos puntos de carga pública en el último trimestre de 2024 y un freno a los fondos federales para nuevas instalaciones.

El vehículo eléctrico ha dejado de ser una promesa de futuro para convertirse en una pieza central del presente y del mañana del sector automovilístico global

A pesar de las diferencias regionales, la dirección es clara: el avance hacia la movilidad eléctrica es imparable. La innovación tecnológica está redistribuyendo las cartas del sector, otorgando ventaja a quienes logren combinar eficiencia, capacidad industrial y adaptación estratégica a los mercados locales.

El caso de BYD ilustra este nuevo paradigma. Su apuesta por la integración vertical, una potente inversión en I+D y su rápida expansión industrial internacional la sitúan como una de las compañías mejor posicionadas para capitalizar esta revolución.

El cambio no será homogéneo ni exento de desafíos, pero el rumbo está fijado. El vehículo eléctrico ha dejado de ser una promesa de futuro para convertirse en una pieza central del presente y del mañana del sector automovilístico global.

Quienes entiendan su lógica, sus ritmos y sus implicaciones, estarán mejor preparados para aprovechar las oportunidades que, sin duda, traerá consigo esta transformación.

*** Joe Horrocks-Taylor es vicepresidente de Investigación Sostenible de Columbia Threadneedle Investments.