Cumbre China-UE: cinco décadas de una tortuosa relación económica y comercial
El 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre el bloque comunitario y el gigante asiático está marcado por la creciente desconfianza mutua, tanto por el apoyo de China a Rusia en la guerra de Ucrania como por los persistentes e insostenibles desequilibrios económicos y comerciales entre los dos principales mercados del planeta.
La UE se acerca al parón estival con un panorama geopolítico que se revela altamente amargo para los intereses estratégicos de las empresas e industrias europeas.
Al languideciente vínculo atlantista, maltratado por la metralla arancelaria y los ultimátum de Trump a su histórico grupo de aliados occidentales, se suma la creciente disfuncionalidad de las relaciones comerciales con China, quien persiste en su afán de hegemonía económica sin intención de respetar los principios de equilibrio y reciprocidad que deberían gobernar cualquier relación bilateral.
Una atmósfera que se traslada a la Cumbre China-UE que se celebra hoy en Pekín y donde, más allá de los gestos y la escenificación, nadie espera acuerdos ni avances sustantivos.
Aunque la senda proteccionista adoptada por Trump parecía marcar un punto de inflexión para una fructífera y más estrecha cooperación entre chinos y europeos (con el levantamiento incluso de algunas sanciones), lo cierto es que todo han sido fuegos artificiales con escaso recorrido.
China no ha solucionado hasta la fecha ninguna de las grandes preocupaciones comerciales de la Unión: sobrecapacidad productora de la gran potencia oriental, las barreras de acceso al mercado chino para las empresas europeas o el desequilibrio de la balanza comercial (300.000 millones de euros a favor del lado asiático).
"Los 27 afrontan una doble coerción: los aranceles estadounidenses y la negativa de China"
Una situación que agrava sobremanera la ya deficiente competitividad de la UE por su propia composición de retos internos: crisis de productividad, enormes dificultades y barreras para el crecimiento empresarial e industrial, pérdida de poder adquisitivo de los hogares y un envejecimiento acelerado de su población.
Así las cosas, los 27 afrontan una doble coerción: los aranceles estadounidenses y la negativa de China, quien se muestra muy dispuesta a exportar, pero no tanto a consumir ni facilitar una dinámica de competencia efectiva y funcional.
A este respecto, para la UE el mensaje es claro: es insostenible que el país asiático represente cerca del 30% de la inversión en capital y de la producción industrial mundial y sólo el 13% del consumo global, según datos de la Cámara de Comercio de la UE en China y el Real Instituto Elcano.
A esto se añaden otra serie de quejas históricas por parte del bloque comunitario, tales como el espionaje comercial, las trabas para repatriar beneficios o las cuantiosas ayudas de estado y subvenciones chinas, que distorsionan el mercado.
"Las autoridades chinas, por su parte, ven la relación con la UE como algo meramente instrumental para su crecimiento"
Es el caso del contencioso abierto entre ambos socios comerciales a cuenta del coche eléctrico, que condujo a la UE en octubre del pasado año a imponer aranceles a las importaciones de coches eléctricos durante cinco años.
Las autoridades chinas, por su parte, ven la relación con la UE como algo meramente instrumental para su crecimiento.
Es más, de hecho, ni siquiera conceden gran entusiasmo al entramado institucional europeo, sino que tienen un trato e inclinación preferencial por las relaciones bilaterales con los presidentes y primeros ministros de los distintos Estados miembro, pues consideran que les resulta más ventajosa por los dispares intereses estratégicos entre países.
Sin embargo, al margen de las discrepancias habituales, hay dos elementos cruciales que han condicionado este 50 aniversario y que podrían marcar el devenir de las relaciones futuras China-UE: tierras raras y Ucrania.
En cuanto al primero, China ha decretado un férreo control sobre las exportaciones de tierras raras, un grupo de 17 elementos químicos esenciales tales como el Cerio o el Europio.
Esta decisión es letal para la UE; primero por su altísima dependencia del gigante asiático para su abastecimiento (98%, según datos de la Comisión Europea), y segundo porque dichas tierras raras se constituyen como activo esencial para acelerar la transición energética, digital y la nueva estrategia de defensa y rearme europeo.
En lo tocante a Ucrania, la disposición cada vez más patente del presidente chino Xi Jinping de acercarse a Putin y profundizar su colaboración resulta alarmante.
De hecho, la situación empeoraba hace tan solo unas semanas, cuando las autoridades chinas llegaron a reconocer ante la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores Kaja Kallas que Rusia no puede perder la guerra contra Ucrania, pues eso dejaría vía libre a Estados Unidos para centrarse plenamente en China.
Unas declaraciones de alto voltaje que escuecen especialmente en Bruselas, por la enorme implicación y coste político, económico y social que constituye el apoyo sin fisuras hacia Ucrania.
Esta situación sitúa al bloque comunitario, una vez más, en la encrucijada y le urge, como en otros contextos, a tomar decisiones ágiles y estratégicas. El recetario es por todos conocido: impulsar nuestra competitividad, reducir nuestras dependencias y dotarnos de un presupuesto verdaderamente europeo a la altura de nuestras necesidades.
"De hecho, el propio FMI estima que las barreras internas de la UE equivalen a un arancel del 45% para las manufacturas y del 110% para los servicios"
En materia de competitividad, la plena integración del mercado único europeo no puede esperar más. Persisten barreras burocráticas y regulatorias que llevan a más del 60% de las empresas a percibir importantes obstáculos para la inversión, según la patronal BusinessEurope.
De hecho, el propio FMI estima que las barreras internas de la UE equivalen a un arancel del 45% para las manufacturas y del 110% para los servicios.
En cuanto a las dependencias estratégicas, urge optimizar la puesta en marcha del plan de acción y la alianza europea sobre materias primas fundamentales, que, basada en principios de circularidad, permitirá reutilizar muchos componentes, además de crear nuevas explotaciones mineras para extraer los recursos existentes en suelo comunitario, sin menoscabar el enfoque medioambiental.
Por último, en lo relativo a la dimensión presupuestaria, la actual negociación del Marco Financiero Plurianual y el sistema de recursos propios representan una oportunidad excepcional para otorgar a la Unión el espaldarazo financiero necesario para garantizar su autonomía estratégica a largo plazo.
Toca pues ser ambiciosos y abandonar las lógicas nacionales, incluso y pese al polarizado y polarizante clima de opinión existente en la mayoría de países europeos.
Es la hoja de ruta a seguir y esto, a la luz de los acontecimientos, cada vez admite menos debate. Es, en definitiva, el único sendero para garantizar nuestra autonomía y dejar de caminar a los pies de los gigantes.
*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.