Donald Trump.
La UE asume la retórica estadounidense sobre la falacia del déficit comercial 'injusto' de los EEUU y la necesidad de reequilibrar nuestros saldos comerciales, al firmar un acuerdo comercial totalmente asimétrico. Todo ello, además, tras reunirse en un campo de golf escocés propiedad del Presidente norteamericano Donald Trump.
Los intercambios (o cuenta corriente) entre EEUU y la UE están más equilibrados de lo que reza la narrativa de presidente republicano. El déficit de bienes a favor de la UE se compensa en buena medida por el superávit de servicios en beneficio de EEUU.
Además, los rendimientos del capital invertido por las multinacionales estadounidenses que operan en Europa, especialmente vía dividendos e intereses que generan, desempeñan un papel central en la configuración del balance bilateral.
Por otra parte, Estados Unidos atrae de forma constante capital extranjero, ya sea inversión en cartera, inversión directa u otros flujos, especialmente de la UE. En este sentido, la UE está financiando el déficit externo estadounidense mediante la compra de activos estadounidenses. Según el informe Letta, el ahorro privado de los hogares de la UE que anualmente se invierte en los EEUU alcanza 300.000 millones de euros.
Esto ocurre porque EEUU alberga los mercados de capitales más profundos y líquidos del mundo, respaldados por el papel global del dólar. Por lo tanto, el déficit por cuenta corriente de EEUU, además de ser más reducido de lo que se piensa, se compensa totalmente por la sostenida demanda mundial de activos estadounidenses, que es una característica estructural del orden monetario global y un privilegio exorbitante de EEUU.
El compromiso de comprar energías fósiles constituye una contradicción flagrante con el objetivo de descarbonización arraigado en la política económica de la UE desde hace décadas
Es incomprensible que la UE se haya doblegado a soportar aranceles del 15% general para los productos europeos que exportamos a los EEUU (y hasta el 50% para el acero y el aluminio), mientras que los bienes estadounidenses podrán entrar al mercado europeo sin pagar tarifas.
Por si fuera poco, la UE acepta comprar energía estadounidense (principalmente gas) por valor de 750.000 millones de dólares, comprar cientos de miles de millones de dólares en equipamiento militar, y realizar inversiones por 600.000 millones de dólares en EEUU.
El compromiso de comprar energías fósiles constituye una contradicción flagrante con el objetivo de descarbonización arraigado en la política económica de la UE desde hace décadas. Europa no puede obligar a las empresas a comprar combustibles más caros que los precios más competitivos de la energía que proporcionan las renovables.
Eso mismo ocurre con las decisiones de inversión que libremente adoptan las empresas privadas y no los Estados. En todo caso, la UE no tiene capacidad para comprar mucho más gas y petróleo del que está importando en la actualidad -435.700 millones de dólares en 2024-; incluso desprendiéndose del gas ruso, de modo que intentar llegar a la cifra de 250.000 millones de dólares cada año parece imposible de alcanzar.
Las compras de armamento es otra invasión de nuestro espacio de soberanía. Los países europeos ya se habían comprometido a elevar su gasto en defensa en el marco de la OTAN. Trump ha querido asegurarse de que el esfuerzo armamentístico beneficiara a su economía, agravando la dependencia de la UE.
Todo apunta a que la UE ha validado este acuerdo por temor a que la amenaza arancelaria de Trump fuera aún peor para los intereses europeos
Desde el punto de vista geopolítico, la UE sale debilitada, ya que, en lugar de responder a la coacción de Washington, teniendo preparados dos paquetes de respuesta, se muestra como un vasallo sin capacidad de resistencia.
Todo apunta a que la UE ha validado este acuerdo por temor a que la amenaza arancelaria de Trump fuera aún peor para los intereses europeos. En todo caso, el resultado de facto es el fin del sistema multilateral y su máximo exponente: la OMC.
Magro consuelo: al no responder con aranceles recíprocos, evita encarecer los precios internos, allanando el camino para una posible relajación de los tipos de interés del BCE. Y eso puede depreciar el euro, lo que compensaría parcialmente el golpe a las exportaciones.
Además, las fábricas de coches alemanas (clave en esta negociación) logran evitar una guerra comercial -esperemos que esta solidaridad con Alemania tenga contrapartida en el futuro-. Aun así, algunos sectores europeos sufrirán y el clima de incertidumbre persistirá.
Sorprende, en definitiva, que la UE no haya desplegado el músculo de que disponía para reaccionar, al modo de lo que ha hecho China. Se expone a que Trump siga con sus amenazas arancelarias y eleve sus exigencias en cualquier momento.
Este acuerdo comercial no da certidumbre porque puede ser el principio de nuevos aranceles por encima del 15% a otros productos
Los productos farmacéuticos (particularmente relevantes para los intereses españoles) y los semiconductores, entre otros, se enfrentan a un riesgo elevado ya que se encuentran dentro de la Sección 232, al igual que el acero y el aluminio -para los que se ha aceptado el 50%-.
Por tanto, este acuerdo comercial no da certidumbre porque puede ser el principio de nuevos aranceles por encima del 15% a otros productos de esa Sección 232.
Una vez más se pone de manifiesto que los EEUU ya no son un aliado confiable. Es hora de que Europa marque sus líneas propias, lejos del entreguismo a Trump, y avance hacia una autonomía estratégica real: una defensa común, una política industrial ambiciosa y una integración más profunda del mercado interior.
Todo ello exige coordinación y financiación conjunta a través de eurobonos, y también nuevos acuerdos comerciales y más inversión estratégica en sectores clave.
En suma, Europa tiene que encontrar su propio camino ante el nuevo orden mundial que se vislumbra. De no lograrlo, los vientos de fragmentación soplarán con todavía más fuerza.